La joven que sigue la tradición familiar de los bordados a mano
Una de las características más destacadas de las fiestas religiosas realizadas en Tarapacá, está en los atractivos y coloridos trajes de los fieles que cada año invierten altas sumas de dinero en su confección. Sin embargo, más allá de lo económico, está la delicadeza en su confección, especialmente en las aplicaciones de gran detalle.
Tras ese trabajo se encuentran las jóvenes manos de Michelle Guzmán Córdova de sólo 22 años, quien, desde que recuerda, comenzó a aprender este oficio de su abuela, Lucinda Tapia, convirtiéndose más adelante no sólo en su aprendiz, sino en su compañera de trabajo. Mientras Lucinda se dedica más a la confección, Michelle encontró su pasión en las aplicaciones de los trajes.
"Es un trabajo lleno de detalles, muy delicado, en el que me puedo demorar hasta tres semanas, por ejemplo en una capa, pues se trabaja el diseño con el cliente, y luego se borda cada detalle a mano, se coloca cada mostacilla, es de mucha paciencia y dedicación", cuenta la joven respecto a su trabajo.
"Mi abuela toda la vida se dedicó a la costura, ella es modista. Yo aprendí el oficio, y aunque quería estudiar, no me di cuenta cómo pasó el tiempo, y ya llevo muchos años aquí. De hecho, mi abuela se radicó en Quilpué y para las fiestas se viene a trabajar. Ella confecciona los trajes y yo las aplicaciones. Durante el año yo me mantengo trabajando, hacemos de todo, no sólo los trajes, pero mi fuerte son las aplicaciones más que la confección", relata Michelle.
Este es un trabajo de gran detalle y tiempo. "No se puede lograr un buen trabajo de un día para otro", dice, algo que tienen claro sus clientes. A estas alturas del año "han venido algunos para empezar a conversar más o menos lo que quieren para ir a bailar, eso sí, aún no parto de lleno con esos trabajos, porque es época de escolares y estamos a full trabajando con ese tema", reconoce.
Valores
El trabajo que realiza Michelle en su local ubicado en la Feria Persa, en el centro de Iquique, ha sido reconocido por su clientela que la acompaña desde hace muchos años.
"Igual nos han venido a sacar fotos y a hacer notas de medios nacionales, pero para nosotros es más una tradición familiar. Obvio que es un trabajo, vivimos de esto, pero es lo que hizo toda la vida mi abuela, es lo que yo aprendí desde chica, es lo que hace mi familia", asegura la joven, quien producto de un robo, perdió los registros fotográficos de gran parte de sus trabajos, que al ser hechos a mano, son piezas únicas e irrepetibles.
Estos trabajos, entendiendo el tiempo de dedicación que requieren, pueden partir desde los 120 mil pesos, sin embargo, cada valor es conversable, según los requerimientos del cliente y materiales a utilizar.
Como cada año, Michelle Guzmán junto a su abuela Lucinda Tapia, comenzarán los preparativos para iniciar las labores de confección y bordado de los trajes, que a través del arte de estas mujeres, engalanan su fe y devoción y convierten a los bailarines en figuras altamente fotografiadas gracias al colorido de sus vestuarios.