Chile va cambiando para bien y para mal. Se reclaman derechos y más derechos, muy bien, pero se olvidan de que hay obligaciones, como también lo dicen los diez mandamientos y parece igualmente del Juramento de Hipócrates. Invade la vanidad, la frivolidad, la ostentación, la indiferencia, la ordinariez, el stress, ausencia del respeto, cordialidad, cortesía, la austeridad y modestia parecen cosas del pasado; la eufórica adoración del becerro de oro; el exromanticismo; la decadencia de la honradez, que mejores ejemplos los casos de determinados políticos y algunos conglomerados económicos. La terjetitis y los avances llevan al sobreendeudamiento. Casi todo on line, pésimo léxico, déficit de lectura, horrible letra.
Continúan los femicidios, maltrato infantil, la delincuencia más osada, la salud pública presenta muchas falencias. La reforma de la Ley de Isapres sigue en estudio. Aumenta la población adulta mayor y faltan geriatras.
Chile es un país muy abierto al comercio exterior, se estudia abrir depósitos francos, mientras las zonas francas agitan sus contratos con el Estado. La gran minería en dificultades conocidas; ¿El pino insigne supera a las especies nativas?, la riqueza marina sobreexplotada; ¿se respetan las millas de los pescadores artesanales?, Los bancos van bien, no pueden perder, el Estado los rescata. La industria manufacturera nacional casi desaparecida. Los productores ahora son importadores. Se vaticina que en unos ocho o diez años los robots y máquinas inteligentes quitarán muchos empleos, que en cambio se crearán otros, pero nunca en la cantidad de los puestos eliminados. La robotización será la máxima expresión de un sistema económico del cual formamos parte.
No basta el progreso material. Nuestra sociedad en su esencia debería mejorar, invadida por el individualismo y materialismo, producto del sistema imperante. Parece que es un proceso irreversible. El Chile rural marca diferencia con el Chile urbano, este último hegemónico.
Mario Zolezzi Velásquez.