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Educadoras extranjeras cuentan cómo es la enseñanza en Iquique

Aunque Nidia Cabrera y Cielo Pari son de distintos países, ambas coinciden en que los niños son iguales en todas partes. La única diferencia para ellas está en la parte cultural. Lo que muchas veces, los hace actuar distinto.
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Mariela Cabello Venegas

"Los niños son niños en cualquier parte del mundo", es la frase que une a dos educadoras de párvulos extranjeras que, dejando sus países de origen para tener mejor perspectiva de vida, actualmente desempeñan sus labores profesionales en Iquique, dando rienda suelta a su vocación y olvidándose de los prejuicios que podrían haberles afectado en un principio el no ser chilenas.

Se trata de Cielo Pari, de Perú, que trabaja en el jardín infantil Dudú y Nidia Cabrera, de Colombia, que se desempeña en el colegio Obispo Labbe y en el nuevo centro abierto infantil para niños migrantes Marillac. Ellas, desde su perspectiva extranjera, explicaron cómo resulta educar en Chile y la diferencia entre los niños de sus países y los de Iquique.

Las historias de estas migrantes se unen y se separan por momentos. Cielo Pari realizó sus estudios básicos y medios en Tacna y luego desarrolló su educación superior en Chile, a solicitud de su madre. En tanto, Nidia realizó toda su formación en Bogotá y llegó a Chile pensando en mejores perspectivas para su familia, pero con el sueño de poner un restaurante de comida colombiana en Iquique. "Ese fue mi primer planteamiento. Yo legalicé mis documentos de educación y cuando llegué acá, fue un golpe muy fuerte al saber todo el trámite del Servicio de Salud y segundo los arriendos, inalcanzables para el dinero que uno trae desde fuera. Así que legalicé mi título en Santiago, son bien exigentes, si te falta algo no te tramitan", indicó.

Los niños

Consultada si los niños chilenos son diferentes a lo de Perú, Cielo mencionó que la diferencia es lo que la cultura les impone. "Generalmente en Perú, por lo que veo, son más apegados a las normas, (son) de saludar, despedirse. En cambio acá hay más libertad, es como 'deje que juegue'. Los niños aquí saben bien sus derechos y que se les debe respetar, así como no me grites o por qué me miras así. Aunque los niños son niños y tienen las mismas formas de sociabilizar. Saben lo que quieren, saben lo que hacen", señaló.

Asimismo, Nidia comentó que educar en Chile es una tarea ardua, pues si bien "todos los niños son iguales en todas los países, nuestras costumbres y tradiciones son distintas. Nosotros (los colombianos) tratamos de mantener mucho más los valores de casa. Se inculcan desde muy pequeñitos, cosa que aquí no ocurre tanto porque muchas veces no respetan a los papas, pocas veces van a respetar a las educadoras".

Otra de las diferencias que advierte Nidia, es que en Chile el ministerio -en caso de prekinder y kinder- entrega los lineamientos de lo que se debe hacer. En cambio, en Colombia se trabaja por dimensiones y la idea es tratar de desarrollar y explorar lo más posible esas dimensiones como la creatividad o la expresión corporal.

"Allá tienes que buscar recursos, pensar (…). He tenido diferencias con mis colegas porque me dicen, ¡no hasta aquí no más! Yo digo por qué no sacamos leyendo a los niños en kínder si en Colombia salen leyendo. En primero se perfeccionan y en segundo tienen comprensión de lectura, pero aquí en segundo estamos titubeando recién para leer. Esa es una de las cosas que critico. Claro que acato las normas que hay aquí y lo que dicen los jefes, pero he tenido oportunidad con UTP para darle más (educación) al niño", sostuvo.

Discriminación

En cuanto a la discriminación por ser extranjeras, Cielo dijo que nunca sintió esto por parte de sus jefes, compañeros ni nadie, pero una vez alguien me dijo "tú de qué parte de Perú eres, tú no pareces peruana porque no andas con trenzas ni faldas. Y yo le dije si allá también venden ropa. Ella tenía una visión más lejana de lo que era Tacna, no estaba tan apegada la realidad de cómo es ahora".

La docente peruana agregó que en un comienzo de su carrera pensó que la discriminarían por su nacionalidad. "Quizás iban a decir la tía peruana, le va a enseñar a decir otras cosas. Pero en realidad siempre fue buena la acogida de los papás. El estar con los niños, el impartir conocimiento para mí fue de lo más rico", dijo.

En ese sentido, Cielo aclaró que por esta situación lloró al principio porque sentía mucha exigencia, y posteriormente tomó el ritmo. "En esta carrera se debe pulir las habilidades blandas. No es como hacerlos jugar, sino que estar una jornada completa es difícil mantener el ritmo. Los niños toman la masa y cinco minutos se aburren. Siempre (hay que) estar pendiente de sus aprendizajes, no es fácil", acotó.

Respecto a la discriminación, Nidia comparte con Cielo no haber sufrido mucho al respecto, ya que siempre donde va se presenta e indica cuál es su nacionalidad. "Donde llego soy bien recibido y mis colegas me han ayudado y me han apoyado. Además, si yo no hablo no se dan cuenta. Tal vez por el color de piel. Yo estoy agradecida del país porque para mí Chile ha sido una oportunidad. Colombia tiene una buena calidad de vida, pero en Chile te dejan trabajar como profesional", sentenció la profesora del colegio Obispo Labbé.

La realidad migrante

La educadora contó que asumió como un reto el participar como profesora de párvulos en el Centro Abierto Infantil para niños migrantes Marillac. "Yo le digo estos niños, que son diferentes. Primero porque vivieron la misma problemática que yo de llegar de otro país", adujo.

Para Nidia, este trabajo le permitirá contribuir con un granito de arena y "ayudar a muchas compatriotas. Pues la migración es una realidad para todas las que venimos buscando un sueño, una realidad diferente. Para mí es un sueño. Es poder ayudar a un niño que está irregular, que ningún colegio recibe, que la mamá deambula por la calle y que dice: ¡ tía no puedo trabajar, no tengo con quien dejar al niño! Un lugar seguro".

En este sentido, comentó que el migrante llega y arrienda una habitación, "entonces en esa habitación el niño permanece encerrado y el niño cuando va al colegio es hiperactivo, ya que quiere correr, quiere explorar. Entonces muchos de mis colegas no entienden esa realidad y yo la entiendo porque soy migrante. Este lugar y este espacio es una oportunidad para que sean felices, van a tener su espacio, ellos van a ser dueños y señores".

"Nosotros tratamos de mantener mucho más los valores de casa. Se inculcan desde muy pequeñitos"

Nidia Cabrera,, educadora de párvulos del colegio Obispo Labbe y Centro Abierto de Niños Marillac