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Agrupación ofrece agua y ayuda médica al paso

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Ubicada en calle 16 de julio, a pocos pasos de la explanada del santuario de La Tirana, está el Centro de Ayuda al Peregrino, organización internacional de jóvenes que cuenta con médicos voluntarios para atender en el área de kinesiología, medicina general y pediatría. Además la integran enfermeros y paramédicos.

El lugar se hace inmediatamente reconocido ya que sus voluntarios ofrecen un vaso de agua a quienes caminan por el poblado y pasan por el sector desde o hacia el templo de la Virgen del Carmen.

La agrupación, que originalmente se llama Jucum, Jóvenes con una Misión, reúne a juventud de todo el continente americano, República Dominicana, Estados Unidos, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia y Chile.

El centro inició su ayuda comunitaria en el pueblo el año 2012, aunque recién en 2014 pudieron instalar el centro médico de forma estable.

Ariel Muñoz, representante y director del Centro de Ayuda al Peregrino, reconoció que, al ser una entidad internacional, sus actividades se financian gracias a aportes privados de otros países, como Estados Unidos.

"El 2014 pudimos levantar este centro de ayuda con el fin de entregar salud integral gratuita a los fieles. Tenemos alrededor de 40 voluntarios que están enfocándose en cubrir asistencia médica, lavado de pies para peregrinos y bailarines, y repartición de agua gratuita. La idea es apoyar a la comunidad sin fines de lucro", acotó el líder del centro e integrante de Jucum. J

Las nuevas generaciones se integran a los bailes

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Numerosas son las historias de padres e hijos que llegan juntos a La Tirana para bailarle a la Virgen del Carmen, dentro de una tradición que es principalmente familiar.

Es el caso de Francisco Santibáñez de 53 años y su hijo de once, Nicolás, de los Morenos de la Oficina Salitrera Victoria. Ahí vivió hasta los 17 años, cuando cerró.

"Desde que nació lo hemos integrado. Es una tradición familiar", reconoce Francisco, ya que entre sus hermanos hay otros que tocan el bombo o cargan las imágenes. Otros, en tanto, siguen integrando el baile fundado en 1942.

"Uno le enseña las tradiciones que vienen desde la pampa, así como el amor que se le tiene a la virgen, esa devoción y dedicación", explica Santíbañez.

"Mi papá es uno de los fundadores, pero ya no baila por enfermedad. Tiene 83 años. En la pampa él y mi tío nos enseñaron a mi y a mis hermanos", recuerda el padre de Nicolás, mientras ambos posan junto a una figura de la virgen, la que, según cuenta Francisco, llegó desde Santiago en los trenes Longino que corrían por esos años.

Parte de la tramisión de conocimientos es también la explicación de los símbolos, como los colores del traje el que debe diferenciarse entre la teñida de gala y la de entrada. En el caso de los morenos, ellos lucen los colores de la bandera chilena.

Respecto al ruido de las matracas que hacen al bailar, éste simboliza el sonido que hacían las cadenas de los esclavos cuando bailaban siguiendo al caporal que los lideraba.

"Cuando danzaban al señor, ellos tenían cadenas en sus pies", relata Francisco. Hoy, en cambio, el caporal guía el baile y evangeliza y organiza las danzas y los horarios de llegada.

"A mi me gusta el baile y danzarle a la virgen y a Jesús", dice escuetamente su hijo, Nicolás, quien desde que tenía un año que participa en lo relacionado a la fiesta.

NO TODOS SIGUEN

La historia de Francisco y su hijo, es un claro ejemplo de una familia dedicada al baile religioso, sin embargo, no todos siguen bailando como él, ya que otros dejan la tradición, aunque permanecen ligados a ella a través de las nuevas generaciones.

Así ocurrió con Natalia Aguayo y sus hijos Francisco y Constanza Carvajal, de 6 y 8 años respectivamente.

"Este es el primer año que participan. A ellos les nació. Yo bailaba antes y ahora que ellos vieron el baile, les llamó la atención", detalla Natalia, quien aclara que sus hijos nunca la vieron bailar, pero que el interés en la danza surgió porque la costumbre es parte de la familia. J