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La terapia de regresión: un insólito viaje hacia el pasado

La sesión con el psicólogo Óscar Mura me mostró que hace unos siglos atrás estuve en una guerra y fui un reconocido soldado. Aquí comparto parte de mi experiencia.
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Pamela Vallejos Riquelme

Una experiencia que sin duda nunca olvidaré y que me ayudará a comprender parte de mi personalidad, es la que viví tras una sesión de regresión realizada por el psicólogo Oscar Mura, experto en hipnoterapia y que por estos días está realizando terapias en Iquique.

La cita era a las 18 horas en un departamento donde se está quedando el especialista, a pocas cuadras de Playa Cavancha. Junto al reportero gráfico del diario llegamos al lugar y mientras subíamos en el ascensor al piso 16, le hacía saber lo nerviosa que estaba.

Al llegar al departamento nos encontramos con un hombre simpático y que nos esperaba con el inmueble transformado en una verdadera sala de terapia. Miré a mi alrededor y se podía ver la belleza de nuestra ciudad, se escuchaban las olas como si estuvieran a mi lado y a lo lejos a un par de personas.

Algo que creo me caracteriza es ser bastante directa, por lo que al interactuar con el psicólogo le manifesté con franqueza: "Tengo miedo porque no sé a qué realmente vengo y con lo que me pueda encontrar".

Fue ahí cuando Óscar Mura me comenzó a explicar que la sesión se extendería alrededor de dos horas y que "la regresión no es la solución a todo, sino que tiene como finalidad ver los patrones de conductas que se repiten en la vida y de los cuales no estamos conscientes, por lo que no nos dejan avanzar".

Sesión

Tras varios minutos de conversación, donde comencé a comprender la naturaleza de la experiencia que estaba por vivir, el psicólogo me pidió que me recostara en un futón verde, dándose inicio a la sesión de regresión.

Antes de eso sí, me hizo varias preguntas sobre mi vida… ¿Tienes hermanos?, ¿tienes hijos?, ¿les temes a las serpientes?, ¿tienes sueños recurrentes y cuáles son?, por nombrar solo algunas del largo listado que el profesional de la psicología me planteó.

"Llegó el momento", me dijo. "Ahora debes colocarte los audífonos donde comenzarás a escuchar una música suave y mi voz", fueron las palabras con las que él comenzó la sesión.

Ambos con audífonos con micrófonos comenzamos a interactuar. Sentía que su voz cada vez ingresaba más en mi mente, no se escuchaban ya los ruidos externos, ni olas, ni gente conversando, los pájaros salieron en retirada e incluso la música de fondo comenzó a desaparecer.

"Relájate, tranquila", fueron las palabras que más repetía, hasta que al chasquear los dedos crucé a un lugar que hasta ese momento para mí era desconocido.

De un segundo a otro me vi en un lugar desolado, con mucha tierra y pobreza. Gente llorando en una aldea que recientemente había sido atacada. En medio de tan extraño paraje el psicólogo me preguntó dónde estoy, por lo que comienzo a relatar lo que veo, pero lo que más me impresionó fue cuando me preguntó ¿quién eres?, fue ahí cuando miré mis manos y mis pies… era un hombre, no podía creer que antes, en una vida pasada, había sido hombre, por lo que la respuesta no fue espontánea, ya aún no creía lo que estaba viendo.

Luego respondí "soy un hombre, tengo botas negras y pantalones azules oscuros, siento que soy un hombre, alto, macizo y fuerte".

La sensación fue extraña, me sentía incómoda ya que nunca se me pasó por la mente haber sido un varón en mi vida pasada. ¿Qué más ves? me preguntó Mura, a lo que respondí ... "Gente muerta, niños llorando y chozas destruidas". ¿Quiénes son? Sigue consultando el psicólogo… "son campesinos", respondo yo, a lo que luego corrijo y señalo que son personas autóctonas del lugar, a quienes yo ordené matar y atacar en su aldea.

La historia sigue… llevamos a los prisioneros hasta una casona grande que quedaba a varios kilómetros. Mientras caminaba junto a ellos y el batallón a mi cargo, sentía como empujaba a los prisioneros y cómo los apuntaba con mi arma. Podía sentir en mi mano el peso de esa pistola, pero a la vez sabía que era un arma que podía manejar, pero que no quería usar.

