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Trabajadores que ganan el sustento con labores inusuales

Operador de grúa, un enfermero de reanimación y zapateros remendones comparten su día a día.
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Ximena Araya Monroy

Este domingo se celebra el Día Internacional del Trabajador, una fecha que recuerda la lucha histórica por mejores condiciones laborales e Iquique bien sabe de esto, al constituirse en la cuna del movimiento obrero en Chile.

Herederos de este empuje y tradición son los miles de trabajadores de la región que día a día se levantan temprano para llevar el sustento hasta sus hogares, algunos de los cuales desempeñan labores poco convencionales, pero que son vitales para el día de hoy, mientras que otros se esmeran en preservar una tradición.

La ciudad cada vez más se llena de edificios y una pieza fundamental en este proceso es Arturo Godoy, quien es operador de grúa torre, por lo cual está capacitado para transportar los materiales de construcción de estas megaestructuras.

"No cualquiera está en el puesto que estoy yo", afirma con humildad, ya que constantemente debe sortear una serie de exámenes cardiacos, de altura, vista y audiometrías, que constaten que su salud es compatible para trabajar a varios metros de altura.

Así lo hizo cuando se desempeñó a 515 metros de altura en la construcción del Costanera Center, el edificio más alto de Latinoamérica, ya que una característica de su especialización es que le permite moverse por diversos puntos del país.

Precisamente así llegó a Iquique en el 2013, ciudad donde le tocó vivir la experiencia más impactante de su trayectoria laboral, que le permitió medir su templanza.

El 1 de abril de 2014, Arturo estaba en la grúa trabajando en la construcción de un edificio de 22 pisos ubicado en Calle 1 frente al Unimarc de Bilbao. "No pude bajar, tuve que quedarme arriba, tuve que armarme de valor y paciencia y encomendarme al de arriba", resume sobre esos minutos que para él fueron los más largos de su vida.

Pese a esto se declara un enamorado de su trabajo, que califica como solitario, pero que le permite contemplar cosas que los demás no pueden conocer.

Con los mismos nervios de acero debe contar Héctor González Vera, un enfermero reanimador del Samu de Iquique, quien también vive experiencias límites en sus turnos, debiendo asistir a heridos en balaceras o accidentes, donde el tiempo de respuesta es clave a la hora de salvar la vida de una persona.

"Esto es sacrificado por la familia porque hay que dejarla un poco de lado porque muchas Navidades y Años Nuevos tenemos que trabajarlos", expresa Héctor, una situación que en su caso es más fácil de sobrellevar, ya que su señora se desempeña en la misma área.

Pese a esto, Héctor también afirma que vibra con su labor, ya que a diario pone a prueba todos sus conocimientos precisamente para estabilizar a pacientes hasta su llegada al hospital.

Fue una de las primeras camadas de enfermeros reanimadores, cuya preparación afirma es sumamente exhaustiva ya que responden a un nuevo concepto de atención que es actuar en el lugar de la emergencia, por lo cual le toca tratar infartos, traumas y otro tipo de situaciones donde la vida está en riesgo, razón por la cual como requisitos deben contar con dos años de experiencia tanto en urgencia como en la UTI, además de aprobar diversos cursos de instrucción.

Uno de los procesos más difíciles que le tocó enfrentar como enfermero Samu fue precisamente la muerte, ya que al hospital solo llegan los heridos. "A mi me afectó cuando recién partí... la primera vez cuando veo a una persona atropellada... estuve una semana con dolor de cabeza fue una impresión grande", refiere.

Con el paso de los años aprendió a enfrentarse a esto creando una coraza, la cual a veces se pone en jaque cuando hay menores involucrados.

No todos son sinsabores, ya que constantemente le toca vivir experiencias sumamente gratificantes. "Cuando me toca atender partos es muy lindo, ya perdí la cuenta cuántos he atendido en estos años o cuando una familia te agradece porque sacaste a alguien de un paro", resume con una sonrisa en el rostro.

Finalmente menos adrenalínico, pero no por eso poco apasionante, los zapateros remendones se esfuerzan cada día por mantener un oficio que cada vez más va en retirada con la irrupción de los zapatos chinos y el concepto de lo desechable. Pese a eso, en la ciudad cerca de siete trabajadores siguen desarrollando esta labor.

Uno de ellos es Román Vargas de 67 años, dueño del taller de calzados Jenny, quien recuerda como si fuera ayer cuando hace 47 años llegó a Iquique cargado solo de una maleta y acompañado de su señora a punto de dar a luz.

Sobre su incursión al oficio, Román relata que "vine de Coquimbo a probar suerte y comencé barriendo en un taller de calzado y después uno empieza a intrusear con los maestros".

Fueron entre 5 y 6 años, los que tardó en dominar el oficio, aprendiendo a confeccionar calzado nuevo a la medida y a repararlo. "No ha estado muy bueno porque ha aparecido el zapato plástico, pero nuestro trabajo no se termina nunca porque siempre nos mandan a hacer zapatos y plantillas ortopédicas, botas para La Tirana", afirma Román, quien siente nostalgia al ver que nadie de su familia continuará con su oficio, que a él le dio todo. "Cada vez van quedando menos maestros, antes en las cárceles le enseñaban a los presos a reparar calzado, eso se perdió, deberían retomarlo para que salgan con algo o aquellos jóvenes que no están interesados en estudiar", reflexiona Román mientras exhibe un aparador lleno de hormas de zapato.

Misma opinión entrega su compañero José Espinoza, quien hace 33 años llegó a Iquique desde la Séptima Región donde se desempeñaba en la fábrica Jarman.

"Empecé a los 14 años, mirando a una persona que trabajaba en esto y comencé con el aparado del calzado que es cuando uno lo corta y lo cose", relató, mientras luce con orgullo las botas que confecciona para La Tirana.

"No pude bajar... tuve que encomendarme al de arriba"

Arturo Godoy, operador de grúa torre cuando le tocó enfrentar el terremoto de 2014

"Cuando me toca atender partos es muy lindo

Héctor González, enfermero reanimador del Samu

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