Desde la semana pasada ya son cientos y miles los tarapaqueños y tarapaqueñas que han comenzado a trasladarse hasta el poblado de La Tirana para rendir tributo a la "Chinita" y cumplir con un rito necesario y sanador.

Llegar hasta el corazón de la Pampa del Tamarugal no sólo es una tradición arraigada en el norte del país, sino que ha sido reconocida como una fiesta nacional que en la comuna de Pozo Almonte tiene su celebración principal.

La Fiesta de La Tirana no sólo debe ser un paréntesis en nuestro diario actuar. Son días que nos llaman a reflexionar en cómo actuamos durante el resto del año y cuáles son los valores que estamos entregando; son días en que a través de la fe, nos reunimos con nuestro pueblo, nuestra gente y nuestra cultura.

Para que la fiesta se desarrolle con normalidad y en forma segura para los asistentes, es que como Gobierno hemos estado presentes desde hace varios días a través de diferentes servicios públicos que prestan colaboración y resguardo a los fieles. Funcionarios de la seremi de Transportes, Salud y Trabajo, entre otras, llegan hasta el poblado para fiscalizar vehículos, expendio de alimentos e incluso que se respeten las normas internacionales de trabajo infantil.

Pero también se han reforzado los servicios policiales tanto de Carabineros como de la PDI, que han dispuesto personal y recursos para evitar la ocurrencia de delitos, y que el centro de la noticia siga siendo la fiesta religiosa.

En los próximos días se espera que llegue el grueso de los visitantes a La Tirana que, desde todo el país e incluso el extranjero, serán parte una vez más de la fiesta religiosa más grande de Chile.

A todos ellos queremos invitarlos a promover el autocuidado y la fraternidad en estos días; a compartir con responsabilidad, y no olvidar el sentido de una celebración que nos invita a reencontrarnos no sólo con las tradiciones religiosas, sino con nuestra identidad regional.

Las personas en situación de calle sin duda se han transformado en una problemática que cada vez es más notoria en Iquique y una opción que cada vez toman más personas y lo que es más complejo, en su mayoría jóvenes.

Duermen en la vía pública, consumen alcohol y drogas, además de hacer sus necesidades. Todo esto independiente del horario y del lugar donde estén.

Lo anterior es un problema que afecta directamente a los vecinos de Iquique, quienes además ven en invierno el aumento en la cantidad de personas que llegan desde las zonas más frías del país en busca de un mejor clima.

Pero por otro lado existe una problemática mucho más profunda que está atacando a un sector más vulnerable de la población, donde las exigencias de la sociedad los deja fuera y los sumerge en una situación donde es muy difícil salir si no se cuenta con las redes sociales necesarias.

Como sociedad estamos al debe respecto a soluciones que integren a estas personas y acojan con alternativas distintas, que les permitan vivir dignamente, con la independencia de poder optar a algo distinto del actual modelo económico.

Los países escandinavos están muy avanzados en este sentido y aunque para muchos son cuestionables sus formas, son más dignificantes que estar al amparo de las limosnas.

El Estado no ha podido resolver esta problemática, sobre todo en el norte del país, donde por ejemplo no existen cifras actualizadas del número de personas que están viviendo en las calles, quienes están completamente fuera del sistema.

También como sociedad hemos sido incapaces de integrarlos, donde los voluntariados si bien realizan una labor encomiable, casi siempre se limita a suplir sus necesidades más básicas, pero no cuentan ni con la organización ni con los recursos para sacarlos.

Es necesario encontrar un equilibrio que permita resguardar la seguridad de los vecinos, pero a la vez encontrar una solución para la precariedad con que vive este grupo de chilenos, levantando infraestructura y entregando recursos permanentes, que no solo alcancen para una residencia temporal durante los meses de invierno.