Morir pollo
Llegando de Saturno, probablemente, el nuevo presidente de la Corte Suprema de Justicia, exclama que en Chile no hay corrupción empresarial ni política. Son casos aislados, dice.
Horas más tarde se suma a las colusiones del confort, de los medicamentos, de las avícolas, nada menos que la de los propios supermercados quienes comercian pollos en cantidades industriales.
Por años, sin cacareo y sin asco, sus elegantes ejecutivos, fijaron sobreprecios al pobre pollo, alimento básico para el 70% de la sociedad chilena que gana menos de 450 lucas.
Y entonces irrumpen cual saltarines de cama elástica y con cara fea de muy indignados por "el golpe al libre mercado", representantes de Palacio, del Congreso Nacional y hasta del mismísimo sector privado.
De suyo irrisorio. Justamente es en el parlamento, donde ellos tienen vasto poder, donde mantienen en estado soporífero desde hace 2 años la ley que castiga con cárcel efectiva de 5 a 10 años a sinvergüenzas de cuello y corbata que roban diariamente a los más pobres.
"Hay que morir pollo" parece ser la consigna en Valparaíso.
Gaspar Millas del Río