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El extinto oficio de prolongar la vida de las máquinas de coser

Bernardo Sánchez se dedica a reparar estos ingeniosos aparatos para confeccionar ropa, un trabajo al que ha sabido sacarle un valor especial.
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Crismary Castillo Marengo

El sonido del pequeño motor de una máquina de coser se convirtió en el acompañante sensorial de Bernardo Sánchez Vega, un especialista en reparar estos artefactos y uno de los pocos en este oficio que va quedando en la ciudad.

Se describe como un "especialista" en toda clase de máquinas y su acomodo. "Es que la gente no sabe lo que tiene en sus manos: pegar botones, bordar diseños o hacer ojales son algunos de los trabajos que puede hacer con su máquina. Todo sin salir de casa", plantea Sánchez.

Pieza por pieza

A sus 70 años recuerda perfectamente cómo comenzó a aprender este oficio en la fábrica "Segundo Gómez, encargada del montaje de las piezas de máquinas en Arica.

"Las primeras máquinas que llegaron a Chile eran marca Remington. Yo tenía que dejarlas a punto. Trabajábamos en una mesa grande y cuando llegaban a mis manos yo tenía que hacer el muestrario", dice.

Esta experiencia le significó tener los conocimientos que actualmente aplica a sus trabajos porque en cada entrega deja a sus clientes un pañuelo en el que borda una flor con sus pequeñas manos, aquellas que le dieron la oportunidad de entrar a trabajar en la fábrica ariqueña durante diez años.

"Llamaron a gente a trabajar en armaduría. A las mujeres las descartaron y a mí, por tener manos pequeñas, me dejaron trabajando porque yo las podía meter dentro del cuerpo de la máquina para mover o sacar sus piezas", recuerda mientras comienza a bordar una flor de pétalos blancos en un pañuelo rojo.

"También escribo con la máquina. Yo tengo que dejar la máquina en su punto para que el cliente quede satisfecho", expresa Sánchez y confiesa que no tenía mayor conocimiento sobre este oficio y que el paso de los años y los clientes, en su mayoría mujeres, le dieron la paciencia para saber arreglar máquinas Singer, Alfa Hytako, Toyota, New Home y sus queridas Remintong.

"Una vez que aprendí la armaduría llegó el golpe de Estado. Ahí cambió mi trabajo y yo comencé a poner avisos en el diario y la gente me llamaba. Yo me especialicé en esas máquinas y aprendí solo porque este oficio no lo enseña nadie", asegura el reparador.

Sánchez añade que fue de esta forma que perfeccionó su aprendizaje y también conoció cómo es el proceso para reparar máquinas industriales.

Por dentro

¿Cómo llegó a conocerlas tan bien? En su maletín negro-que parece uno de médico- lleva herramientas, aceites de varios tipos y tijeras.

"¿Ve estas agujas?", dice cuando señala uno de estos alfileres con punta dorada y hueca. "Estas tienen que ser así. Hay otras, las chinas, esas no sirven", aclara.

En su casa-taller tiene varios muebles del siglo pasado, forjados en hierro y con diseños antiguos que ya no se acoplan a las nuevas máquinas de coser.

Además hay una mesa que tiene una carpeta llena con fotocopias de los planos con los detalles de cada pieza de todas las máquinas.

"Me vine de Arica para Iquique a trabajar en la zona franca. Luego me llamaron de Santiago de la empresa Remington para que fuera a armar máquinas hace 15 años atrás. La empresa cerró y yo me independicé como reparador y también como instructor para enseñar el uso de las máquinas porque repito: la gente no sabe bien lo que tiene", finaliza el reparador.