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El pecado original

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Muchas veces me he preguntado ¿qué sería de nuestras vidas, si Adán y Eva no hubieran desobedecido? Obviamente, que todo sería totalmente diferente.

No nos ganaríamos el pan de cada día con el sudor de nuestras frentes ni las mujeres darían a luz con dolor.

Lo tendríamos todo sin mayor esfuerzo y todos seríamos felices. Además, seríamos eternos, es decir, solamente habría nacimientos y no muertes, lo que significaría una superpoblación que el globo terráqueo no sería capaz de soportar. Sin embargo, al mirarlo desde la perspectiva actual, todo lo que hoy vemos, tenemos y disfrutamos, no existiría, pues no tendríamos necesidades y nuestras entretenciones serían otras.

Si tuviéramos que elegir ¿qué elegiríamos?

Jorge Valenzuela Araya

¿Y por qué no en vida?

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Ante las innumerables declaraciones de personalidades políticas, autoridades y público en general llenas de agradecimientos por las gestiones en bien de Chile. Por la marcada afición al servicio público, de ensalzarlos como personas excepcionales, abiertos al diálogo constructivo, generosos con su entrega en bien del otro, siempre buscando soluciones a los entuertos que frenan la felicidad de la ciudadanía, sólo preocupados del bien general en desmedro del personal y quién sabe cuántas frases más por los chilenos conocidos recientemente fallecidos.

Porque si en nuestro querido Chile se tienen a estas personas de tan alta estima, de características inmejorables, sin parangón, que todos los días se levantan al salir el sol, igual que todos, con el solo fin de "ponerle el hombro" a favor del bienestar nacional, para ayudar a todos los chilenos sin excepción, entonces ¿por qué aún hoy, no se pueden crear las condiciones para que nuestro querido Chile sea más solidario, más equitativo y más lleno de oportunidades?, ¿por qué no se ensalzan a todas estas personas iluminadas, pero en vida?, sí en vida.

Eso es lo que da para pensar, ante tantos talentos que se les destacan solo al morir a estos chilenos o son solo las palabras de homenajes póstumos que forman parte del protocolo, del "Manual de Carreño", de lo que se debe decir en esas tristes circunstancias, es decir "puchas que era bueno".

¿De verdad son todos tan buenos en vida?, ¿por qué existen tantas dificultades para decirle a alguien en vida cuánto vale como persona, de lo valioso de su aporte?, ¿si son todos tan buenos y prolíficos en vida, por qué no son capaces de ponerse de acuerdo y solucionar todos los engorros de nuestro querido Chile?

Quedan como preguntas que esperan tener sus respectivas respuestas, basadas en la cruda realidad y no como parte de lo que dicta la conciencia.

Luis Enrique Soler Milla