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El inconfundible silbido del afilador de cuchillos

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Uno de los utensilios más prácticos en los hogares son los cuchillos, que nos sirven para cocinar y salvar otras situaciones, como abrir una lata de conservas aunque en ocasiones lamentablemente también se vuelven protagonistas en hechos de violencia.

En tiempos donde todo es desechable es un verdadero valor la existencia de alguien que repare nuestros cuchillos y alargue su vida útil.

Este es el caso de Guillermo Martínez, uno de los dos afiladores de cuchillos que quedan en Iquique y porque no decirlo de la zona norte, ya que es un oficio en peligro de extinción, al igual que los organilleros, los chinchineros y tantos otros, que son parte del patrimonio intangible del país.

Su paso por las calles y los distintos rincones de la ciudad lo anuncia con un inconfundible silbido emitido por una flauta de pan o zapitinga, que alerta a quienes necesitan mejorar el filo de sus cuchillos, tijeras y cuánta herramienta tenga la misión de cortar.

Orgulloso de su labor hace un alto en su recorrido para explicar cómo funciona su herramienta de trabajo, consistente en un pedal de fierro con una polea que va inserta en una rueda y que hace girar los ejes que son los encargados de afilar, en un mecanismo similar a las antiguas máquinas de coser.

Aclara, eso sí, que esta técnica viene de tiempos inmemoriales, pero que él copió mirando a otros del rubro. Entre varios intentos y fracasos por fin pudo crear su propia afiladora, que bautizó como "Valerita Buena", en honor a su única hija, a la cual le hizo una serie de mejoras como hacerla plegable y más pequeña para trasladarla con mayor facilidad.

Sin querer entrar en detalles de cómo aprendió este oficio, Guillermo Martínez relata que lleva más de 30 años recorriendo la ciudad para ofrecer este servicio.

En todo este tiempo ha reunido un sinnúmero de aventuras que le ha brindado esta ocupación, como cuando era más joven y viajaba a distintas ciudades del país, acompañado solo de su rueda, lo que le permitió llegar hasta Rancagua. Pasión "patiperra" que tuvo que dejar debido a su salud, por lo tanto se conforma con recorrer las angostas calles de la ciudad desde Reina Mar hasta La Puntilla.

Asegura que en Chile sólo quedan 20 personas que se dedican a esta actividad, y en la zona norte solo él y otro compañero guardan los secretos de un buen afilado.

"En Arica no hay, se murieron los dos viejos, yo los conocí", relata con resignación, al tiempo que afila un cuchillo que da la impresión le fuera a rebanar los dedos.

Prótesis

Por su rodillo pasan cuchillos, tijeras y cortadoras de cecinas, por lo tanto es muy amigo de carniceros, peluqueros y jardineros. Lo insólito es que un día hasta una prótesis dental casi pasa por su afiladora a petición de su propia dueña.

"Una señora me pidió que le raspara la prótesis porque el odontólogo le había dejado muy grandes los dientes (…) pero no quise pasarle los dientes por la piedra", relata Guillermo, quien califica esta experiencia como la más rara que le ha tocado vivir en su dilatada trayectoria.

Se podría pensar que es un oficio rutinario, pero todo lo contrario, todos los días vive numerosas anécdotas por la manera en que la gente lo llama, que saca a relucir lo mejor de la picardía chilena.

Una frase clásica de las dueñas de casa coquetonas y buenas para la "talla" es "joven venga afilarme", lo cual desata las risas de todos, en un oficio donde Guillermo Martínez se vio obligado a sacar la personalidad y responder con otra pachotada.

Los hombres tampoco se quedan atrás con las bromas, ya que al verlo le gritan a sus esposas: "vieja métete pa' dentro que viene el afilador", cuenta un poco sonrojado, compartiendo otras frases célebres de grueso calibre que no es posible emitir, los cuales los toma de buena manera y como parte de la rutina que le toca a vivir a diario.

Los costos de sus servicios pueden ser 500, 700 ó mil pesos, dependiendo del tamaño del objeto que se vaya a afilar; tarifas que también se prestan para bromas de sus clientes, algunos de los cuales preserva por décadas.

Aunque se pudiera pensar que es un oficio en retirada, todo lo contrario, su servicio es sumamente demandado, el cual le piden hasta domicilio. "Los cuchillos que salen ahora son malos, más encima esos que están saliendo de cerámica son más malos todavía; no sirven, son desechables", dice categórico el especialista, que como buen emprendedor pide que lo llamen a su celular 66160975 en caso de requerir su servicio.

Agrega que "la dueña de casa se aferra tanto a sus cuchillitos antiguos que se acostumbran y no quieren botarlos, prefieren afilarlos una, dos, tres veces, cuatro, cinco hasta que no da más".

SECRETOS

Su labor le ha permitido encontrarse con cuchillos de 30 y hasta 40 años, al igual que tijeras de 50 años y de marcas alemanas, que se mantienen impecables solo con un periódico afilado.

Y no es mezquino a la hora de compartir consejos para mantener estos utensilios en buen estado, aunque pudiera restarle clientes. Señala que deberían haber cuchillos para cada tipo de alimentos; uno para la carne, otro para las verduras, para los cítricos y otros parecidos a los machetes para cortar huesos.

Los cuchillos no deben introducirse en agua caliente, ni tampoco utilizarse para sacar punta a los lápices o limpiar la cocina.

"En los sectores con más plata le ha salvado la vida a varias asesoras del hogar, que han echado a perder los cuchillos porque cortaron alimentos congelados o los usaron para abrir latas", narra al agregar que aunque pudiera parecer increíble llegan acongojadas ya que sus empleadoras las amenazan con descontárselos del sueldo. "Me dicen que les descontarán 60 mil pesos y eso es lo que puede llegar a costar un cuchillo", precisa.

Con nostalgia afirma que no existen personas interesadas en aprender este oficio. "Solo una hija, no tengo ni nietos, me muero y muere esto, porque a los cabros de ahora les da vergüenza", dice mientras su fiel perro "Chancho", lo sigue de cerca. J