¿Dónde está el Iquique de la pitita?
Tal vez miles son las noticias que se escriben anualmente en Iquique que dan cuenta que se mantienen prácticamente estables sus preocupantes cifras en materia de delincuencia. Un ejemplo de ello es que el año 2015 hubo 10.108 casos de delitos violentos y contra la propiedad y este año, al mes de octubre pasado ya había registro de 10.106 hechos de este tipo según cifras de Carabineros.
Así como la delincuencia es un tema de alto interés para la comunidad, en las pasadas elecciones municipales este tema se trató profusamente, con propuestas de mejoras en ámbitos como las cámaras de seguridad y el aporte que puede hacer la casa edilicia y sus camionetas, entre varias otras iniciativas.
Pero más allá de analizar el fenómeno con estadísticas en mano, considerando las atribuciones que poseen las policías y los mismos tribunales, vale preguntarse también qué es lo que ha ocurrido con la sociedad en general. La pregunta es entonces ¿Iquique siempre fue así?.
Lo cierto es que el delito en Tarapacá es antiguo, casi tanto como la región misma, pero sí hay matices relevantes.
Los antiguos residentes lograron ser parte de ese Iquique "de la pitita", épocas en que las puertas de las casas se abrían directamente con un cordel desde el exterior sin utilizar llaves. Las bicicletas se dejaban en el exterior y los niños jugaban hasta tarde en las calles. Estas costumbres, hoy casi impensables, tenían un factor común, la confianza en los vecinos, la identidad barrial y un bajo nivel de temor ante la posibilidad de la ocurrencia de hechos delictivos.
En cada cuadra las familias sabían perfectamente quien habitaba cada inmueble y ante cualquier hecho, por mínimo que fuese, los vecinos se agolpaban en las puertas de las casas, generalmente abiertas, juntas o con el simple tirón de "la pitita", para prestar ayuda al afectado.
En la actualidad no es descabellado hallar familias que prácticamente no saben quién vive en las casas cercanas y que quizás no han compartido nunca con sus vecinos.
Hay que recuperar la confianza, actuar como grupo y revivir la identidad barrial. Es necesario que la comunidad participe activamente en solucionar los problemas comunes y la delincuencia es uno de ellos.
"Ante cualquier hecho, por mínimo que fuese, los vecinos se agolpaban en las puertas de las casas".