La presencia de las armas
En Iquique durante los últimos días ha sido evidente la presencia de armamento a manos de delincuentes.
Cifras más o menos, el hecho genera en la población una sensación de temor a la que hay que ponerle coto.
En Iquique durante los últimos días ha sido evidente la presencia de armamento a manos de delincuentes.
Cifras más o menos, el hecho genera en la población una sensación de temor a la que hay que ponerle coto.
Con el simbolismo de un Iquique enarbolado con banderas verdes fue tomando fuerza una idea que tiene asidero en la urgencia. A pesar de ello, van nueve años desde su primigenia solicitud, como es la construcción de un Centro Oncológico para Tarapacá.
Para quienes habitan en la región y conocen de sus procesos no es un misterio que el poder encontrar una iniciativa en la cual estén todos los actores en completo acuerdo es ya una rareza, pero como bien dice el dicho, con la salud no se juega y ante una enfermedad como el cáncer no hay dos opiniones, la materia es de suma importancia.
Alrededor de 2 mil personas son diagnosticadas con el padecimiento de este mal en la región durante el plazo de un año y es un dato concreto que apunta a lo masivo del problema, situación que además se prolonga a quienes han sufrido por esta enfermedad o conocido de ella por parte de un pariente o amigo, quienes saben a fuego sus devastadoras consecuencias.
Si a ello se le suman los altos costos y las distancias que deben recorrerse para su tratamiento, con Antofagasta como el lugar geográfico más cercano y Santiago como el preferido, se constituye el corolario del problema. No hay bolsillo que aguante, ni familia que de una u otra forma no sufra en su conjunto por lo que genera un cáncer. De ahí que el anuncio realizado en junio sobre la concreción de este anhelo regional era recibido con alegría por la comunidad en general y por lo mismo ahora la modificación del proyecto, el que según informó el senador Fulvio Rossi, junto con manifestar su malestar, se trataría de un centro de referencia con quimioterapia, pero sin radioterapia, provocara una molestia transversal.
La ciudadanía notoriamente ha cambiado y ya no está dispuesta a aceptar tranquila los anuncios y posteriores modificaciones de proyectos de tanta importancia. Es por ello que ante la noticia comenzó nuevamente a gestarse la reactivación de un movimiento de personas que de la mano del ya mencionado simbolismo de las verdes banderas, reuniones, movilizaciones y críticas volverán a pedir lo que la región necesita, no más estudios, sino que la construcción de un verdadero Centro Oncológico y sin letra chica.
La feria organizada por la comunidad peruana en el sector del diamante de Béisbol dejó felices a los taxistas. Largas filas de vehículos esperaban estacionados que la multitud saliera de la fiesta y se subieran solitos.
Con los peruanos los tarapaqueños tenemos relaciones que al Ministerio de Relaciones Exteriores le cuesta entender. Nos une una larga historia. Compartimos paisajes, sonoridades, olores, sabores, muertos, actos heroicos, barbaries y otros asuntos. Como buenos hermanos nos tratamos, a veces, como Abel y Caín. Buena parte de esas afinidades las hemos cultivado a través del deporte, ese instrumento de integración tan poco entendido.
A fines de los años 20 del siglo pasado, un inmenso negro, se calzó los guantes en uno de los tantos gimnasios de la ciudad. Como su nombre era largo, lo abrevió. Se llamaba Alejandro Reyes, y a la ahora de subirse al ring, se rebautizó como Alex Rely. En plena fiebre chilenizadora, se hizo pasar por panameño. Pero la piel no miente y tuvo que admitir que era peruano. Fue campeón de Chile, defendiendo a Iquique. Fue campeón sudamericano y el primer peruano/iquiqueño que peleó en el Madinson Square Garden. Murió pobre y abandonado en Lima.
En los años 60, dos "grones" del barrio La Victoria, se asomaron por la ciudad atraidos por la anchoveta y su olor a dólar. Se calzaron los guantes al igual que Rely. Antonio Valdelomar y Alberto Realpe, sus nombres. Guapos en el cuadrilátero, caballeros de fina estampa, fuera de él. La muerte, a ambos, le ganó por puntos. En el fútbol, gozamos las genialidades de José Velázquez, el mundialista. En Cavancha, jugaba al pase largo, casi perfecto. En los 80, a fines, otro peruano, nos conquistó como Atahualpa. Goleador del fútbol profesional Juan José Oré, se cansó de inflar las redes de los adversarios. La música, en forma de vals, nos hizo bailar e imaginar que la Chabuca bien podría haber nacido en Iquique, y que la flor de la canela, se reencarnaría en cualquier muchacha del barrio. Pero el más grande, fue don Luis. Puso la banda sonora a las fuentes de soda de la ciudad. Sin su voz, Iquique no se entendía. Cuando lo ví en Amsterdam, le dije que era de Iquique. Y sin mediar diplomacias, me preguntó por don Julio Prieto. Cosas de gamba. Lucho Barrios, es tan nuestro como de nuestros hermanos peruanos. ¡Seamos libres!