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Clases de religión

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Revisando el Decreto 924 que entró en vigencia el 7 de enero de 1984 nos damos cuenta que en Chile todavía hay muchas cosas que urgentemente tienen que cambiar.

No es posible que las escuelas públicas tengan la obligatoriedad de impartir clases de religión, por mucho que éstas sean voluntarias para las familias.

¿Es rol del estado laico, separado de la Iglesia desde 1925, promover la educación religiosa entre los niños?

Creo que quedan muchos enclaves definitivamente trasnochados en una sociedad que ansía por mayores espacios de tolerancia activa, igualdad y libertad.

Rodrigo Reyes Sangermani.

Agradecimientos

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Es un placer dirigirme a usted por primera vez. La presente tiene por objeto dar las gracias publicas a dos personas que hicieron los últimos años de mi madre, mucho más llevaderos.

Mi madre, Clorinda Atenas, falleció el pasado 29 de abril del presente año, ella padecía de hipertensión y diabetes. Junto a esto presentaba un tumor cerebral, el cual fue bien tratado, ya que era inoperable, por los médicos del hospital, la doctora Liliana Prina y el neurocirujano doctor Millanao, ellos controlaron lo mejor que pudieron a mi madre, para que ella no sufriera los embates de la enfermedad. Pero dos personas, un médico, comprometido con su trabajo, como es el doctor Edgardo Piñones, que fue un gran aporte al Cecof Esmeralda, ubicado en Ferrocarril S/N, hizo, no solo con mi madre, sino con todos los pacientes que ha atendido durante este período que ha estado junto a nosotros, un gran desempeño. Es bien sabido por todos los que nos hemos atendido con el doctor, lo humanitario, caballeroso y buen profesional que es. Todos aquellos, sobre todo las personas de la tercera edad, han contado con su servicio, al igual que la enfermera señora Jennifer Cornejo, que con sus consejos, con su aliento y su amabilidad dejó una marca muy hermosa en nuestros corazones.

Quiero agradecerles, por la infinidad de veces que acudí a ellos, por los dolores de mi madre, por sus caídas y lamentablemente sus heridas, producto de los ataques que sufría. Gracias a ellos, nunca nos desalentamos, ni bajamos los brazos, para que ella pudiera tener una vida plena, saludable y feliz. Gracias doctor Piñones y gracias señorita Jenny, por acudir tantas veces a nuestra casa, cuando en muchas ocasiones no les correspondía, gracias y espero en Dios que les vaya bien, donde vayan.

Dios los bendiga.

Cora Zepeda Atenas.