Don Tocho: El vendedor de amor, perdón e ilusión de Iquique
Lleva más de 40 años dedicado a la joyería. Ha visto y escuchado las más tristes y hermosas historias de amor de los iquiqueños. De sus clientes no da el nombre, los guarda como secreto de confesión. Aquí cuenta el milagro pero jamás el santo.
Lleva más de 40 años dedicado al rubro, y han pasado por sus manos una gran cantidad de corazones ilusionados, enamorados, rotos y reconstruidos. No es cardiólogo, sino joyero y ha sido participe de cientos de historias de amor en Iquique. Eso sí, los nombres de sus clientes se guardan como "secreto de confesión". Se trata Luis Gamboa Silva (65), orfebre de oficio y propietario de la joyería La Tirana que lleva más de 36 años "vendiendo amor, ilusiones y perdón", cuenta entre risas.
"El Tocho", como lo conocen, es un hombre afable, de sonrisa fácil y que no se hace problemas por nada. Debe ser por eso que sus clientes le cuentan las historias que motivan las compras por amor y/o perdón.
"El perdón más caro que hemos vendido fue de dos millones 800. Fue una pulsera, el condoro fue grande porque ni chistó a la hora de pagar -ríe- pero en su mirada se notaba el dolor".
Es frecuente el perdón en este local, tanto que tienen una vitrina especialmente dedicada con las joyas más vistosas e impactantes. "En todo caso las mujeres no se quedan atrás y también piden perdón, eso sí más con relojes por ejemplo", cuenta el joyero.
De Amor y Odio
Ha visto y oído las peticiones y regalos más increíbles, así mismo las "anécdotas" no son pocas. "Una vez vino un señor, por ahí por el '83 o '84, me dio los nombres que quería grabar en las argollas, me llamó la atención porque lo pidió de un día para otro, los pagó y todo. Hasta ahí todo bien, y al otro día temprano estaba revisando el diario y resultó que había asesinado a la mujer a la que le iba a pedir la mano, quedé helado y ahí tuve los anillos, guardados por años y nunca nadie vino a reclamarlos", confiesa.
Otra historia que le quedó grabada a Don Tocho, como le dicen sus clientes más antiguos, fue la "de un caballero que terminó muy mal. Él llegó a la joyería y mandó a hacer las argollas de matrimonio, se casaba en una semana más. Las pagó y me dijo que él viajaría a Santiago y a la vuelta las pasaría a retirar, debía ir por un papel. Antes muchas cosas sólo se podían hacer en Santiago, pero nunca apareció. Viajó por su trámite y cuando iba cruzando por Santa María, una avenida grandota, lo atropellaron. Quedó tirado ahí un día entero, nadie lo ayudó y cuando lo encontraron lo mandaron a un hospital, estaba sin ningún documento ni nada y quedó internado en un hospital en coma por varios meses postrado. Pasaron como dos años, la cosa es que llegó a Iquique y lo primero que hizo fue venir por sus anillos labrados bien bonitos, para ir por su amada. Llegó con muletas bien a mal traer, la pasó mal. Se fue del local súper contento porque aún le teníamos sus joyas. El problema fue que cuando encontró a la niña, estaba ya casada con hijos y todo, y eso lo mató. Pensaron que se había arrancado. Hasta el día de hoy lo encuentro pidiendo plata en la calle en Amunátegui con Tarapacá. Le doy una moneda, conversamos un rato. El hombre lo perdió todo", relata Gamboa, quien agrega que nunca supo cuál fue el destino de los anillos.
Ilusiones
El Tocho ha visto pasar ante sus ojos los cambios de la sociedad. "Antes era todo más formal, más frío. Yo diría que desde hace unos 15 años la cosa ya está más creativa, se atreven a hacer locuras de amor, ahora la gente ya no se reprime. Dicen y hacen lo que sienten, así mismo es más fácil que las cosas no se concreten -dice entre risas-. Ya con los años uno ya sabe lo qué pasará cuando vienen para acá las parejas de pololos a pedir las ilusiones. Dejan una bicoca (abono) y no las hago hasta que vuelven por segunda vez. Como ya afiné el ojo, nos pasó varias veces que venían y entre medio se acababa la cosa y ahí quedaban", cuenta.
Con los arrepentidos ya tiene experiencia. "Llegan con los anillos de vuelta. Como ya es un trabajo hecho, lo que hacemos es que les recomendamos que los funda que se hagan otra cosa, es hasta terapéutico", asevera con una sonrisa en el rostro.
También están los que mezclan el perdón con petición de matrimonio: "Esa no es muy mala combinación. Una vez un compadre se había peleado con la polola, mandó a hacer un anillo de brillantes viajó a Calama con el tremendo regalo a pedirle matrimonio a su polola. Le dijeron que no, casi se lo tiran por la cabeza y porfiado insistió como cinco veces. Después llegó acá, como un año después con que quería devuelta la plata". Eso sí, asegura el joyero, que le fue mal, ya que "hay una mano de obra detrás, horas hombre, un pulido, es harta la pega".
Reincidentes
En la joyería se ven hartas cosas llamativas, pero lo que no es raro es que un divorciado se case de nuevo. "Todos los divorciados se casan de nuevo, tengo clientes a los que les he hecho como 4 veces argollas para distintas parejas, todos recaen", declara con certeza.
"Todos encuentran su media naranja, como que le gusta a la gente estar en pareja, sentirse casados, aunque no lo hagan legalmente. Hay parejas que sólo conviven y mandan a hacer argollas de matrimonio para usar", expresa el orfebre.
Muchas veces los clientes piden los anillos personalizados. "Una vez hicimos unas con un puzzle que se encajaban, unos pingüinos y hasta de Star Trooper, hay de todo, y cada oveja con su pareja. Los más católicos dicen que a nadie le falta Dios, es lo mismo con el amor, a nadie le falta, se acaba, pero siempre reaparece y si lo quieren simbolizar aquí nosotros los esperamos para llevar sus ideas a la materia. Cómo cuidan ese amor, es cosa de cada uno, pero el anillo será bien bonito", asegura convencido.
De retirarse Don Tocho ni habla, se ríe y cuenta que trabajará hasta que pueda. "Me gusta lo que hago, lo paso bien, y se ve cada cosa, cada historia que me entretiene mucho mi trabajo". Y si se le pregunta directo ¿cuándo se va a retirar? Se ríe y dice "hace 8 años atrás".
De seguro que le quedan varias historias que escuchar y quizás cuantos anillos que hacer. Total dice: "enamorados nunca van a faltar y anillos para ellos tampoco".
"Vendemos amor, perdón e ilusión. El perdón siempre es más caro".
Luis Gamboa Silva,, joyero propietario de joyería La Tirana.