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Freddy Fernández, el reparador iquiqueño de las 800 bicicletas

Desde 1973 su taller está en el mismo lugar: Bulnes con Ramírez. Allí se inició la historia de un oficio que se mantiene a lo largo de los años gracias a los amantes que ven su bicicleta, la pasión de ser libres en dos ruedas.
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Crismary Castillo Marengo

En 1960 Freddy Fernández abría un nuevo espacio para las ruedas en Iquique. Esta vez eran unas ruedas más pequeñas ya que instaló "El Ciclista"; uno de los tallares más antiguos que ofrece desde ese entonces, la solución para cualquier tipo de arreglo que necesite una bicicleta.

Su historia se remonta a más de cuatro décadas, de viajes eternos por las salitreras llevando y trayendo todo tipo de arreglos, tantos que hasta hace poco tuvo que deshacerse de más de 800 bicicletas que nunca fueron buscadas por sus dueños.

"El taller de reparación lo inicié en calle O'Higgins, pero antes de esto, yo trabajaba en la tienda Sacco y ahí me daban la oportunidad para arreglar algunas bicicletas. Había una bodega grande y ahí comencé", recordó Fernández.

Fue así como su vida se dividía entre su pasión por los velocípedos y su trabajo formal en la tienda de deportes, llevándolo así, a tomar una de las decisiones más importantes de su vida al emprender el camino de ser su propio jefe.

"Yo aprendí casi solo. Había un caballero que así como era bueno para arreglar bicis, era bueno para el trago y fui mejorando viendo cómo él trabajaba en su taller. Con el tiempo él cerró su local y después terminó trabajando aquí conmigo", refirió el ciclista.

¡llegó el pascuero!

Entre las remembranzas que guarda Fernández sobre sus años de trabajo están las pascuas de la época de los años ochenta, cuando frente a su local, la fila de gente esperando por sus bicicletas ya que en ese entonces, los niños soñaban este regalo.

"Antes las personas arreglaban todo. Uno no veía televisores ni mucho menos bicicletas tirados en las calles. Mi rutina terminaba entre las cuatro y cinco de la mañana cuando me instalaba en el segundo piso y aprovechaba esa hora para pintar los chasis ya que era el encargado de esa área", dijo.

Las bicicletas llegaban en pequeñas cajas. En éstas un sinfín de piezas se tenían que armar como un rompecabezas para que todo estuviese listo la noche de pascua.

Ruedas, chasis, cadenas, horquillas, frenos, pedales, sillín o guardabarros se dispersaban por la extensión del piso del taller en donde unos diez trabajadores desarrollaban su jornada laboral.

"Ellos se encargaban de ajustarlas y de verificar que todas las piezas encajaran en su lugar. Su trabajo se complementaba con el mío porque una buena pintura le cambia la cara a cualquier bicicleta", explicó.

El ciclista

La destreza de "El Ciclista" se evidencia entre los detalles de su taller ya que allí, miles de piezas le dan espacio al recuerdo de una época donde el diseño predominaba y los detalles hacían que su trabajo le significara más dedicación.

"Antiguamente el trabajo era más complicado porque venían chasis con hendiduras. Había que 'filetiar' el chasis para que quedaran bien arregladas", comentó Fernández y añade que principalmente llegaban modelos ingleses, como Raleigh Phillips, Triumph, Rudge-Whitworth, Humber, Hércules y Elswick Hopper.

"Eran bicicletas importadas y el trabajo había que entregarlo perfecto. Llegaban para distintos arreglos: pintura, cambio de cámara o de neumático.

Recorriendo la pampa

El resumen de una vida en dos ruedas hace que Fernández rememore su historia como un gran sacrificio que, cuarenta años después, tiene sus frutos en el amor que año tras año le dedica a su negocio.

"En esos años (los 80'), yo me compré una camioneta que remodelé para que en su parte trasera tuviera un techo y así, poder llevar tanto bicicletas como repuestos que iba a vender en la pampa salitrera", expresó Fernández.

Su recorrido se iniciaba en Iquique y las paradas que tenía en su camioneta eran en María Elena, Pedro de Valdivia, Chuquicamata, Calama, Copiapó e incluso hasta Santiago llegaba.

"Iba cargado de repuestos que vendía por todas partes. No hacía reparaciones porque solamente me dedicaba a llevarle los encargos a mis clientes. Luego decidí instalar un taller en Calama que duró 30 años", manifestó Fernández y añadió que si bien no fue del todo exitoso en Calama, recuerda con especial cariño la rutina de viajar día por medio a Calama.

"Fue un trabajo muy sacrificado. Venía de Calama, pasaba por María Elena y me venía rápido a Iquique porque aquí había que terminar trabajos y cumplir", mencionó el ciclista.

Las 800 bicicletas

Aunque sonara exagerado, Fernández contó que hace pocos meses tuvo que deshacerse de unas 800 bicicletas que fueron olvidadas por sus dueños desde hace más de 30 años y que guardaba en una bodega que tuvo que desocupar de un día para otro.

"Me avisaron 15 días antes que tenía que desocupar el terreno. Imagínese tener que mover esa cantidad de bicicletas... era demasiado. Así que llamé a un amigo y le dije: 'Te las regalo porque ya no puedo seguir pagando y tampoco las quiero botar", narró.

Fue así como tuvo que desprenderse de una parte importante de su vida en la que cientos de modelos de bicicletas, se llevaron las travesuras de sus antiguos dueños.

"Ahora están en Alto Hospicio. Yo estoy tranquilo y con el orgullo de saber un oficio que se mantiene a lo largo de los años y que me dio una vida de satisfacciones y también algunos problemas, pero soy feliz", cerró.

"Antes las personas arreglaban todo". Uno no veía televisores ni mucho menos bicicletas tirados en las calles".

Freddy Fernández,, reparador de bicicletas."

"Fue un trabajo muy sacrificado. Venía de Calama, pasaba por María Elena y me venía rápido a Iquique porque aquí había que terminar".

Freddy Fernández,

reparador de bicicletas."