El domingo se conmemoró el Día Nacional del Donante de Órganos, oportunidad en que además se recordó a Pamela Toledo, la primera donante pediátrica del país, quien en el año 1995 falleció producto de un aneurisma cerebral en Santiago.

Con el objetivo de promover la conversación de este tema, los integrantes de la unidad de procuramiento y trasplante de órganos del Hospital Ernesto Torres Galdames, precisaron que en la historia del principal recinto de salud de Tarapacá se generó el trasplante de 22 pacientes, de los cuales 16 recibieron un órgano de un donante fallecido y seis de donantes vivos, intervenciones que se materializaron en los centros especializados de la capital.

En la actualidad hay 15 iquiqueños registrados en la lista nacional de espera para un trasplante, quienes enfrentan complejas enfermedades con la esperanza de recibir un órgano y, de esa forma, obtener una mejora sustancial en su calidad de vida. Además, otras 45 personas están sometiéndose a diversos estudios médicos que les permitan establecer la factibilidad de ingresar a esta lista.

Pese al avance de la ciencia y de la medicina, el trasplante de órganos continúa siendo un tema complejo y poco se ha logrado avanzar en una estrategia que permita incrementar el número de donantes.

Según el informe titulado "Datos Donante de Órganos y Receptores" del Ministerio de Salud, entre los años 1998 y 2014 poco y nada ha variado la realidad. En efecto, mientras que en 1998 la tasa de donantes efectivos alcanzó a 7,7 por cada millón de habitantes, el año pasado descendió solo a 7, con 116 y 123 donantes, respectivamente. Estas cifras indican, además, que en el caso de las regiones se registraron 60 donantes el año pasado, de los cuales solo uno correspondió a la región de Tarapacá.

Es indispensable, entonces, que este tema se profundice al interior de las familias, toda vez que una conversación seria sobre este asunto puede convertirse en una real esperanza de recuperación para quienes enfrentan una situación que los mantiene entre la vida y la muerte.

Tras el rechazo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) a la objeción preliminar de nuestro país, frente a Bolivia, el pasado 24 de septiembre, una serie de voces, muchas veces ajenas y desinformadas y cargadas con discursos de carácter bélico y nacionalistas, establecen un panorama casi apocalíptico, sembrando en la opinión pública un clima adverso frente a la relación que construimos diariamente con nuestros vecinos.

Destacable así me parece el rol que juega la Universidad Pública, en especial las extremas, quienes a través de sus cientistas sociales y especialistas en las relaciones internacionales, ponen paños fríos al conflicto, otorgándole a su análisis, el componente regional, basado en la integración, cooperación, definiendo que a través de acercamientos permanentes y una solución consensuada, pueda lograrse un mayor desarrollo conjunto.

La voz que entregan académicos de nuestra Universidad Arturo Prat, a mi juicio, representa la visión de un sujeto, que acarrea una tradición cultural compartida antiquísima con nuestros vecinos bolivianos y que entiende que en un contexto globalista y centrado en la interdependencia, debe fortalecer sus esfuerzos en la integración.

Es decir investigadores, con vocación pública, integracionista y con la clara inquietud de buscar soluciones comunes, de un conflicto permanente, que en estos casos, si nos afecta a quienes sustentan gran parte de la economía regional.

Esta analogía, podemos traerla desde lo internacional hacia lo doméstico, relacionando el proceso que desarrolla el Ministerio de Educación para impulsar una reforma a la enseñanza al sistema público, pero que desafortunadamente ha centrado como actores claves e influyentes en la construcción de ideas, a quienes históricamente han detentado el poder

De esta forma, al igual que La Haya, como ciudadanía y espacio de diálogo, buscamos a través de nuestra calidad académica servir de espacio para la generación de ideas, que permitan establecer relaciones con un enfoque regional e integrador, aportando así con nuevos actores locales a la conformación de una universidad participativa.