Si bien estaba a cargo de esa misión, tenía pleno conocimiento de que lo que hacíamos estaba mal pero que debía cumplir con la orden de mi superior. Tras unos kilómetros, tuve la necesidad de regresar y saber si se había cumplido la orden de desaparecer los cuerpos. Junto a otros dos soldados, caminé de regreso a la aldea y vi como los hombres a mi cargo quemaban los cuerpos.

El olor en ese momento era desagradable y se mezclaba con el aroma a tierra y polvo debido al arrastre de los cuerpos de los fallecidos.

Volví donde estaban los pioneros, quienes lloraban y pedían a gritos ser liberados.

Llegamos a la casona, allí se les encerró en una pieza junto a otros que habían sido capturados en tomas anteriores, por lo que se les dio alimento y agua.

Caballo

Uno de los dos sueños recurrentes que mencioné al psicólogo previo a la sesión fue el de un caballo negro, hermoso, dócil pero fuerte. Y sin imaginarlo nunca, pude ver entonces nítidamente a este corcel que apareció en esta regresión.

Cuando lo vi, sentí emoción. Era tal cual lo había soñado desde pequeña. Ese caballo negro que siempre me llamó la atención en mis sueños, por fin podía verlo y tocarlo. Fue un momento maravilloso que me hizo sentir que ese animal siempre había estado conmigo. Ahí comprendí que era mi amigo de batallas, era mi compañero desde potrillo ya que yo había ingresado a ese ejército muy joven.

Me subí a mi caballo y junto a un amigo, quien también iba en su caballo, salimos a hacer guardia. La sensación fue genial, de verdad iba sobre un verdadero caballo. Quien me acompañaba tampoco era alguien totalmente desconocido... su risa, su voz, era de una persona que conozco actualmente. Esto hizo que la ronda de guardia fuera amena y de confianza.

Era de noche, había una luna llena hermosa, hasta que ésta fue topándose poco a poco con una nube. En ese momento comenzó a hacer frío, sentía como el aire tocaba mi cara y mis manos.

Según me comentó el psicólogo, cuando terminó la sesión, en ese momento yo comencé a tiritar. Fue algo real, lo sentí y aún recuerdo ese momento.

La historia sigue hasta que Oscar Mura me pide que avance en el tiempo. Es así como llego a una ciudad donde la gente me saluda, mientras me dirijo a una plaza, donde me encontraré con mi familia. Ahí supe que tuve dos hijos, un hombre y una mujer, quienes me dieron cinco nietos. Sentir el abrazo de esos niños fue como los que me dan mis hijos. La vivencia fue tan real como si estuviera pasando en ese momento, no fue un sueño ni mi imaginación, sé que realmente en una época anterior lo viví.

Fallecí en 1832, a los 80 años, en mi casa junto a mi familia y debido a una grave enfermedad, por lo que supongo que la guerra sucedió en 1780.

Tras esto siguen unos relatos de terapia muy personales, pero que sin duda me ayudaron a entender quien soy hoy.

Mura

Óscar Mura, es psicólogo y egresó de la escuela de hipnosis de Estocolmo, Suecia. Tras varios años en el extranjero, volvió a Chile el 2013 para comenzar con su consulta en Santiago. Una vez al mes viaja a distintas regiones, con el fin de realizar sesiones a personas que se lo solicitan.

Este mes le tocó a Iquique, donde atenderá a 10 pacientes, quedándose en nuestra ciudad hasta mañana.

Quienes deseen agendar una sesión deben llamar al +56963521236, o bien solicitar a través del Facebook "Oscar Mura terapia de vidas anteriores".

Este profesional ha realizado regresiones a varios famosos chilenos, entre ellos Luis Jara, Katty Kowaleczko y Viviana Nunes, entre otros.

"ver los patrones de conducta que se repiten en la vida y de los cuales no estamos conscientes, por lo que no nos dejan avanzar".

Óscar Mura , Psicólogo y experto en hipnoterapia.