La historia de la mujer que trabajó en la ballenera
Ernestina Vargas fue la única trabajadora de sexo femenino de la otrora empresa ubicada en la parte sur de Iquique. Se desempeñó como secretaria de la gerencia.
Antofagastina de nacimiento, pero radicada en Iquique a los 18 años, luego de saber que había sido seleccionada para el puesto de secretaria administrativa en una importante fábrica que se instalaría en la ciudad. Lo anterior es parte de la biografía de Ernestina Vargas (82), la que no sabía que formaría parte importante de la historia de, a esta altura, mítica Ballenera de la ciudad.
"Recién había salido del colegio y estaba de vacaciones en Iquique cuando vi en el diario el anuncio de trabajo y la verdad es que postulé sin muchas esperanzas de que me aceptaran, hasta que me llamaron, pero lo peor vino después porque no sabía cómo contarle a mi padre, quien era una persona muy estricta, y sólo me había autorizado para venir de visita donde mi familia en verano", dice la única mujer que trabajó en la Gerencia de esta compañía.
Hasta ese día, doña Ernestina desconocía sobre este nuevo proyecto que recién terminaba de a instalarse en la ciudad. Sólo tenía las referencias de un familiar, quien era el encargado de recibirla durante la temporada de vacaciones de verano en su casa ubicada en calle Obispo Labbé con Thompson. Fue su tío quien le comentó que se trataba de una empresa importante y además la motivó a que postulara al cargo.
"Mi tío me dijo que seguramente deben pagar muy bien ahí, porque era primera vez que se abría algo tan grande en la ciudad", recalca.
Dentro de sus funciones en la Ballenera, la secretaria de profesión y, única mujer, en la planta se encargaba de escribir y ordenar los informes que se despachaban todos los días a la dirección central de la empresa en la quinta región, los cuales se reportaban a través de una radio, detallando la producción obtenida el día anterior.
"Siempre hubo mucho respeto, pese a que yo era la única mujer trabajando ahí. Era un ambiente muy agradable, había otro tipo de convivencia entre los trabajadores. Los obreros tenían muy buena relación con la jefatura. Era una gran familia", comenta.
En su relato cuenta que en esta fábrica trabajaban alrededor de 25 empleados, mientras que en el departamento administrativo, donde ella se desempeñaba, eran 14 más.
Ernestina no pensó nunca que en su nuevo trabajo encontraría el amor, pues fue allí donde conoció a su esposo. Persona que la acompañó a su lado hasta hace 3 años, cuando enviudó.
Ambiente laboral
"Había buena relación entre empleados y obreros porque se preocupaban mucho del bienestar de los trabajadores. Los sueldos eran buenos y además nos entregaban bonos. No teníamos que salir a nuestras casas a la hora de colación, ya que ahí nos daban almuerzo. Y para fin de año se hacían grandes fiestas en la parte baja del recinto, donde se los obreros hacían sus bailes, tocaban guitarra y cantaban, lo pasábamos muy bien", explica.
Con mucha nostalgia y emocionada hasta las lágrimas se acuerda que un 22 de noviembre, día que por coincidencia de la vida es su cumpleaños, se armó una fiesta en la parte baja de la planta. En ese lugar los empleados casi recién contratados miraban entusiasmados y expectantes un evento que les cambió la vida.
Estaban junto a los trabajadores que venían desde la quinta región a realizar charlas de capacitación con el objetivo de enseñarles de qué manera se ejecutaba este procedimiento, y justo en ese momento fueron testigos de cómo subían por la rampla la primera ballena que se capturaba en las costas iquiqueñas.
Rutina
Sobre su rutina diaria, Ernestina recuerda que la pasaban a buscar a su domicilio un chofer de la empresa junto a su jefe, mientras que a los trabajadores de la planta a las 7 de la mañana los recogían, desde el centro, la micro de Molina, que para ese entonces era el único vehículo que transportaba a los obreros desde la ciudad hasta las periferias donde estaba ubicado el recinto.
Actualmente, a esta extrabajadora le cuesta asimilar las condiciones en las que se encuentra el edificio, luego de haber tenido un auge al final de la época de los años 50, donde se convirtió en un ícono de la época.
Le da mucha tristeza ver el estado de abandono en el que se encuentra la exBallenera. "No entiendo por qué desde que cerró la fábrica nunca le dieron la importancia que merece el recinto como patrimonio iquiqueño, ya que en Chile sólo existieron dos importantes plantas balleneras, una en la caleta de Quintay y en Iquique. Podrían sacarle provecho turístico, hacer un museo con tours guiados, si lo hicieron en Quintay ¿por qué no se podría realizar acá?", cuestiona Ernestina Vargas.