Es molesto pero nadie reclama
Si bien para muchos las continuas llamadas de los agentes captadores de las compañías de teléfono son una verdadera pesadilla, lo insólito es que nadie denuncia los hechos ante los órganos competentes.
Si bien para muchos las continuas llamadas de los agentes captadores de las compañías de teléfono son una verdadera pesadilla, lo insólito es que nadie denuncia los hechos ante los órganos competentes.
El reloj marcó las 13 horas del 21 de julio de 2015. En ese instante se detuvo para siempre el corazón de Francisco Téllez Cancino, arqueólogo, director del Museo Regional de Iquique, que se encontraba internado en la Clínica Portada de Antofagasta, desde el domingo 19 de julio, tras sufrir un infarto cerebral en los momentos en que iba a embarcarse en el bus que los transportaría a Iquique. Cada fin de semana visitaba a su esposa y a sus hijos que residen en Antofagasta. Pancho deseaba que su cuerpo se cremara y lo despidieran con música, cantos y poesía. Anhelaba también que sus cenizas se expandan en la Playa Cifuncho de Taltal, Región de Antofagasta, donde arribaron hace 6000 años los primeros habitantes de Taltal. Francisco Téllez Cancino nació en la ciudad de Santiago el 13 de enero de 1952. Realizó sus estudios en varios colegios, entre ellos la Escuela de Aplicación y el Liceo de Hombres de Antofagasta. En 1972 ingresó a la carrera de arqueología en la Universidad del Norte de Antofagasta, egresando en 1976. Hasta el año 1980 ejerció la docencia en el Departamento de Arqueología de esa misma universidad hasta que en 1987 se incorpora al Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo de la Universidad Católica del Norte en San Pedro de Atacama. Fue miembro de la Sociedad Chilena de Arqueología, del Colegio de Antropólogos de Chile, de los comités nacionales de conservación de metales, cerámicas y materiales arqueológicos, además de perito judicial. Durante la última década de su vida profesional, desarrolló labores de investigación y docencia en la Universidad Bolivariana y otras instituciones científicas. Francisco Téllez Cancino, escribió el poeta Guillermo Ross Murray," tiene una alegría abierta, de hombre bueno que regalabas cada momento y a todos. Una alegría acompañada de la solidaridad que te llevaron a trabajar por la verdad y la justicia. Y finalmente, la esperanza de poder habitar una patria, una tierra donde convivan palomas y felinos".
Hace sólo unos días se cumplieron cinco años desde aquel accidente que dejara sepultados a 33 trabajadores de la Empresa Minera San Esteban. Fue en la Mina San José donde finalmente dos grandes derrumbes los dejaron atrasados, durante la tarde del 5 de agosto de 2010, dando inicio a una noticia que se convirtió en una de las historias de vida y de lucha más impactantes de la historia contemporánea.
Casi de manera paralela, el 2 de agosto se realizó el estreno mundial de la película "Los 33", filme dramático basado en la historia de estos trabajadores y su encierro a casi 700 metros de profundidad. El evento estuvo rodeado de todas las características de un espectáculo hollywoodense, alfombra roja incluida.
Desde que la película comenzó a rodarse, especialmente cuando se hizo en Chile, en febrero de 2014, de inmediato hubo voces que se alzaron analizando el efecto que podía tener una creación como ésta, su relación con la verdadera historia de los 33 mineros y en especial, los "links" que tendría con las causas y antecedentes que llevaron al derrumbe de la mina.
La inquietud es claramente atendible, más si se considera la magnitud de un hecho que pudo transformarse en una gran tragedia. Pero no se debe perder el punto de vista que corresponde a un drama-ficción basado en un hecho real: que no se trata de una investigación, un documental o un reportaje. Es una película.
En otra dimensión se encuentran los análisis, las lecciones, las investigaciones -muchas todavía inconclusas- las sanciones no resueltas y por supuesto, también las verdaderas historias detrás de cada uno de estos mineros y de sus familias, de sus amigos, de autoridades de un color y de otro que estuvieron dispuestas a sacar adelante la esperanza que le dio nombre al precario campamento a casi 50 kilómetros de Copiapó.
Existe una serie de elementos para hacer que la película Los 33 sea el punto de partida para recuperar lo mejor y lo más necesario tras el accidente, entre eso, las investigaciones y los aprendizajes de lo que pudo ser una tragedia y se transformó en un ejemplo de unidad y de fortaleza humana.