El Domingo de Ramos inaugura la masividad de los fieles nortinos a los templos cristianos. La tradición católica de la región muestra el recogimiento, pero a la vez, la renovación de los pactos entre la deidad y el individuo. Mas, las características han cambiado, de hecho en la región se ha hecho presente la fiesta de Cuasimodo que no es endógena de Tarapacá y que responde a la inmigración centro sur chilena y demuestra que la Fe, no tiene fronteras regionales.
El fiel, que asiste lo hace con la culpa que hereda de su formación ideológica por siglos, el golpe en el pecho, descrito en el evangelio de San Lucas, dice que se vive el tiempo santo, de respeto a la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
El ramo de olivo, propio de Semana Santa, no sólo es una demostración tangible del saludo de Jerusalén, sino también es un detente del mal, que la religiosidad popular, lo ha transformado en escudo ante la maldad y por ello, se cuelga en la puerta y según la tradición, se debe quemar una vez reemplazado, para que el mal, retenido, sea consumido por el fuego, el mismo que purifica, tal como lo hace el incienso y el sahumerio, que es el incienso del mundo popular. Por tanto, son expresiones micro cotidianas de la lucha entre el bien y el mal, que ocurren en el común de los nortinos y que se heredan desde la época bajo medieval, como la veneración de las reliquias religiosas y el ramo en sí, se transforma en ello una reliquia, que tiene un detalle que es la cinta roja, la misma que detiene el mal en los bebés y que se acompaña de medallitas de la Virgen del Carmen o de San Benito de acuerdo a la Fe de cada uno y de plata, dado que ésta demuestra el mal y el llamado mal de ojo.
El fin de semana de recogimiento que duró siglos da paso a la irrupción capitalista y su ofensiva neoliberal, el capitalismo no permite el ocio y con ello, necesita del gasto y su consumo. Es una expresión profunda de la tesis de M. Weber, claro que con el acento en la individualidad del placer.
Paradójicamente muchos de los comerciantes de las ofertas de Semana Santa son cristianos, pero en los tiempos de la vorágine del consumo, se dispensan de la Fe y lo profano del dinero, ese mismo que la Iglesia condena en la usura medieval, tiene excepciones, como las tienen los que dirigen las instituciones de la religión cristiana, por ello, conviene no sólo predicar las enseñanzas del Maestro de Nazaret, sino también practicar lo que decía.
"El fiel, que asiste lo hace con la culpa que hereda de su formación ideológica".
Patricio Rivera Olguín, historiador UTA.