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Editora de "Los malos": "Sabía que iba a ser un libro extremo"

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La escena parece una película: pero está sacada de un libro: Manuel "Mamo" Contreras va al casamiento de su hija, pero una llamada telefónica, mientras iba en auto, cambió sus planes ese 5 de octubre de 1974. Sus hombres de la DINA habían matado a Miguel Enríquez, líder del MIR. Cuando llegó a la calle Santa Fe, en San Miguel, miró el cadáver, preguntó si habían tomado las huellas y dijo: "Pesquen a este huevón y se lo llevan al Servicio Médico Legal". La ceremonia de su hija, comenzó con dos horas de atraso sólo por eso. Pero la fiesta verdadera fue con sus subalternos.

La "anécdota" aparece en el primer perfil de "Los Malos" (Ediciones UDP), a cargo de Juan Cristóbal Peña. El libro -y los 14 personajes que lo conforman- puede leerse como un mapa -oscuro, inverso- de América Latina, como explica la argentina Leila Guerriero, editora de este grueso volumen de 555 páginas que es la continuación natural de "Los malditos", hit hispanoamericano de la editorial que compilaba vidas tormentosas de artistas (también editado por ella).

El horror es el principio activo que acompañará la lectura. Desde "El Pozorelo" - un empleado del narco mexicano experto en hacer desaparecer cuerpos en soda cáustica- hasta Luis Antonio "Papo" Córdova, policía panameño a quien llamaron "El rey del miedo". Desde Bruna Silva -una brasileña que cocinó y devoró a sus víctimas- hasta Alejandro "Chaqui Chan" Manzano -un paramilitar colombiano- que asesino y descuartizó a más de 100 personas.

- Es un libro que cuenta la faceta más terrenal de los malos y deja a un lado la idea tranquilizadora de que son monstruos-, afirma Guerriero.

Para la editora, un monstruo es una anomalía que se presenta cada cien años; un malo es un ser que puede ser el vecino de enfrente, alguien perfectamente adaptado para vivir en sociedad.

- Era muy importante acá contactar a las víctimas. Sin sus voces, estos relatos no podían existir. Sin la voz de las víctimas, el retrato del malo es una aberración-, concluye.

También le interesaba que el perfilado representara una faceta del mal característico del país al que pertenecía.

- Por ejemplo, en México el perfilado es un hombre que trabajaba para el narco disolviendo cadáveres en soda cáustica, porque el narco era un tema central en México en este momento. O en Colombia, donde busqué específicamente a alguien que pudiera hacer un perfil de un paramilitar. Por otra parte, era importante que el perfilado elegido no fuera lo que llamaba "un caso". Un hombre que hubiera matado a toda su familia no era alguien para incluir en este libro. Necesitábamos que el mal tuviera trayectoria, recorrido, prontuario, empeño y convicción-, dice Guerriero. J

El "Mamo": El fundador de la Dina

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"Quizás haya que empezar por acá. Por el momento en que la vida de un hombre se tuerce hacia un camino de sombras. Ese momento en que el hombre, que es niño, tiene seis años y una madre enferma, en cama. Aída Sepúlveda Cubillos no está bien, pero se pone peor después de que una enfermera la visita en casa y le inyecta un medicamento que, por descuido o apuro, contiene una dosis de aire que le provoca una embolia. La madre empieza a convulsionar y grita: '¡Mis niños, mis niños!'. Y uno de sus tres niños, el mayor, a quien ella ha apodado Mamo, la escucha claramente, escondido detrás de un armario. Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda presencia ese momento turbador en el que una madre joven -su madre- muere.

"(...) Mamo era el más parecido a su madre, de carácter fuerte y dominante. Como, siendo pequeño, balbuceaba 'mamo' al querer decir 'mamá', su madre lo bautizó así. Y todos en la familia -y en el ejército y en el mundo- le dijeron Mamo. Mamo Contreras. Todos menos Helena Hurtado, su madrastra, la media hermana de su madre, que lo llamaba Juan Manuel, a secas".

" (...) (Manuel Contreras Sepúlveda), el padre del hombre que fuma Kent light y toma café con edulcorante artificial dirigió la mayor máquina de exterminio que haya conocido la historia chilena. A mediados de 1974, un año después del golpe de Estado que derrocó al presidente socialista Salvador Allende, Augusto Pinochet dotó al entonces coronel Manuel Contreras Sepúlveda, el Mamo, de poderes máximos para crear una policía política que llamó Dirección de Inteligencia Nacional, DINA.

