Altas velocidades, ruidos molestos y una creciente probabilidad de accidentes son el saldo de las carreras clandestinas que ocurren en el sector sur de la ciudad durante las noches.

Los vecinos, principalmente de los condominios de dicha zona han denunciado por múltiples vías la ocurrencia del hecho, sin que hasta la fecha exista solución real que permita dejar atrás el problema.

A este antecedente se suma una nueva denuncia, donde afirman que las carreras ahora se ampliaron a la Ruta 1, hoy concesionada donde el buen estado del pavimento y lo plano de algunos de sus tramos atrae a los cultores de los denominados piques, al más puro estilo de la película "Rápido y furioso", lo que hace crecer este problema de seguridad pública.

Este tipo de hechos, ilícitos dado las múltiples violaciones en que incurren los conductores, en cuanto al respeto de las velocidades máximas y de señalética, sumado al alto volumen que generan sus automóviles, mediante motores modificados y tronadores, hace necesaria una mayor presencia policial en el lado sur, en horarios de entre las 1 y las 5 de las madrugada, especialmente durante los fines de semana.

Pero más allá del ámbito de las sanciones, también podría buscarse una solución distinta, como la generación de espacios para el automovilismo que permita poder regular este tipo de actividades, que de continuar ocurriendo en las condiciones actuales, podrían generar un accidente de tránsito mayor e incluso la pérdida de vidas humanas, con las consecuencias familiares asociadas, ya sea para arriesgados choferes como para inocentes transeúntes.

La ciudad, por su condición de zona franca y una de las más importantes en materia de importación de vehículos presenta las condiciones ideales para la generación de proyectos deportivos regulados y orientados al automovilismo.

Más allá de la vía deportiva, tampoco se puede tapar el sol con un dedo y es clara la presencia de algunas personas que disfrutan especialmente de la adrenalina de la ilegalidad en su actuar y para ellos no queda otra opción que el endurecimiento en su trato. Los vecinos merecen descansar tranquilos en sus viviendas, en una ciudad segura en todas sus vías y rutas.

La ciudad de Iquique en los últimos veinte años fue sometida al estrés de un crecimiento inusitado de su población y por ende de la demanda de viviendas. Esta última crece, porque crece la población (crecimiento vegetativo, diferencia entre los que mueren y los que nacen), migraciones, y además por incremento en el ingreso. La demanda de viviendas en Iquique aumentó no por una, sino por las tres causales. Esto naturalmente en una ciudad acotada geográficamente y con un Plano Regulador cuya base data de la década de 1980. Por ello, creció como podía, generando nuevos espacios en Alto Hospicio (satelización), y en Iquique, mediante la construcción en altura (densificación). Mal menor dentro de un problema mayor, la ausencia de planificación urbana al ritmo de crecimiento de una ciudad que estalló de una manera que nadie imaginó. Consecuencias de ello las vemos a diario, alta victimización, suciedad en sus calles, congestión en ciertos puntos, déficit de servicios e infraestructura, como por ejemplo salud y servicios médicos, por nombrar la más crítica.

Hoy ya no basta con hablar de la ciudad que queremos, hablemos de la ciudad que necesitamos. Debemos comprometer la disponibilidad de suelo urbano (con factibilidad) a lo menos para 20 años más, con un tratamiento no discriminatorio del territorio, Planes Reguladores con capacidad para adaptarse a las dinámicas territoriales en forma oportuna, incorporando por ejemplo, planificación por condiciones, reconocer el valor social del patrimonio y financiamiento de su cuidado, asegurar la participación ciudadana orgánica y la certeza jurídica de los proyectos de inversión, y por último, propender a mejorar la competitividad del país mediante ciudades con ventajas competitivas para vivir, visitar o hacer negocios.

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