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La creadora tras las pizarras que dan calidez y estilo a Iquique

La diseñadora gráfica Emilia Guerra ha plasmado su arte en letreros de restaurantes, cafeterías y hasta en talleres de tatuajes. Asegura que nunca se dedicaría a otra cosa y que lo más importante es realizar con amor sus obras.
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Seguramente de un tiempo a esta parte usted, como muchos, ha visto o leído que la tendencia mundial apunta a recuperar lo antiguo, lo vintage, dicen los más rebuscados. Y seguramente ha visto también como Iquique, o más bien varios locales de la ciudad, han dado espacio a esta tendencia, pero con un toque de diseño, estética y color colocando en sus negocios bellos carteles hechos en pizarra, de esos que nos llevan a otras décadas, al almacén de barrio, al calor hogareño del negocio de la esquina.

La artista tras este chapuzón de color y recuerdos de infancia es Emilia Javiera Guerra Buhadla, iquiqueña de tomo y lomo, que encontró en las pizarras una forma de expresión y sustento.

Emilia tiene 33 años, dos hijos y una pareja con la que ha compartido 8 años y han conformado una familia a la que también se sumó su cuñado. Sebastián, su pareja, le dio la madurez del nombre Emilia dice, ya que cuenta que es madre sobre mucho y artista sobre todo. Pinta desde los 6 años y no concibe la vida haciendo otra cosa que no sea dibujar.

"Me niego a trabajar en otra cosa. Si nací con este don, por qué lo voy a malgastar en otra cosa, tengo que ser fiel a mí", dice con la convicción de alguien que decidió jugársela por algo que encontró de casualidad y que se las arregló para hacerlo encajar en su vida de madre, de esas que están siempre con sus hijos. "No puedo imaginarme dejando a mis niños, mi mamá estuvo siempre conmigo y yo les doy lo mismo a ellos" agrega.

Arte y maternidad

Como el arte y la maternidad son algo así como amigas y rivales, Emilia, la madura, se las ingenió para lograr trabajar en dos horas y dar rienda suelta a Javiera, la libre de mente. "Así nos enseñó a ser mi mamá, a mis hermanos y a mí. Somos 5 y todos dibujamos en distintos estilos, pero somos todos mamones, no hay día en que no vengamos a almorzar a la casa de mi mamá, no nos enseñaron a eso de ser profesional cuadrado, nos enseñó a ser más libres, más felices", manifiesta.

Emilia se la juega por ese tipo de maternidad, más libre, sin mucha tecnología, prefiere estar siempre para sus hijos por eso prefiere este trabajo, muy distinto o incomprendido quizás a lo tradicional.

"Me pasa con mis compañeras por ejemplo -estuvo 12 años en el tradicional Liceo María Auxiliadora- que las veo todas exitosas con lucas, con cuentas corrientes y cosas, y yo parezco una quinceañera pero yo elegí ser feliz y mis amigas me quieren así", expresa entre risas esta mujer de estatura baja y con mirada vivaz y gesticulación constante, amigable por naturaleza, características que usa para llegar mejor a sus clientes por lo que muchas veces "terminamos siendo amigos, los escucho, los conozco, veo sus locales y genero los diseños que necesitan, sin perder la esencia de sus estilos y eso siento que hace que las pizarras se integren a los espacios y los hagan más familiares como más acogedores", asevera.

Eso sí, el ser amistosa le ha dificultado ser más negociante con su trabajo: "muchas veces si me caen bien les hago descuento, pero tuve que aprender. Yo no tengo un presupuesto mensual ni un sueldo, sólo tengo esto -muestra sus manos-, yo me salvo con ellas" .

Compatibilizar no ha sido fácil pero hubo que hacerlo. "Me ordené con los tiempos. Creo en la noche, en las tardes hago el boceto y pinto las pizarras. Tengo la gracia de ser rápida, quizás por la misma presión de sólo tener dos horas o a veces un poquito más, pero son dos horas de entrega completa, pongo todo en las pizarras que hago, les pongo cariño y eso el cliente lo aprecia cuando ve terminado el trabajo, son como medio adictivas -ríe- me piden una pequeña primero y después me piden más. Ahí conocen y valoran la estética y belleza de lo hecho a mano", cuenta la artista.

Boca a boca

Hoy en día 179 locales de Iquique, entre restaurantes de todo tipo, cafeterías y hasta talleres de tatuajes cuentan con el arte de Emilia entre sus muros. Pero todo partió casi de casualidad. Por desesperación tenía dos caminos: o se volvía loca entre pañales o empezaba a usar su don para el dibujo y los conocimientos adquiridos como diseñadora gráfica .

"Me titulé y quedé embarazada poquito después, y no concibo dejar a los hijos para que los críe alguien más", cuenta.

Es así que una vez una amiga que sabía de su facilidad para el arte le pidió que le hiciera un cartel "con unas tizas de colores que encontré por ahí y así partió todo. Pura publicidad boca a boca, me fui profesionalizando y mejorando materiales. Hoy ya tengo materiales más pro. Hago de todo según lo que pida el cliente, si es un cumpleaños, un local, un matrimonio o decorativa, pero todo con sentido estético y calidez, tanto para el local como para quien verá la pizarra", relata.

En esa publicidad, a la antigua, por recomendación, Emilia ha encontrado un espacio para enseñar a valorar el arte. "Hoy no se valora mucho todavía, miran raro cuando cobras, pero siento que mis clientes han entendido que uno le pone corazón a lo que hace. Si yo estoy triste mi pizarra sale penca, los materiales son caros y escasos, pero hay una recompensa en la calidez que gana el loca. La gente se queda mirando los carteles y sabe que ahí hay preocupación, cariño y atención al detalle", asevera.

Emilia tiene aún harto que entregar, y su arte mucho más que mostrar. Su trabajo por ahora puede ser apreciado a través de Facebok y en los diversos locales que han elegido sus servicios para dar más calidez y calor de hogar. Como antes, a mano. A la antigua con tiza y pizarra.

"Me niego a trabajar en otra cosa, si tengo este don por qué malgastarlo".

Emilia Guerra,, diseñadora gráfica.

"La gente se queda mirando los carteles y sabe que hay preocupación, cariño y detalles

Emilia Guerra

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