Una fiesta de reactivación
La fiesta de La Tirana reúne todos los años a 200 mil personas en el pueblo ubicado a 67 kilómetros al sureste de Iquique.
Los promesantes llegan días antes del inicio de la celebración religiosa, piden sus vacaciones y aprovechan de participar con su familia en una especie de retiro espiritual. Arriban principalmente de Iquique y Alto Hospicio, pero también de ciudades vecinas como Calama, Tocopilla, Antofagasta y Arica, así como de países vecinos y de la zona central del país.
La Tirana es un lugar de encuentro para miles de fieles que llegan a pagar sus mandas y a participar de una tradición anual, lo que ha significado el aumento paulatino de visitantes al pueblo durante todo el mes de julio.
Sin bien su sentido religioso se impone, la celebración también permite incrementar la actividad económica de la zona, sobre todo considerando la demanda hotelera y de servicios que los visitantes generan.
En este sentido, este año la fiesta además de ser un paréntesis para lo cotidiano y reafirmar la fe en "La Chinita", podría significar un respiro para la alicaída economía local, que además de los efectos del mal momento que vive el país en esta materia, ha debido lidiar con los problemas en Zofri y en el puerto, los que complejizaron la situación.
De acuerdo a la experiencia de años anteriores, la Fiesta de La Tirana es también una oportunidad para enfrentar un periodo complejo y, tal como ocurrió el año pasado después de los terremotos que afectaron a Tarapacá en el mes de abril, dar señales de normalidad y reactivación.
Para ello es indispensable que los turistas y los fieles sientan la hospitalidad de una región que busca potenciar su actividad turística y a través de ella generar una mejor calidad de vida para su población.
Este año las cientos de cofradías esperan que La Tirana vuelva a ser una fiesta masiva, con sus vías repletas y con un pueblo que luce mucho más urbanizado, con sus calles principales empedradas y con sus casas con alcantarillado, todo lo que contribuye a que los peregrinos se sientan en casa.
Es una labor que demanda el compromiso de las autoridades, pero también de la comunidad.