Ganaderos de El Tamarugal reviven proceso ancestral de curtiembre y talabartería
Quince ganaderos de El Tamarugal volvieron a sus raíces para nutrirse del conocimiento ancestral en el arte de la talabartería y el curtido de cueros y pieles. Estos hombres de la tierra pusieron su tiempo a disposición para aprender las artes enseñadas por Gabriel Ríos Vásquez, quien viajó desde la zona central del país para ayudarles a trabajar materias primas nobles, que los lugareños consideraban residuos.
Los cinturones fueron los primeros en aparecer para luego darle paso a monederos y luego hasta carteras fueron parte de las creaciones que salieron de las manos de estos estudiantes, en su mayoría mujeres, los que seguían paso a paso las instrucciones del maestro, quien les enseñaba cómo tratar el cuero para lograr figuras y la textura necesaria para poder concretar alguna artesanía que les sirviera para vender en un futuro.
a mano
Fabiola Flores, una de las mujeres que participó de este taller, manifestó que en el taller aprendieron a hacer todo a mano, por si no cuentan con la tecnología necesaria. "Igual nos enseñó con las máquinas, pero la prioridad es saberlas armar con lo que encontremos a nuestro alcance, en nuestros pueblos", manifestó.
Es que con los más de 25 años de experiencia de Gabriel en el ámbito de la enseñanza, sabe cuáles deben ser los pasos a seguir. Primero todo el trabajo de manualidad, sin indumentarias industriales, para luego enseñar con máquinas y con los químicos que ayudarán a la curtiembre de las pieles. "La talabartería es una profesión hereditaria. Mi abuelo y mi padre eran talabarteros, porque criaban animales y se aprovechaba el cuero para hacer diversas cosas, que eran vendidas por mi madre", contó el maestro.
Esa es una experiencia similar a la que tienen los ganaderos participantes de este curso. Liliana Challapa cuenta que ellos, muchas veces faenaban a los animales que crían, para venta o consumo personal y el cuero se botaba. "Para nosotros era un desperdicio nada más. Así que no lo aprovechábamos, se tiraba y no servía para nada. Algunas veces la gente se acercaba a comprarlo, pero pagaba mil pesos o dos mil pesos por él y se gastaba casi lo mismo o más en salarlo para que se secara, así que no convenía, por lo que se iba a la basura no más", dijo la participante del taller.
Ahora, este desperdicio es una nueva materia prima que servirá para dar un "plus" a sus ritmos de vida, como una nueva fuente de ingresos para las familias de ganaderos, donde principalmente las mujeres son las que están en la casa y cuentan con más tiempo para diversas labores.
Cuidados
A pesar de los años de experiencia de Gabriel Ríos, en El Tamarugal aprendió que no se pueden realizar los mismos métodos que en el sur del país o la zona central, donde también ha realizado talleres.
El gran sol que reina casi todo el año es capaz de secar de tal manera el cuero y las pieles, que al momento de ablandarlas para trabajar en ellas, se quiebran. "Acá todo el secado y la curtiembre se debe realizar bajo sombra, sino se arrebata y se pierde", explicó Ríos.
Los comienzos del trabajo de curtiembre comienzan con la elección del cuero, donde se escoge un pelaje firme y frondoso. Luego de eso se realiza el lavarlo muchas veces con detergente, hasta que el agua salga limpia, con el fin de sacarle toda la grasa, la que afecta al químico de la curtiembre y puede podrir el material.
Luego que se ha colocado el químico, se debe dejar secar el mismo. Tras eso, con ligas se le da suavidad al a la parte de la carnaza y luego se comienza a amasar para darle flexibilidad, hasta que deje de sonar. "Se escucha como doblando un papiro y cuando deja de sonar así, se guarda o se comienza a trabajar con él", expresó el maestro.
Si la idea no es ocupar el cuero en el mismo momento, una vez lavada la piel, se sala la parte de atrás y se deja secar, para luego enrollarlo, siempre con el pelaje hacia adentro, lo que permite que dure hasta cinco años ese utensilio. Y cuando se requiere usar otra vez, se moja antes de curtirlo.
Experiencia
En un principio, Gabriel Ríos creyó que más hombres participarían del curso, como ha sucedido en otras regiones de país. En cambio, la proporción fue de más de 70% de mujeres que fueron a aprender este arte, principalmente masculino.
"Yo venía con la idea de hacer cinturones de varios tipos, bolsos de hombre, pero al darme cuenta que las mujeres eran mayoría, cambié de idea y comencé con los monederos y los bolsos de mujer luego, para que ellas pudieran quedarse con la artesanía", dijo el instructor.
Eulalia Ticuna, de Huara, manifestó que este curso le ayudó en su crecimiento personal. "Nunca creí que podía hacer cinturones o un bolso con piel, de esos que una ve en las ferias artesanales y cree que venden muy caros, si yo tengo la materia prima necesaria en mi casa y sé que puedo tener algo a mi gusto o para vender".
Finalmente para Juan Barraza Sola, trabajar con el martillo, los cinceles diversos y hasta tener que coser los propios cueros, fue una experiencia increíble.
La idea de desarrollar el este taller llamado "Capacitación en curtiembre, confección y grabado en cuero" nació gracias al proyecto "Innovación, Desarrollo y Gestión para la Competitividad del Sector Ganadero de la Provincia del Tamarugal".
El proyecto pertenece a la Universidad de Los Lagos y que es financiado por el Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC), que otorga el Gobierno Regional de Tarapacá. J