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El segundo piso del mercado: Un tesoro culinario escondido

Locatarios cuentan que los iquiqueños se quedan con el entorno y no se dan el tiempo de descubrir las maravillas del mercado Centenario en el centro de Iquique.
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Una decena de cocinerías se encuentra en el segundo piso del mercado Centenario de Iquique, entregando una oferta gastronómica de buena calidad, atención amable y buenos precios. Pero lo que se pensaría como un punto de encuentro iquiqueño, es, a juicio de los propios locatarios y clientes, "un tesoro oculto".

Así lo reconoce Juan Rodríguez, trabajador que enviudó hace algunos años y que desde entonces ha hecho del mercado su lugar para comer y almorzar.

"Me gusta venir, porque es económico y tranquilo, andan de vez en cuando algunos cantantes, no tienes que andar pendiente de que te vayan a robar, uno viene y es tranquilo, es limpio y seguro, y lo mejor es que la comida es rica y económica. Por 3 mil pesos uno se puede comer un menú completo, es como una picada de las antiguas, como un tesoro", cuenta, mientras espera su entrada, una abundante cazuela de ave que, al recibir, comenta como salido del alma: "Con esta quedo listo hasta la noche", mientras toma la cuchara y la sumerge en el fragante caldo preparado en el local Shalom, uno de los diez restaurantes ubicados en el segundo piso.

Locales

Además del Shalom, están el Lalito II, Donde Iván, El Ángel, Don Francis, La Toyita, Pampa y Mar, Rosita, El Rincón Sureño y los Hermanos Catalán Bleck. Todos con una oferta basada en comida casera, abundante en caldos, pescados y mariscos, preparados a diario desde temprano con los más frescos productos, esperando ansiosos que los iquiqueños los "redescubran".

Según Edith Cortés, encargada de local El Ángel, que lleva cerca de 35 años instalado en el mercado, su clientela es súper variable, pero lo principal es la familia, porque busca alternativas económicas. "También trabajadores, gente de trabajo en general. Eso sí, cuesta que suban, piensan que los únicos restaurantes son los de afuera, y no es así. Acá arriba habemos más... y bien ricos", comenta risueña.

Edith cuenta que para combatir el abandono se han visto obligados a implementar estrategias y convencer al cliente.

"Tenemos que contratar a las personas que están afuera del mercado invitando a la gente que va pasando a subir, así lo hacemos, es lo que más nos ha resultado hasta ahora, pero igual es un sueldo más. La gente no lo hace gratis, es su trabajo", reconoce.

Una de las trabajadoras que se desempeña como "enganchadora" es Esther Jofré, quien lleva más de diez años en este oficio, pero desde antes se mueve en el mercado, pues su madre también trabajaba en él.

"No es un trabajo fácil, igual hay que reconocer que no hay publicidad y por eso la gente no sabe lo que hay arriba, se quedan con el entorno del mercado, que igual se ha ido mejorando de a poco", dice muy segura ya que conoce el sector desde niña.

Gracias al trabajo de "enganchadora", Esther y otras siete personas cuentan su ingreso mensual fijo. Ellas conocen su producto, los menús que ofrecen y las ventajas de sus comidas, así que cuando ven a un posible comensal se abalanzan con ese balde de información esperanzadas en que su opción sea la elegida, y un nuevo cliente se pueda sorprender con los maravillosos sabores, olores y colores presentes en cada plato.

Clientes

"Aquí hay de todo tipo de gente, chilenos, extranjeros, ricos y pobres. Lo que tenemos en común todos, es que tenemos hambre", cuenta el joven Rodrigo Escalona, estudiante de pedagogía de la Universidad Arturo Prat, que prefirió a Don Francis "con un pescadito frito para pasar la caña", dice entre risas, agregando que "además es barato, uno viene y las tías te atienden súper bien, uno aquí paga lo justo. Aquí un plato así con una entrada me sale 3 lucas. ¡Te pasas de 'pavo' si pagas 8 lucas por el mismo plato en otro lado!, pero hay gente que lo hace, y ni sabe lo que se pierde", expresa muy seguro de la opción elegida.

Promoción

"Aquí falta que la gente se atreva a venir a estos lugares. Los de turismo puro que promueven la playa y la Zofri, pero deberían vender estas partes también. Aquí uno viene y es bonito, es limpio, te atienden bien, uno puede venir con los niños sin problemas, es mucho mejor que llevarlos a un mall a comer puras frituras que más encima te salen un ojo de la cara. Aquí es más familiar, nadie te pone mala cara si pides un plato y le preparas uno a tu hijo, es sencillo y seguro", cuenta Camila Barraza, quien junto a su esposo y sus dos hijos prefieren cada cierto tiempo disfrutar del almuerzo en el mercado Centenario.

Esta visión es compartida por los trabajadores de los locales, pues en general, coinciden en que deberían contar con más apoyo de las autoridades, para que "la gente sepa lo que hay aquí. No sólo están los curados del sector y la escuela Santa María. Hemos tratado de que nos ayuden con ese tema", afirma la señora Berta Marín, quien inmediatamente aclara que "aquí en el segundo piso no entran curaditos y nuestros clientes pueden venir tranquilos a disfrutar de un almuerzo rico y económico con su familia".

Por ahora los históricos locatarios del Centenario continuarán su rutina de brindar buen servicio y mejor comida a quienes acepten la invitación a esta oferta gastronómica con las 3 B (buena, bonita y barata) que ofrece el segundo piso del mercado de Iquique que es un lugar limpio, seguro y dispuesto a recibir a la familia iquiqueña y a cuanto turista quiera conocer y enamorarse del sabor de los ricos platos que ofrecen durante todos los días del año.

"¡Te pasas de 'pavo' si pagas 8 lucas por el mismo plato en otro lado!, pero hay gente que lo hace".

Rodrigo Escalona, estudiante de la Unap que prefiere las cocinerías del Centenario.