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El oficio de ubicar perfectamente a los difuntos

Desde 1992, en el cementerio número 3 de Iquique, Alfredo Díaz Tapia y su familia se encargan de construir lápidas talladas en mármol.
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Crismary Castillo Marengo

"Creo que las lápidas, más que ser para el difunto, son para sus dolientes, porque ellos al ver que su ser querido tiene un lugar bien arreglado, se sienten mejor y la pena se alivia un poco", dijo Mónica Díaz, contando que ha tenido casos muy curiosos, como aquella vez que una abuela mandó a hacer su propia lápida.

"Ella mandó a hacer un trabajo y me dijo: 'también quiero mandar a hacer la mía porque me iré pronto'. Yo le pregunté por qué decía eso, si se veía muy bien. Al mes vino uno de sus nietos y me dijo que venía por la lápida de su yaya, porque ya se había ido".

Díaz también recordó otros casos menos espirituales como aquellos cuando la familia del difunto reclama porque el trabajo no está listo, a pesar de que ya los Díaz Tapia lo dieron por entregado.

"Fíjese que nosotros vamos e instalamos la lápida. Luego viene la familia a preguntarnos por qué no está entregado el trabajo y tal es nuestra sorpresa que, sin darnos cuenta, hicimos la instalación de la pieza en otra tumba. Ahí tenemos que desmontar todo pieza por pieza y poner la lápida en el lugar correcto", manifestó.

Ella es hija de Alfredo Díaz Tapia, quien desde 1992 instaló en Iquique la marmolería "San Juan" en el cementerio número 3 de Iquique.

Provenientes del poblado "San Juan" de Coquimbo, los Díaz trajeron a la ciudad una nueva forma de construir lápidas y adornar mausoleos con el arte de tallar mármol.

"Cuando llegamos a la ciudad no se ofrecían las lápidas talladas en mármol. Entonces junto a mi hermano comenzamos a hacerlas. Luego fuimos innovando, viendo qué otros detalles podía llevar un mausoleo", contó.

Esos detalles son precisamente los que ahora uno puede encontrar con facilidad en el cementerio número 3: cajas hechas con pino oregón para resguardar objetos y flores que los familiares dejan a sus fallecidos y que quieren preservar en el tiempo, al igual que mini techos para cuidar del sol las lápidas o estructuras que dan más espacio a los floreros.

Oficio

El oficio llegó a esta familia coquimbana a través de su padre, quien a los 30 años comenzó a trabajar en el cementerio de la comunidad de la Sagrada Familia.

"Ahí empecé a conocer el sistema de hacer lápidas. Yo trabajaba con un marmolista apatronado y con él comenzamos a hacer esto", recordó Díaz, quien añadió que estuvo durante 17 años seguidos aprendiendo las técnicas y detalles de tallar mármol.

A sus 84 años ya el negocio pasó a mano de sus hijos y nietos, quienes conservan en sus manos el aprendizaje. "Ya son 27 años en Iquique. De repente hay personas que piden muchos detalles para su lápida pero como ya conocemos el oficio, no tenemos problema con esto", dijo el marmolista.

Para Díaz su trabajo significó aprender tanto de los vivos como de los muertos porque así como deben guiarse por lo que pidan sus clientes, también, en algunos casos, es imprescindible conocer cómo era el carácter del difunto.

La más difícil

Una de las historias que recordó con especial cariño el marmolista coquimbano fue aquella vez que solicitaron una lápida a una empresa radicada en Santiago.

"Resulta que en el camino se quebró y así llegó a Iquique. Lo que pasó fue que el vehículo chocó con otra camioneta y ahí quedó la lápida. Luego llegó una nueva e igual se rompió" dijo.

La solución fue arreglarla acá en Iquique y cuando estuvo reparada los trabajadores la montaron en una carretilla para llevarla hasta el lugar donde se ubicaría.

"La carretilla se nos volteó cuando íbamos llegando. Fue todo un problema esa lápida. Al final la mamá nos contó que la hija era difícil. Así que de ahí venía todo", mencionó Díaz.

Sobre cómo lidiar con los clientes, Díaz explicó que tiene casos donde les tocan "personas difíciles". "Ya está listo el grabado y tenemos que hacerlo una y otra vez porque uno se equivoca en alguna letra", expresó.

Igualmente Díaz planteó que siempre buscan la manera de hacer el trabajo que solicitó el cliente. "Tenemos toda la paciencia para eso. Si toca hacerlo de nuevo se organiza de nuevo el trabajo. Lo importante es que siempre se busca una solución". Terminó confesando que lo más difícil ha sido que el oficio sea aprendido por toda la familia. "Seguiremos trabajando con mucho empeño".