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Ser brigadista canino, un trabajo de grata compañía

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El año 2011, Maricela Bustamante, de 40 años, ingresó a trabajar como inspectora en el SAG de Rancagua en la región de O'Higgins. En esa ciudad vivió, y tras estudiar la carrera de Técnico Agropecuario, comenzó a desempeñarse en la repartición pública.

Lobesia botrana

Sin embargo, la forma de vivir su profesión cambió en 2013. "El SAG hizo por primera vez un llamado a la Escuela de Brigada Canina, con instructores del mismo servicio. Me inscribí y de 300 quedamos nueve para cubrir cinco puestos a nivel nacional. Acá se necesitaba un brigadista, por lo que postulé y llegué a suplir la necesidad que requería la región", cuenta Maricela.

Los postulantes estuvieron desde octubre a diciembre encerrados en un complejo turístico del servicio en Los Andes, el que fue modificado para sus actividades. "Ahí tuvimos entrenamiento práctico y teórico netamente relacionado a los perros, psicología canina, comportamiento animal y prácticas en la implementación de olores", relata.

Maricela llegó a Tarapacá con una perra de nombre Milk. "Los perros muchas veces toman las mismas características de las personas y a mí me dieron a mi can, Milk, una labrador. En la escuela tuvimos cinco perros y eramos nueve alumnos, de los que íbamos a quedar cinco, uno para cada perro. Ahí los instructores empezaron a ver las características de cada perro y de cada uno de nosotros y decidieron que Milk era para mí", recuerda la mujer. De los cinco alumnos seleccionados, Maricela fue trasladada al pueblo de Colchane.

Con Milk estuvo un año y dos meses, pero después su supervisor se la quitó. "Cuando un guía se iba con licencia o vacaciones, el perro quedaba botado porque no se adaptaba ni era capaz de trabajar con otros guías. Ahora lo que estamos haciendo es una rotación de canes para que los perros se acostumbren a trabajar con cada uno de nosotros en caso de que uno llegase a faltar. De hecho, yo igual trabajo con Milk pero solo en el aeropuerto", dice Maricela, quien comparte la profesión junto a sus tres compañeros, Diego Macagnan, Rolando Ojeda y Víctor Quiroz.

En el servicio, cada uno se turna subiendo por ocho días a Colchane, de viernes a viernes. Dos se van al aeropuerto Diego Aracena, mientras que otro se queda en Iquique colaborando con el SAG en servicios como el puerto y la Zona Franca.

Asimismo, son cuatro las perras que trabajan junto a ellos, Hera, Nhala, Camelia y Milk, aunque Hera pasó a retiro y Nhala podría seguir sus pasos. "Milk y Camelia tienen dos años de vida y uno trabajando en el servicio. Nhala tiene ocho años. Está muy viejita y se está pensando en darla de baja", explica.

ENTRENAMIENTO

Según cuenta Maricela, hay dos formas de implantar olores en la "memoria" de un perro para que pueda "recordarlos": el cobro básico y el dirigido.

"Al perro se le implanta un olor y se le queda en el hipocampo. Nosotros trabajamos con unas toallitas. Las enrollamos, hacemos como un mango y lo ponemos en un contenedor hermético, por ejemplo, con manzana, por un plazo de tres días, porque es fragante. Un cobro básico es cuando le tiras el mango al perro y el can lo va a buscar. Al momento de jugar con él y hacer disputa, el can va tomando el olor. En el cobro digirido, en tanto, ya no solo se usa la vista, sino también el olfato. Le ocultamos el mango al perro y ellos lo encuentran a través del olor", detalla.

"Yo llegué con Milk en diciembre de 2013, y ella tenía tres olores, manzana, salame y pera o durazno, si mal no recuerdo, y ahora ya le tenemos alrededor de 36 olores. Partió nueva, chiquitita, con 8 meses. Nhala tiene alrededor de 65 olores si no me equivoco", cuenta Maricela, y ella misma se los ha enseñado, ya que los productos y sus olores dependen de cada zona, como la guayaba, el mango, el charqui y el pacay. Los perros pueden llegar a recopilar 93 olores, explica la funcionaria del SAG. Asimismo, el propio animal tiene su impulso.

"Aunque le implantemos olores atingentes a nosotros, ellos también tienen su instinto de presa. Camelia encontró una caja con tres cotorras argentinas ocultas tras un asiento, sin tener su olor previo", recuerda.

Halyomorpha halys

"Nunca pensé que un perro fuera capaz de encontrar un producto donde los ojos del ser humano no pueden ver. Eso me llena de regocijo", expresa la brigadista. Maricela podría trasladarse a otra región, pero no está en sus planes. "Estoy feliz, no me quiero mover de acá", asegura. Mientras tanto, ya piensa en quedarse con Milk, cuando la perra deje de buscar y seguir olores. J