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Las tradiciones subsisten en el Machaq Mara

La comunidad del pueblo de Tarapacá esperó los primeros rayos del sol en el Año Nuevo Indígena, ocasión donde demostraron que siguen vivas las costumbres ancestrales.
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Mariela Cabello Venegas

Son las cuatro de la madrugada y una de varias camionetas desde Iquique toma rumbo a la comuna de Huara, más específicamente al pueblo de Tarapacá, donde una veintena de personas han estado en vigilia desde las 9 de la noche en una de las casas de la localidad.

Este un momento especial para la comunidad aymara, ya que esta instancia les permite reunirse a reflexionar sobre el año y diversas situaciones del pueblo, antes que se avecine el nuevo año o Machaq Mara, cuenta la mamamauta, Moly Garrido.

Así, luego que todos los invitados han llegado, los organizadores, que los han recibido con alegría, pese a su trasnoche y cansancio, comienzan la caravana para caminar hasta el cerro ceremonial del Tarapacá ancestral.

Acompañados por la música de una banda de lakitas, la comunidad portando wiphalas danza hasta llegar a los pies de un pequeño cerro y subirlo. Adultos, personas de la tercera edad y algunos niños llegan a la cima que los convoca.

Miran hacia el cerro y comienzan con sus ceremonias. Lo primero que se realiza es la wilancha, sacrificio de un cordero para la Pachamama. Pese a que actualmente muchos lo rechazan, para ellos es parte de su tradición, según aseguran.

Tras ello se montan las mesas ceremoniales, provistas de hojas de coca, licor, incienso y algunas peticiones que la comunidad entregó para este Año Nuevo.

La pawa

Un hombre y una mujer son los maestros de ceremonia, son ellos los que reciben a una pareja también para realizar la pawa o ritual para agradecer a la Pachamama, pues según comenta la mamamauta, no se puede celebrar el sol sin la tierra, pues son ellos dos los dadores de vida y quienes permiten que un nuevo ciclo comience.

Por ello, mujer y hombre van sentándose en la mesa ritual para pedir y entregar a la Pachamama, primero recibiendo el incienso, para luego dejar hojas de coca y derramar licor en los cuatro puntos cardinales. Luego de esto se reserva un poco de licor para brindar con un jallalla y tomarse las manos agradeciendo.

"La idea es poder replicar para que los niños sepan de esta costumbre que es ancestral. Empezamos con el Consejo Aymara en el 2004 y lo hemos seguido haciendo desde entonces en el pueblo de Tarapacá", cuenta Lorenza Cortés Patiño, quien además recuerda que en su niñez por efectos de "la chilenización nuestros ancestros lo hacían los primeros días de agosto, pero en las casas".

Los rayos del sol

Luego de este ritual, todos se ponen de pie frente cerro. Próximo está por vivirse un nuevo año indígena.

Eso ocurrirá cuando los primeros rayos del sol se asomen por el cerro para alumbrarlos con su luz y llenarlos de nueva energía.

Es así que tímidamente, la luna comienza a esconderse y el sol a asomarse, hasta que por fin los alumbra y los presentes alzan sus manos para tomar toda la buena y vital energía del sol.

Ha llegado el nuevo año, y todos se abrazan deseándose buena suerte. La música comienza y la celebración también. "Lo que se trae se comparte, la chicha de maíz, las sopaipillas. Para la calapurka iremos a la casa", dice Enilda Tiaina.

Con esto culmina el rito ceremonial, en que ha participado el director nacional Conadi, como parte de los actos oficiales de esta fiesta indígena.

"Nuestros ancestros lo hacían en agosto en sus casas".

Lorenza Cortés,, sobre las celebraciones de Machaq Mara.

Las tradiciones subsisten en el Machaq Mara

La comunidad del pueblo de Tarapacá esperó los primeros rayos del sol en el Año Nuevo Indígena, ocasión donde demostraron que siguen vivas las costumbres ancestrales.
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Mariela Cabello Venegas

Son las cuatro de la madrugada y una de varias camionetas desde Iquique toma rumbo a la comuna de Huara, más específicamente al pueblo de Tarapacá, donde una veintena de personas han estado en vigilia desde las 9 de la noche en una de las casas de la localidad.

Este un momento especial para la comunidad aymara, ya que esta instancia les permite reunirse a reflexionar sobre el año y diversas situaciones del pueblo, antes que se avecine el nuevo año o Machaq Mara, cuenta la mamamauta, Moly Garrido.

Así, luego que todos los invitados han llegado, los organizadores, que los han recibido con alegría, pese a su trasnoche y cansancio, comienzan la caravana para caminar hasta el cerro ceremonial del Tarapacá ancestral.

Acompañados por la música de una banda de lakitas, la comunidad portando wiphalas danza hasta llegar a los pies de un pequeño cerro y subirlo. Adultos, personas de la tercera edad y algunos niños llegan a la cima que los convoca.

Miran hacia el cerro y comienzan con sus ceremonias. Lo primero que se realiza es la wilancha, sacrificio de un cordero para la Pachamama. Pese a que actualmente muchos lo rechazan, para ellos es parte de su tradición, según aseguran.

Tras ello se montan las mesas ceremoniales, provistas de hojas de coca, licor, incienso y algunas peticiones que la comunidad entregó para este Año Nuevo.

La pawa

Un hombre y una mujer son los maestros de ceremonia, son ellos los que reciben a una pareja también para realizar la pawa o ritual para agradecer a la Pachamama, pues según comenta la mamamauta, no se puede celebrar el sol sin la tierra, pues son ellos dos los dadores de vida y quienes permiten que un nuevo ciclo comience.

Por ello, mujer y hombre van sentándose en la mesa ritual para pedir y entregar a la Pachamama, primero recibiendo el incienso, para luego dejar hojas de coca y derramar licor en los cuatro puntos cardinales. Luego de esto se reserva un poco de licor para brindar con un jallalla y tomarse las manos agradeciendo.

"La idea es poder replicar para que los niños sepan de esta costumbre que es ancestral. Empezamos con el Consejo Aymara en el 2004 y lo hemos seguido haciendo desde entonces en el pueblo de Tarapacá", cuenta Lorenza Cortés Patiño, quien además recuerda que en su niñez por efectos de "la chilenización nuestros ancestros lo hacían los primeros días de agosto, pero en las casas".

Los rayos del sol

Luego de este ritual, todos se ponen de pie frente cerro. Próximo está por vivirse un nuevo año indígena.

Eso ocurrirá cuando los primeros rayos del sol se asomen por el cerro para alumbrarlos con su luz y llenarlos de nueva energía.

Es así que tímidamente, la luna comienza a esconderse y el sol a asomarse, hasta que por fin los alumbra y los presentes alzan sus manos para tomar toda la buena y vital energía del sol.

Ha llegado el nuevo año, y todos se abrazan deseándose buena suerte. La música comienza y la celebración también. "Lo que se trae se comparte, la chicha de maíz, las sopaipillas. Para la calapurka iremos a la casa", dice Enilda Tiaina.

Con esto culmina el rito ceremonial, en que ha participado el director nacional Conadi, como parte de los actos oficiales de esta fiesta indígena.

"Nuestros ancestros lo hacían en agosto en sus casas".

Lorenza Cortés,, sobre las celebraciones de Machaq Mara.