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Los huasos que hacen patria en el desierto

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Excequiel es uno de los 14 hermanos de la familia Castro Águila. Nacido y criado en San Juan de la Costa, en la región de Los Lagos, se vino al norte hace más de 35 años para cavar, literalmente, su nueva vida, pues llegó a trabajar en las minas en 1979 y desde allí las noches del cielo pampino cobijan sus sueños.

Cambió la exuberante vegetación osornina por la impactante aridez del Desierto de Atacama, a la que aprendió a querer y en donde espera seguir viviendo por varias décadas si la vida se lo permite; eso sí, siempre con su tradición sureña.

"Yo soy huaso cordillerano y llevo una vida metido aquí en el desierto pero aún tengo el olor a coyunda. Nunca he dejado de ser huaso y no lo cambio por nada", cuenta Excequiel quien es conocido en Pozo Almonte como "el huaso Castro".

tradiciones

Excequiel mantiene sus tradiciones intactas porque vive, come y habla con el amor por su querido Osorno. "Yo sé cocinar y preparo mi propio pernil de chancho y una cazuela de pava porque a mí no me criaron al lote. Me visto de huaso cuando quiero porque no es necesario que sea septiembre para andar con tu tenida y yo de hecho tengo tres porque me gusta andar bien presentado", afirma.

Vive en La Pampa porque le gusta la zona y recuerda que al principio pasó poco tiempo para su adaptación porque huaso que se respete se acopla rápido y con todos los fierros a donde llega.

La verdad del huaso

"Los verdaderos huasos somos así: conservamos nuestro acento y nuestra manera de ser. Mi familia me decía que La Pampa me iba a matar pero resulta que yo aguanto muy bien y acá sigo", manifiesta convencido.

Emocionado hasta las lágrimas describe que el amor por su tierra hace que sea un orgullo participar en todas las actividades del mes de la Patria, así como enseñar a cualquiera que le pregunte porqué viste como huaso apenas se asoma el frío en Pozo.

"Esto me mantiene como soy: amante de mi Patria y de las mujeres. Es lo que yo amo por sobre todas las cosas. Yo nací pa' ser huaso y moriré así, tal como mi padre", manifiesta.

Sobre sus trajes explica que ser huaso sale caro, ya que por ejemplo una manta vale más de 40 mil pesos y a esto se le van sumando accesorios como las espuelas.

"Yo soy de los que se les para hasta el último pelo cuando escucha una buena cueca y aunque no puedo bailar, me encanta ir a las peñas y andar en todas".

Una de sus mayores pasiones es cocinar recetas sureñas y refiere que acá en el norte a "todo le llaman cazuela".

"Para que esté buena hay que ponerle de todo y a mí me gusta como la hacían en mi casa: con chuchoca, porotos verdes y carne de pava. Además, el costillar lo preparo de un día para otro con su buen aliño y lo dejo listo para hacer un buen asado", recuerda Excequiel.

entre versos

"Hoy día amigos míos, voy a brindar por La Estrella, la que entrega las noticias, unas feas y otras bellas. .. Por eso este 18 compartiremos cosas bellas; estando bien informados con nuestro diario La Estrella...¡salud!".

Así recibió Sergio González nuestra entrevista en su casa para contarnos cómo la Tierra de Campeones lo atrapó hace 23 años cuando lo designaron desde Santiago para estar durante tres años en la región como parte de le Brigada de Paracaidistas del Ejército.

"Cuando Estercita, mi esposa, me preguntó cómo era Iquique yo le dije que esto era un peladero para que no se hiciera ilusiones cuando llegáramos con los niños. Sin embargo a ella le encantó el norte y una vez estuvo acá nunca más regresamos a vivir al sur", dice González.

Junto a su esposa, Adelaida Ester Espinoza, Sergio comenzó una vida en la ciudad que los llevó a convertirse en una de las pocas parejas de bailarines de cueca campesina y que comenzó cuando Adelaida casi obligó a Sergio a practicar esta variedad de la danza nacional y, con el tiempo, él aprendió que ésta también es una forma de estar cerca de la tierra que lo vio nacer y crecer.

"Nosotros no éramos folcloristas y justo nos ofrecieron un curso de cueca. Comenzamos a bailar y nos tocó preparar un cuadro de cueca donde nosotros preparamos cueca campesina", explica Adelaida y añade que desde ese momento bailan este tipo de baile.

"Con esto hemos ido hasta Argentina. La gente hace ruido cuando bailamos porque es diferente y nosotros la bailamos con más sentimiento y pasión, porque venimos del sur", acota Adelaida, quien nació en Retiro, en la Séptima Región.

Si bien ahora están en un receso de baile piensan volver pronto a las pistas porque practicar su baile campesino es una de las herramientas que los mantiene cerca de sus tradiciones.

Cambio de vida

Venir desde el centro de Chile a Taracapá significó para esta pareja un cambio de vida que ambos saben llevar con paciencia y buen humor, adaptándose a la realidad nortina de forma rápida aunque manteniendo siempre la cocina sureña.

"Yo le cocino como allá pero igual se me han ido pegando cosas de acá como eso de comer lentejas con arroz o el charquicán también. Allá se come pero sin arroz y nosotros hemos ido adaptándonos a su manera de hacer las cosas. Igual cuando compramos chancho y cuero para hacer arrollado", describe Adelaida.

La pareja tiene una familia de cuatro hijos y afirma estar contenta en Iquique porque esta zona le brindó y le sigue ofreciendo una felicidad absoluta gracias a los frutos de su trabajo, lo que les permitió educar a su descendencia y construir la casa que los cobija.

"Cuando vamos al sur no pasamos más de 15 días por allá porque enseguida nos tira el cogote para el norte. Tenemos que volver a Iquique porque nosotros ya nos nacionalizamos iquiqueños", comenta Espinoza y finaliza explicando que su querido sur siempre está presente, aunque ya transcurrieron dos décadas desde su llega a la ciudad. J