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La vida arriba del vehículo de un repartidor de comida en Iquique

Detrás del delivery existen personas que han tenido diferentes vivencias y expectativas. Un acercamiento a tres de sus protagonistas revela las condiciones en que operan para obtener sus ingresos y permanencias en el reparto de comida.
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Yerko Ocaranza

Atrás quedaron ya los tiempos en que para comer en un restaurante se debía ir directo hacias allá. Ello porque dentro del negocio de la comida ya es masivo el servicio de reparto, que permite llevar las mesas de los locales directo hacia las casas. En este punto, aparecen los repartidores, encargados de la distribución de los alimentos y cuya labor es cada vez más reconocida.

Estos repartidores reconocen que su función va más allá de repartir la comida, pues en el desarrollo de su labor también tienen distintas experiencias que que les generan nuevas motivaciones y proyectos dentro de los ámbitos públicos y privados.

Uno de los tantos trabajadores del área del delivery es Agustín Paredes, del local Telepizza ubicado en Tarapacá 399. Agustín explica que entró hace poco a emplearse en ese local, sin embargo, ya tiene una trayectoria de hace años por los ingresos y egresos de empleos como repartidor.

En su opción para desempeñarse como repartidor están las necesidades de su vida privada, obligándolo a buscar jornadas flexibles para cuidar a su hijo. "Había varias opciones (de empleo), pero buscaba un horario que me ayudara más que todo porque uno tiene familia y quiere descansar los fines de semana", expresa Agustín. Si bien esa era la idea original, confiesa que al final el tiempo es muy poco pues las jornadas de reparto van en constante aumento.

Otro caso es el de Luis Miguel Alfaro, dueño de Saka Sushi en Baquedano. En el camino para levantar su propio negocio, Luis Miguel reconoce haber invertido gran cantidad de horas de trabajo. El propósito de generar un emprendimiento a cuenta propia llegó tras un paso insatisfactorio por hoteles y restoranes. "La pega es para mí. Esa es la gran diferencia", dice.

César Contreras también tiene experiencia en el delivery. El 2010 repartía sushi con un amigo los fines de semana que tenía libre de su trabajo en el hotel Sunfish. Para César, quien llegó desde Santiago a Iquique hace seis años, subirse a la moto para repartir era rentable a pesar de tener que lidiar con esporádicas quejas de clientes por temas de demoras.

Dentro de sus asuntos personales, Agustín interrumpió sus estudios superiores en computación. Según él "estaba estudiando, pero uno conoce a los amigos, se compra un auto uno de joven", manifestando la emergencia de nuevos intereses que vinieron a interrumpir parte de su plan de vida. En cambio, en Luis Miguel, el ser cocinero y repartidor vino a coronar su plan de estudios de cocina internacional.

En el caso de César, cuando dejó de trabajar en Sunfish se dedicó sólo a trabajar de delivery. Tenía una hija y recuerda que en ese tiempo incluso salía con ella a hacer los repartos a particulares y restoranes. De acuerdo a su experiencia, la tarifa de los motoristas es de dos mil pesos hasta Inacap; pasado ese límite el precio sube a tres mil pesos.

En un nivel general, se puede constatar que el empleo de repartidor abre una nueva posibilidad de empleo, pero desregulado en muchos casos y con una fuerte composición juvenil.

En Agustín, su historia se hace conflictiva a la hora de organizar las horas del trabajo diario, en tanto que para Luis Miguel ser cocinero y repartidor se hace base para su independencia. El ser repartidor para César fue un paso transitorio desde su experiencia en el hotel hasta dedicarse a su propio negocio.

Para cumplir la función de repartidor es necesario conocer la ciudad y sus calles, pero también debe existir la precaución, pues Agustín reconoce que no va a las zonas que cataloga de peligrosas para el delivery, y se cuida pues ya ha sufrido asaltos durante su trabajo.

Otro de los problemas está en el alto tráfico de vehículos de la ciudad, donde deben lidiar diariamente con la congestión y otras dificultades.

El delivery llegó para quedarse en una ciudad que cada vez levanta más el teléfono para pedir que su comida llegue al hogar.

"La pega es para mí. Esa es la gran diferencia

Luis Miguel, dueño y repartidor de Saka Sushi

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