Cómo viví el triunfo con Bielsa ante Paraguay
Imposible negar que, aquel día de junio de 2009, viajamos a Asunción con sangre en el ojo. Enfrentábamos a Paraguay en la cuarta fecha de las clasificatorias a la Copa de Sudáfrica 2010, e íbamos en la búsqueda de los tres puntos, pero también para dejar atrás el 0-3 con que ganaron en Santiago, en noviembre de 2007.
Aunque nunca me pareció que hubiera tanta diferencia en el Estadio Nacional, la gente despidió a la roja con "olés" en honor a los rivales. Eso dolió y mucho. Además, teníamos la espina de no haber ganado a Paraguay en Defensores del Chaco, desde la eliminatoria a España 1982, con el mítico gol de Patricio Yáñez. Esta vez viajamos a torcer la historia. Junio no es un mes caluroso en Paraguay, ideal para jugar en un estadio repleto. Ellos estaban en punta y esperaban los tres puntos para asegurar la clasificación.
Sábado por la noche y al palco llegó el presidente de Paraguay, Fernando Lugo. Al presidente lo ubicaron en la primera fila, justo al medio de la cancha. A su izquierda, autoridades del fútbol y deporte paraguayos. A la derecha, ministros y políticos. También, el embajador de Chile, Cristián Maquieira (gran persona y amigo) y, unos asientos más allá, estaba yo, en mi calidad de presidente de la Anfp. Al fondo, alejados, el resto de los directivos chilenos.
Recuerdo que, gracias a la televisión (había tres monitores en el palco) pudimos entonar el himno, que los paraguayos acogieron con respeto. Ya iniciado el juego, era claro que Marcelo Bielsa mantendría la fórmula ofensiva (y atractiva para el espectáculo) que nos tenía con 20 puntos tras 12 partidos. A los 13 minutos, Alexis Sánchez habilita a Matías Fernández y éste, con un violento derechazo, vence la resistencia de Justo Villar. En el palco, el embajador se desfigura celebrando. "¡Embajador!", le espeto en mezcla de murmullo y gruñido. Me mira y no necesito decir más: comprende su error.
En el palco, no se gritan los goles. Es una norma de respeto, más aún cuando está presente el presidente local. En toda la eliminatoria celebré muy pocos … Los dos contra Uruguay, pues nos dieron un palco solo para chilenos; el tercero, en Venezuela, en venganza a los que nos habían tirado cerveza cuando nos empataron. En el entretiempo, el embajador se me acerca y dice: "se me pasó la mano", un tanto angustiado. "No se preocupe, ya le informé al canciller (Alejandro) Foxley" digo bromeando, y se va algo compungido.
Empezando el segundo lapso, Humberto Suazo tiene el segundo y no logra anotar; pero cuatro minutos más tarde, arriesga su físico, cabeceando casi frente al segundo palo. Es el segundo gol, son tres puntos, llegamos a 23 y estamos a uno de Brasil y Paraguay, que encabezan la eliminatoria. Sudáfrica está más cerca y el embajador lo sabe y me lo hace saber con una sonrisa triunfal.
No recuerdo mucho más, hasta que cinco minutos antes del final -con los vidrios del palco empañados- se me acerca el presidente Lugo, me felicita y se retira del estadio. Lo sigue un séquito de paraguayos, mascullando la derrota. Terminado el partido, voy donde el resto del directorio y, mientras celebramos alborozados, se me acerca el embajador, me da un abrazo y pregunta: "¿En serio le informaste al canciller?".