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Los secretos tras la tinta en las manos de los suplementeros

En el día nacional de quienes se dedican a vender los diarios, los reyes de este oficio contaron cómo se vive pregonando las noticias todos los días del año.
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Crismary Castillo Marengo

Son las cinco de la mañana y en el quiosco de Alejandro Brito, que está a un costado del Terminal Agropecuario, el sonido de las páginas desordenadas se mezcla con el ruido de los camiones que están descargando los alimentos que llegarán a miles de hogares en Iquique.

En tanto, Alejandro continúa en su labor: poner en orden todas las páginas de los distintos medios impresos que él se encarga de vender. Sus manos son muestra de ello porque en ellas sus dedos están manchados con la tinta de la imprenta, y ese tono oscuro en sus manos es la luz que ilumina su economía, pues es el sustento económico que desde hace dos décadas lleva el pan a su casa.

"Es un oficio bien complicado. Todos creen que el diario llega bien ordenadito para leerlo, pero no, todas las hojas llegan cada una por su lado y nosotros las organizamos para que el cliente lea el diario en completa calma", describió Alejandro.

Caminar y 'vocear' para vender los periódicos es lo que más desgasta a Alejandro, pues de los 365 días del año, sólo tiene dos fechas libres sin diario: el día del trabajador y el primero de enero.

Buscando el cliente

Entre los principales desafíos que debe sortear Alejandro en su trabajo está salir a buscar el cliente.

"El ambulante es quien más la sufre. Uno aprende de los demás vendedores para saber llegarl a la gente. Yo no estaba acostumbrado y lo ofrecía hasta con un poco de vergüenza, pero luego uno se acostumbra a buscar al cliente", destacó.

De tal palo tal astilla

La niñez de Rodolfo Rojas corría entre páginas y titulares ya que como fiel discípulo de su abuelo, un suplementero, comenzó a aprender de este oficio con tan sólo ocho años.

Conocidos como suplementeros, diareros o "canillitas", hasta hace dos años les fue reconocido hoy 25 de mayo como su día y, por ello, Rodolfo recuerda con cariño la enseñanza de su abuelo y de toda una vida en su quiosco, ubicado en el Mercado Centenario de Iquique.

"Yo empecé a llevar el diario. Estudiaba y vendía. Para mí no era un trabajo, era un juego en donde ayudaba a mi abuelo con los diarios. No me daba cuenta de lo importante que sería aprender de él y al final, este oficio me marcó la vida", refiere.

Para Rodolfo ser suplementero fue la mejor herencia que le legó su abuelo, pues con este trabajo dio estudio a sus hijos. Sin embargo, ahora no tiene a quién pasarle sus conocimientos.

"Por un lado, yo quería que mis hijos tuviesen una carrera universitaria y, por el otro, actualmente son muy pocos los jóvenes que se interesan en este oficio y no hay una generación de relevo", plantea.

"caseritos"

A Gladis Montalbán sus clientes la estiman tanto, al punto que la nominaron al popular concurso del "Mejor trabajador del año 2015", que realizó Leonardo Farkas.

Para ella más allá de cualquier premio, lo importante es que quienes vayan hasta su carrito, que estaciona en el semáforo de calle La Tirana con Tadeo Haenke, le demuestren el cariño y agradecimiento por llevarle el diario a sus manos.

"Estoy acá desde el 2007 y desde el 2010 vendo diarios acá. Me gusta mi trabajo y estoy muy agradecida por el cariño de la gente porque eso no tiene precio", finaliza Gladis y se despide para ir a vender otro diario, a uno de sus "caseritos" que la llama desde su auto.

"Son muy pocos los jóvenes que se interesan en este oficio".

Rodolfo Rojas,, suplementero, sobre el oficio de vender diarios.