Una noche recogiendo la basura de Iquique
Hay que "dejar los pies en la calle" es una tradicional expresión nacional que intenta explicar lo que significa una ardua labor. Pero más allá de lo que pudiera significar, hay otro dicho que dice "otra cosa es con guitarra". La noche del pasado 22 de octubre pude comprender el verdadero significado de las dos expresiones, ya que ese día participé por una jornada del trabajo conocido como peoneta.
La labor parecía simple, subirme a un camión recolector de desechos domiciliarios e ir cuadra por cuadra recogiendo los desperdicios que las familias iquiqueñas depositan en las calles. Para ir a trabajar me equipé con un buzo y un polerón viejo, lo que complementaría mi indumentaria de la "pega" con guantes y una chaqueta reflectante.
Mi nuevo "jefe" me citó a las 21 horas a la base de Cosemar, ubicada en un sector, como es Bajo Molle que ha crecido mucho y tras recorrer calles de tierra, industrias y variadas canchas de pasto sintético llegué a la base donde al fin pude conocer a mis compañeros de trabajo.
Nuestro turno pertenecía a la recolección de basura en el centro de Iquique. Desde el sector sur hasta el norte de Iquique son varios minutos y en ese instante surge espontánea la conversación, siendo los principales temas a compartir la basura, como es lógico, pero con matices y risas en asuntos como el fútbol y el mal momento que vive la Universidad de Chile.
Primera recolección
Comenzó entonces el trabajo. Partimos en calle 12 de Febrero con Latorre y había que aprender en terreno, así que los muchachos iniciaron la recolección. Al verlos trabajar me daban muchas ganas por comenzar a hacer un trabajo que es llamativo, tomé mi primera bolsa y parecía un ser vivo, porque al sujetarla era algo húmedo e incluso gelatinoso. La razón es una sola, la gente le echa de todo, lo bueno es que no ocurrió lo que uno principalmente teme, que se raje vertiendo en el piso todo su contenido.
Después de tomar confianza con la primera bolsa, empezó la labor de verdad. Lo primero es que hay bolsas más pesadas que otras y lo complicado fue cuando el camión se me escapaba, pues es un ejercicio constante que debe hacerse con mucha velocidad.
El ritmo de trabajo es constante, por eso que la motivación que se vive atrás del camión superó mis expectativas. Mis colegas de aquella noche fueron tres hombres, todos ellos con herencia de familia en este rubro, que muchas veces es mal mirado y no es respetado. De hecho los vehículos en su mayoría colectivos y taxis tiraban su carro encima, claramente mis colegas de esa noche, sabían esquivarlos y se lo tomaban con humor tirando tallas, una costumbre de ellos, sin embargo cuando me sucedió a mí, que no tengo costumbre, no me resistí a decirle lo que pensaba al conductor.
Fue entonces cuando me di cuenta que lo conocía y me preguntó deteniendo un instante su colectivo, el por qué estaba ahí. "Estoy trabajando" le grité aún molesto, mientras corría detrás del camión que ya estaba en la cuadra siguiente, para mí y producto del cansancio, una distancia que parecía ser más larga que todo Iquique.
Mis colegas, Germán Zúñiga, Alfonso Flores y Jaime Venegas más conocido como "Perrotuco" fueron mis grandes guías.
Si bien, ellos estaban haciendo su trabajo jamás dejaron de preocuparse de mi integridad y me hicieron parte de ella. Incluso el menor de los compañeros, Germán, me enseñó a utilizar y entender el sistema del camión.
Me quedó claro que son tres palancas que los muchachos deben utilizar para aplastar la basura pero siempre en coordinación con el maestro Carlos Pérez: el conductor de la nave.
Mientras seguimos en nuestra ruta de recolección y hablando con "Perrotuco", me di cuenta que lamentablemente la gente tiene un mal pensamiento del trabajo que hacen, pero aun así los colegas están 100% preocupados por dejar limpio el sector.
Es entonces, en "terreno" cuando uno entiende que las personas no tienen conciencia de sus actos, pues me tocó limpiar la basura que en su mayoría eran botellas de vidrio que recogíamos por el sector de calle Amunátegui con Latorre. Los peonetas me contaban que en innumerables ocasiones se han cortado con aquellas cuando están rotas.
JERGA
Dentro del vocabulario que manejaban mis colegas, pude escuchar los clásicos gritos como "aaoo" o "epaaa" que significan vamos o para, prácticamente los gritos son entre ellos pero principalmente para el conductor.
También pude comprender el término "papeleo". Al comienzo pensé que era cuando se encontraban los papeles en el piso y tenían que juntarlos todos, sin embargo ese concepto se aplica a las bolsas que están rotas y con toda la basura desparramada. Lo que hacen los muchachos es tomar una caja de cartón en la cual se depositan los desechos empujados con la mano o una escoba, dependiendo del olor y el grado de descomposición de lo que se debe limpiar y rápidamente se lanza a la carga.
CABINA
Luego de correr varias cuadras y recoger varios kilos de basura, estaba consciente que tenía que ganar la otra experiencia, que es en la conducción. Por ello que cuando estábamos cerca del Mercado Centenario, me descolgué del camión y me fui a la cabina a ver en situ lo que debe hacer el conductor.
Me costó subir, de hecho no fue fácil trepar las grandes escaleras de la puerta. Al llegar al asiento pensé que el trabajo iba a ser un poco más relajado, pero no fue así.
Cuando uno maneja un vehículo está con tres espejos a los que debe estar atento, en cambio Carlos Pérez, nuestro conductor tiene cinco espejos de gran magnitud.
Como el camión es grande, podía mirar todo lo que sucedía de un buen punto estratégico y así pude confirmar lo que para nadie ya es un misterio, que lamentablemente la conducción en Iquique deja mucho que desear, sobre todo en el sector centro, ya que los vehículos están estacionados en cualquier parte al igual que los grandes camiones.
Hubo un momento que nuestro camión recolector tuvo que pasar en medio de otro camión y un vehículo menor, en ese instante me di cuenta de la dinámica de trabajo que tiene el equipo, ya que rápidamente los peonetas se colocaron en posición de ayudante y comenzaban a guiar al conductor. En menos de un minuto salimos de ese problema y seguimos con nuestro trabajo.
Es muy entretenido hablar con Carlos, cuenta muchas historias, sobre todo de cuando comenzó en el oficio, quien me dijo que, "la primera vez que trabajé se me abrió una bolsa con caca y tuve que trabajar así", si bien me dio mucha risa, al mismo tiempo agradecí que eso no me pasara.
Luego de cerca de 4 horas de arduo trabajo, como equipo pudimos decir con orgullo que dejamos el cuadrante impecable. Sudados, hediondos, cansados, pero contentos de haber cumplido con el trabajo. Cuando alguien nuevamente diga "hay que dejar los pies en la calle", recordaré esta experiencia, donde realmente se trabaja duro y cuando salga del hogar a dejar una bolsa de basura en el contenedor, lo haré con cuidado, preocupándome que no se rompa ni que contenga algo que pudiera dañar a los recolectores, pues sé que amigos como Germán, Alfonso, Jaime y Carlos y tantos otros esforzados trabajadores serán quienes pasarán a retirarla. J