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Artesanos cuentan cómo es vivir de este olvidado oficio

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Conocido como "El pueblito artesanal", la línea de puestos que están en playa Cavancha al lado del Casino guarda entre sus estructuras de madera varias historias que llegan a la raíz de la tierra porque en ellas hay vidas, sentimientos y el espíritu por lo sano.

Esa es la visión que tiene Soraya Guzmán, una artesana desde hace 15 años, quien dijo estar feliz y enamorada de su trabajo, en el que transforma objetos como las botellas y sus tapas en elementos decorativos en los que utiliza arena de la playa como sello personal.

"Nosotros le damos una identidad a la ciudad y al país. Más que ganar dinero lo que mostramos es que hay personas que se dedican a buscar algo representativo de Iquique", describió Guzmán, quien añadió que ella también se dedica a dar información turística en su local, ya que esto forma parte también de su trabajo como artesana.

Creaciones

Una de las características fundamentales de un artesano es que desarrolla sus creaciones sin la ayuda de máquinas o procesos automatizados.

"La facilidad del artesano es que de cualquier cosa hace arte. Mi idea es trabajar siempre con reciclaje. Al cliente le gusta esto porque reutilizo lo que la gente bota", contó Guzmán y agregó que existe una clara diferencia entre un comerciante y un artesano.

"Yo para poder recuperar lo que vendí tengo que estar tres días aquí o en mi taller. Es todo un proceso minucioso y detallista, en cambio el comerciante saca de su bolsa y vende el producto. Esa es mi lucha", manifestó Guzmán.

La artesana expresó que el valor de las manos del artesano está el esfuerzo, dedicación y tiempo y que esto es lo que ellos cobran.

Aporte

A través de su trabajo y de lo que ella califica como una 'buena conversación con el cliente' es que logra que sus creaciones sean atractivas.

"Mi aporte es cultura. Una cultura sencilla y austera donde yo puedo mostrar lo que hago. Esto es lo bonito", comentó Guzmán y añadió que su concepto de artesano es un artista de mente sana porque son creadores.

"En el fondo somos místicos; tenemos las manos y una conexión maravillosa con Dios. Traemos un mensaje de paz, amor y ahora yo le agrego felicidad. No necesito fumarme nada para sentir eso", manifestó entre risas.

Hacer con las manos

"Mi mamá un día me dijo: se habla con la boca y se trabaja con las manos. Esto lo aprendí de muy chico", recordó Juan Flores, uno de los artesanos que llegó a este lugar el 2009.

"Tenía 17 años cuando comencé en este oficio. Lo aprendí en la calle mirando a artesanos antiguos. Uno tiene que pasar por hartas cosas para poder aprender", refirió Flores.

El artesano dijo que recorrió diversas técnicas en las que perfeccionó su trabajo. "Debes aprender a trabajar con cuero, semillas. No se trata de una técnica porque quizás en unos cinco años más, usted podría verme trabajando en otra cosa", admitió Flores.

A su juicio son sólo diversas formas de su trabajo como artesano, ya que siempre están trabajando con sus manos.

"Si le pones máquinas ya no es artesanía. Quedan muy pocos artesanos buenos en Iquique", lamentó Flores, quien reveló que su trabajo le ha dado la posibilidad de pagarle los estudios a su tres hijos, quienes lo ayudaban en su puesto antes de graduarse como profesionales.

Autodidacta

A diferencia de Juan Flores, Pradelina Ormazábal no tuvo que ir a las calles a aprender su oficio, pues gracias a la ayuda de su hija se volvió una experta en convertir la sal en un producto de relajación gracias a la mezcla de aromas y colores.

"También son decorativas. Aprendí todo por internet hace unos ocho años, pero esto de ponerlas en botellas y con colores fue idea mía, ya que no lo saqué de ningún lado", refirió Ormazábal, mientras muestra sus productos.

Para lograr su trabajo tarda cuatro horas, entre teñir la sal y seleccionar los colores para embotellar. "Lo rescatable es que usamos cosas de aquí mismo de la ciudad y hay que aprovechar todo lo que tenemos en nuestra región. Además, me sirve como terapia también", concluyó esta experta del relajo.