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Un día a bordo en la lancha misilera Angamos

Una dotación de cuarenta hombres tiene a cargo las tareas de fiscalización del litoral, tanto en el ámbito de la defensa, como en la protección de los recursos naturales. Asimismo apoya a comunidades de zonas aisladas.
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Ximena Araya Monroy

A las siete de la mañana estaba programado el zarpe de la lancha misilera Angamos y así se cumplió. Minutos antes un grupo de voluntarios del Desafío Levantemos Chile, de la agrupación Pisagua Sumergido y de La Estrella son trasladados en lancha, para iniciar una travesía cercana a 9 horas que nos adentrarán a las alejadas caletas ubicadas al norte de Pisagua.

En sus 59 metros de eslora, la actividad de los 40 hombres que componen la dotación, es frenética para levar anclas y salir a alta mar desde el muelle de la Cuarta Zona Naval.

Todo esto es supervisado en cubierta por el capitán de corbeta Alejandro Rosa, quien es el responsable de que la navegación se realice sin ningún contratiempo. "Nosotros cumplimos roles específicos en navegación, pero también debemos tener esa polivalencia para poder también relevar a alguien que haya tenido algún problema", explica el capitán.

Mientras las visitas se habitúan al vaivén de la embarcación, el segundo capitán a bordo, Mauricio Opazo entrega breves consejos que deben seguirse al pie de la letra. El primero de ellos, que todas las escaleras del barco deben bajarse dando la espalda, para evitar cualquier tipo de caída, indica dónde uno se puede afirmar, que deben utilizarse audífonos en caso de cruzar la embarcación en movimiento, ya que el ruido en la sala de máquinas es ensordecedor y por último dónde están ubicadas las cuatro lanchas salvavidas en caso de sufrir algún contratiempo. Esto porque se trata de una embarcación de guerra adquirida en 1997 por la Armada chilena, que solo recibe a civiles en contadas ocasiones, y ésta será una de aquellas, ya que la misión del grupo será llevar ayuda humanitaria a las caletas que fueron afectadas por el temporal de viento del pasado 8 de julio.

En la cabina, los oficiales se apoyan en cartografía electrónica y en cartas de navegación para dirigirnos a destino, en un mundo con códigos y lenguajes difíciles de descifrar si uno no está familiarizado con la actividad naval.

Pese a esto, todos los embarcados parecen compartir la misma admiración por la inmensidad del mar, ya que el viaje sorprende con una maravilloso espectáculo natural, que incluye el avistamiento de tuninas y lobos marinos que surcan el mar, sin contar las constantes bandadas de aves que vuelan en distintas direcciones, indicando la presencia de grandes bancos de peces.

Dos horas más tarde, el buque hace un alto en Pisagua, donde se embarcarán dos hombres de mar Sergio Contreras y Erick de la Paz, quienes serán los intermediarios con los habitantes de estos parajes para garantizar que la visita no tiene un motivo fiscalizador, que ahuyentaría a quienes no tienen registro pesquero o los indocumentados.

El resto del viaje, las visitas se familiarizan cada vez más con el barco, que llama la atención por el eficiente uso del espacio, ya que los camarotes son compartidos por varios y los muebles se pueden plegar.

Según consta en la página web de la Armada la misilera es de origen israelí, fue adquirida por Chile en 1997 y el año pasado pasó bajo a la administración de la Cuarta Zona Naval.

"Nosotros tenemos tareas en el ámbito de defensa, de seguridad del Estado y también tenemos tareas de fiscalización de nuestros recursos naturales y por eso hacemos operación para controlar nuestras 200 millas de mar de zona económica exclusiva...verificamos que no haya explotación de otros países de nuestras aguas jurisdiccionales", explica el capitán Rosa sobre la labor de esta misilera. Más allá de estas 200 millas, también fiscalizan que no exista sobreexplotación de otras flotas mercantes.

Otra tarea relevante del barco, que tiene un alto poder de artillería, es ir en apoyo de las comunidades en zonas aisladas. "Hay oportunidades donde el acceso por mar es conveniente, por cuanto nosotros podemos trasladar volúmenes de carga y permanencia". Esto quiere decir que la Angamos podría permanecer durante un mes en una zona aislada y autoabastecerse, "no tendríamos ningún problema y podríamos mantener todos los servicios de a bordo y además prestar apoyo a la comunidad", ya que además de llevar armamento y combustible transporta las provisiones suficientes para mantenerse por ese lapso de tiempo y en el caso de esta misilera cuenta con una planta desaladora que los provee del vital elemento.

"Cuando ocurren emergencias los buques de la Marina se desplazan hacia esas zonas y son de utilidad, tanto en apoyo de personal, hay buques que tienen mayores capacidades pueden hacer pan, hay buques logísticos que tienen prestaciones de salud, pabellones", profundizó.

Una vez que llegamos a destino una lancha nos lleva a la playa de Caleta Chica, donde los habitantes esperan expectantes a esta comitiva. Una oportunidad donde los marinos comparten con la comunidad, algo que no siempre les toca vivir, ya que habitualmente efectúan ejercicios navales, tareas de fiscalización o labores de mantención del barco. De hecho, meses atrás permanecieron varias semanas en Talcahuano, refaccionado la nave en los talleres de Asmar.

Tras un franco diálogo con los habitantes, el capitán se declaró conmovido, "para nuestra dotación ha sido un orgullo muy grande apoyar las zonas aisladas, especialmente la Caleta Chica, donde la conectividad es muy compleja vía terrestre o vía área", finalizó el marino.