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Aventuras y anécdotas de un cartero con 40 años de experiencia

Víctor Hormazábal conoce cada rincón de la ciudad, gracias a su labor que califica como bonita pero también difícil.
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Crismary Castillo Marengo

Así como la historia del escritor chileno Antonio Skármeta, donde el mismísimo Mario Jiménez decidió abandonar su oficio de pescador para convertirse en cartero de Isla Negra, donde la única persona que recibe y envía correspondencia era el poeta Pablo Neruda, la vida de Víctor Hormazábal, un joven de 19 años, cambió en 1976 de la mano de las letras, los sobres y las cartas en Iquique.

La historia de Víctor Hormazábal es una carta escrita con buena ortografía que provoca sentarse a leer tomando el tecito. Con sesenta años de edad, cuarenta de ellos los ha dedicado a llevar cartas a todos los lugares de Iquique con mensajes de amor y desamor, ya que trabaja para Correos de Chile como cartero.

Chiricaco

Antes de entrar en los detalles de esta narración, es importante aclarar que Víctor Hormazábal es sobrino directo de nada más y nada menos que de los "Chiricaco"; los hermanos Cáceres que son recordados por disputarse el nombre: uno salió en la televisión como un vendedor de leche en una mula con pantalones y porque Don Francisco no le cumplió una promesa. Y el otro, el menor y también "Chiricaco", conocido vendedor de periódicos. Ambos se apodaron "Chiricaco" y son tíos de Víctor.

Dicho esto, volvemos a la vida de Víctor, quien recordó que alejarse del mar para entrar en las calles de la tierra del chumbeque fue un cambio que significó recrearse en mapas, direcciones y pasajes.

última entrega

Eran casi las 19 horas cuando Víctor llegó a entregar su última entrega a una casa ubicada en el barrio El Colorado.

"Toqué para que alguien me abriera y recibiera la carta, pero apenas se abrió la puerta salió un combo que me dio directo en la cara", recordó entre carcajadas Víctor aquel momento embarazoso de una de sus jornadas laborales.

"El señor lo imaginó todo. Yo nunca hice o le dije algo a su hija, pero él me recibió de esa forma cuando fui a llevarle la correspondencia", aclaró.

De apariencia tranquila y risueña, Víctor describió que entró a trabajar cuando la empresa era "Correos y Telégrafos", convirtiéndose en el último cartero que en Iquique entregaba giros a domicilio; un oficio que pasó a la historia en 1982 cuando el servicio dejó de ofrecerse en todo Chile.

"Yo comencé como auxiliar y tenía dos funciones, ya que entregaba cartas y hacía de 'junior'. En las Pascuas había más recarga laboral porque se enviaban muchas tarjetas, pero ahora ha bajado", expresó.

En la época de 1970 no se llegaba fácilmente a ser cartero porque los ascensos se daban por meritocracia ya que quien se creyera merecedor de este título debía ganarse con valor y trabajo el título de cartero.

"El auxiliar también podía ser secretario, hacer ventanilla o todo lo que el jefe necesitara, como por ejemplo el aseo y un montón de cosas, el contrato no era para hacer una sola cosa dentro de Correos", reflexionó.

En la memoria

El arte de repartir cartas lo aprendió de otro cartero, José Mercado, a quien citó como su tutor y quien lo orientó en su primer día cuando le tocó enfrentarse solo a las calles.

"Mi primer sector fue Playa Brava que empezaba desde la avenida Aeropuerto con Tadeo Haenke hasta Francisco Vergara y me iba culebreando por las calles hasta ir entregando todo lo que tenía. Me lo aprendí de memoria", mencionó y añadió que sus inicios fueron montado en una bicicleta, para luego comprar su primera moto, una Yamaha que lo llevó a la calle de la mujer de su vida: su ex señora, con quien tuvo tres hijos que le regalaron cinco nietos y un bisnieto.

"Yo nunca iba a pensar que me iba a casar con una persona a quien le llevaba las cartas; ahí en Playa Brava. A mí me gusta mi trabajo y siempre soy amable y responsable", recordó Víctor y aseguró que lo más importante es que cuando se trata de ser cartero, hay que ser una persona agradable.

En su opinión el oficio de ser cartero es delicado, ya que todos los días se toca la puerta de una persona distinta y es por ello que la educación, la ética y los valores se hacen primordiales en su área.

"Otro punto importante es que uno siempre debe andar arregladito y limpio. A mí me molestan acá en el trabajo porque siempre ando peinado, recién afeitado, pero uno tiene que dar buena impresión porque trabaja para Correos de Chile", aseguró.

De cupido

Entre sus recuerdos está haber sido el encargado, gracias a su trabajo, de llevar las cartas de amor de una pareja de hermanos, quienes conquistaron a sus esposas a punta de letras y poemas.

"Yo casé a los hijos del doctor Trisotti. Una vez me los encontré y me dijeron: '¿te acuerdas cuando le llevabas las cartas a nuestras pololas? Aquí estamos y ahora son nuestras señoras'. Me he encontrado con un montón de gente así, muy agradecida", refirió.

Pero también tiene historias que califica como "fomes" porque por más caricaturesca que parezca la escena, Víctor ya perdió la cuenta de todas las veces que ha sido atacado por un perro.

"Un dóberman una vez me dejó dos meses fuera del trabajo porque me hizo tira la pierna. Son cosas que pasan, pero ese perro fue el peor de todos", describió y aclaró que ya los perros de su sector lo conocen así que está más tranquilo.

Dejando de lado los perros, Víctor evocó aquellos almuerzos que le brindaron durante años un matrimonio de adultos mayores a quienes llevaba correspondencia en la calle Ferrocarril de El Colorado.

"Eran cosas muy bonitas. Yo creo que los carteros seguirán existiendo siempre porque no es un trabajo fácil", cerró.

"Apenas se abrió la puerta salió un combo que me dio directo en la cara.

Víctor Hormazábal, cartero.

"Un dóberman una vez me dejó dos meses fuera del trabajo porque me hizo tira la pierna.

Víctor Hormazábal

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