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David Gilmour revive a Pink Floyd en inicio de gira

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La psicodelia de Pink Floyd sigue más viva que nunca. Así lo demostró en Sao Paulo la guitarra de David Gilmour, que trajo a su primera cita con Sudamérica, la noche del viernes, los acordes de la banda que lo catapultó al olimpo del rock.

Como si de un tributo se tratara, Gilmour recorrió las melodías del que fue, para muchos, uno de los grupos más influyentes del siglo XX. El mismo del que parecía renegar cuando aseguró, durante la conferencia de prensa previa al tour, que no tenía "ningún interés en volver a trabajar" con sus antiguos camaradas.

El ecléctico público del estadio Allianz Parque, formado por unas 40.000 personas, pareció agradecer la elección vociferando sin parar durante las más de dos horas que duró el concierto.

Sin embargo, el primer acorde del repertorio que Gilmour presentará luego en Curitiba, Porto Alegre, Buenos Aires y Santiago salió de "Rattle that rock", el tema que da nombre a su último trabajo, el responsable de que el legendario músico se deje ver a este lado del mapa.

Todavía no había empezado casi ni a sonar "Wish you where here" y el público ya había enloquecido al identificar la inconfundible huella de Pink Floyd.

Y aunque parco en palabras, Gilmour trató de hipnotizar a los asistentes con un éxito tras otro, como el archifamoso "Money".

El exguitarrista de Pink Floyd llegará al Estadio Nacional el 20 de diciembre con su nuevo disco "Rattle That Lock". Gilmour cerrará en el recinto de Ñuñoa su gira de cinco fechas por Sudamérica tras presentarse en el Hipódromo de San Isidro, en Buenos Aires. J

La solitaria Navidad

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Apropósito del nuevo estreno de "Star Wars", en 1978 el director Steve Binder se hizo cargo de un especial televisivo navideño que George Lucas detestó. La épica solemne propia de la saga era reemplazada por decorados kitsch, canciones pop y mensajes de prosperidad en el corazón del hogar de la familia de Chewbacca. Pero probablemente no había otra forma de colgarse a lo que en Estados Unidos fue una verdadera tradición televisiva desde los años 60. Hablamos en pasado porque los especiales navideños desaparecieron en las mareas de la sobreoferta satelital, se consumieron junto a la ingenuidad de la bienaventuranza navideña.

Ahora Netflix rescata el género, pero con un giro gracioso: "A Very Murray Christmas" -dirigida por Sofia Coppola- está protagonizada por el huraño e inexpresivo Bill Murray, lo que la vuelve algo "dickensiana" (no es casual que años atrás el actor haya protagonizado "Scrooged", basada en el libro "Cuento de Navidad"). Interpretándose a sí mismo, su tormento radica ahora en que debe animar un concierto navideño televisado, pero por culpa de una tormenta, nadie llega al Hotel Carlyle. Entonces se ve obligado a improvisar frente a butacas vacías, entonando villancicos sobre el piano jazzístico de Paul Shaffer (músico habitual de "El Show de David Letterman"). Un corte de luz generalizado provocará la cancelación del especial.

Murray se arrastrará entonces hacia el bar del hotel, donde seguirá cantando junto a personajes solitarios con los que se encuentra y bebe. El especial continuará en su cabeza mientras, alcoholizado, sueña con una gala ideal junto a George Clooney y Miley Cyrus.

Como todo auténtico especial de Navidad, "A Very Murray Christmas" se basa en las canciones. La mayoría son clásicos de temporada como "Jingle Bells" y "Let it snow! Let it snow! Let it snow!", pero también hay versiones de "Christmas (Baby please come home)", popularizada por Darlene Love; "I Saw the Light", de Todd Rundgren y ese villancico de los perdedores y marginados llamado "Fairytale of New York", de The Pogues. En el camino, Murray se encuentra con Michael Cera, David Johansen (el legendario vocalista de los New York Dolls), Rashida Jones, Jenny Lewis, Chris Rock, Maya Rudolph, Jason Schwartzman y la banda francesa Phoenix, entre otros. Juntos celebran una Navidad disfuncional que Coppola presenta con encanto y una clara referencia estética a los clásicos del género. Ya desde el afiche se percibe el guiño. Murray se parece a Bing Crosby, pero sin la sonrisa. Lo que esboza es más bien un leve gesto de hastío y confusión. J