"(...) El hijo del Mamo me cuenta que cuando su padre oficiaba de instructor de cadetes de la Escuela Militar, no aceptaba un zapato mal lustrado, una patilla más larga que la otra. Ese rigor fue conocido por el capitán Alejandro Barros, que en una entrevista de comienzos de los 90 recordó que el Mamo abusaba de su autoridad. Si algún cadete era sorprendido en una falta, por menor que fuera, el Mamo, a escondidas de sus superiores, arrastraba a los indisciplinados hasta el baño, donde les introducía el pitón de una manguera por la boca para luego lanzar un violento chorro de agua. Si la falta era más grave, en los mismos baños hundía las cabezas de los cadetes en la taza del excusado y tiraba la cadena. A ese castigo lo llamaba el champú. Según esta versión, el oficial Contreras se fue haciendo fama de duro, y habría sido esa fama la que sorprendió gratamente al entonces capitán Pinochet.

"(...) El hijo se lo advirtió, pero el padre no quiso escucharlo. Lenta pero persistente, la justicia chilena iría tras Manuel Contreras Sepúlveda una vez que el escenario político lo permitiera. Y ese escenario se comenzó a cristalizar en noviembre de 1993, cuando el Mamo fue condenado en primera instancia a siete años de cárcel por el asesinato en Washington del ex canciller Orlando Letelier. Fiel a su estilo, se atrincheró en la casa de su fundo del sur chileno y amenazó con enfrentarse a tiros con la policía.

- ¡No iré a la cárcel! -bramó por televisión-. ¡Yo no voy a ir a ninguna cárcel mientras no haya una justicia real!". J

Ingrid Olderock: la entrenadora

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"(..) Ingrid Olderock, ex agente de la Dirección Nacional de Inteligencia Nacional, DINA, el servicio de seguridad que instauró Augusto Pinochet tras derrocar a Salvador Allende en 1973. La DINA funcionó durante los primeros cinco años de esa dictadura y es responsable por la mayoría de los detenidos-desaparecidos en Chile por ese entonces. Los sobrevivientes de sus cuarteles secretos, distribuidos en todo el país, describen torturas insoportables vividas a manos de sus agentes. Y en ese mundo oscuro, Ingrid Olderock brillaba como uno de sus agentes más perversos".

"(...) Por mucho tiempo se pensó que el rumor de que los agentes de la DINA usaban animales en las torturas, y que Ingrid Olderock usaba, de hecho, un perro llamado Volodia, era eso: un rumor falso, un mito. Por largo tiempo, las investigaciones judiciales -que se activaron con fuerza recién en 1998, tras la muerte de Pinochet- apuntaron sólo a determinar los casos de asesinatos y desapariciones forzadas y a sus eventuales autores. El Estado chileno creó la Comisión Nacional contra la Tortura en 2004, pero tan sólo en el año 2014 algunas ex prisioneras decidieron contar a los medios de comunicación la forma en que aquella mujer, que ya llevaba muchos años muerta, las había denigrado más allá de cualquier límite".

"(...) El recuerdo del pelaje húmedo del pastor alemán que, siguiendo ciegamente las órdenes de su ama, la trató como si se tratara de una hembra de su especie, olisqueándola y lamiéndola, excitado, aún la perturba. Ni las sesiones de terapia ni el paso del tiempo han borrado la huella de ese trauma y ahora, como si eso aún estuviera sucediendo, Alejandra Holzapfel se detiene y llora.

- Con el tiempo supe que esa mujer era la Olderock. Ella se jactaba de su poder sobre el perro, que hacía lo que ella quería. Volodia, lo llamaba. En ese momento no me preguntaron realmente cosas. Era una especie de castigo por no haber entregado a la Beatriz. Yo terminé como desmayada. En realidad no recuerdo.

Cuando la lanzaron al cuarto donde estaban las otras prisioneras, las demás la abrazaron.

- Yo recibí su abrazo en silencio. Fue un pacto tácito de no hablar sobre esa vergüenza.

Tiempo después, fue enviada al cuartel de Tres Álamos, donde pudo recibir las visitas de su madre.

- Ella, como las madres de mi generación, esperaba que yo me casara virgen. Y en nuestro primer encuentro tuve que decirle que me habían violado. Ella empezó a llorar y no pude contarle nada más. Por años me escribió sugiriéndome que terminara mi carrera como veterinaria, y no entendía por qué yo no quería.

Alejandra Holzapfel nunca más pudo asociar la ternura con el pelaje de las mascotas y, por años, la sola presencia de un perro le provocaba ataques de pánico y ansiedad". J