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"Marmolina": la gatita que no dejó a su dueño ni después de fallecido

El luto de esta mascota conquistó el corazón de una nueva familia en el cementerio.
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Crismary Castillo Marengo

Marmolina no tenía nombre ni dueño cuando se acercó a Mónica Díaz Yáñez. Venía triste y en silencio luego de acompañar la carroza que llevó a su dueño hasta su última morada en el Cementerio N° 3 de Iquique.

La mascota llegó en el primer funeral del día y sólo los trabajadores del cementerio notaron que Marmolina entró al camposanto y siguió hasta donde estaría su dueño por el resto de la eternidad, algo que les llamó mucho la atención.

Según recordó Mónica, la gatita regresó al día siguiente a la misma hora a visitar a su dueño y, por increíble que suene la historia, Marmolina siguió yendo al cementerio buscando el consuelo de haber perdido a su ser más querido los días posteriores.

Cuando una mascota pierde a su dueño experimenta síntomas de tristeza total, especialmente los primeros días. En el 2013 se hizo conocida la historia de "Toldo". Este gato italiano de Montagnana, un pequeño pueblo de la Toscana italiana llevaba regalos a la tumba de su dueño todos los días.

Nueva casa

En esas visitas cotidianas a la necrópolis, la gatita llegó hasta la Marmolería San Juan, (de ahí su nuevo nombre), y para la familia Díaz Yáñez este gesto significó el encuentro con una mascota que se quedó para siempre en su memoria.

"Se quedó con nosotros en la marmolería pero igual iba todos los días a ver a su antiguo dueño. En eso le instalamos una cama en la marmolería y tener su agua y comida", refirió Mónica.

Marmolina era libre en su nueva vida y, cuando por alguna razón quedaba más tiempo recorriendo las cientos de tumbas o en algún pasaje del camposanto, los hijos de las floristas emprendían la aventura de ir a buscarla para devolverla a su cama.

"Ellos sabían dónde ir a buscarla. Siempre la encontraban. Sucedió que una vez nos animamos a ir nosotros y llegamos a donde estaba enterrado su dueño y, por respeto al momento y a la gata, sólo la tomamos y no leímos el nombre de la tumba", manifestó Mónica.

La gata no siempre se llamó Marmolina. Entre las floristas, funcionarios del cementerio, vendedores de helados, visitas y los limpiadores de autos buscaron en sus memorias un buen nombre para esta gata que llegó a instalarse en el lugar. La Marmolina era muy regalona y todos las querían.

Siete vidas

El felino seguía con su vida en el cementerio hasta que cierto día un auto la atropelló al punto de dejarla gravemente herida y tuvo que ser hospitalizada por diez días en una clínica veterinaria.

Sus ganas de vivir eran tantas que, según dice Mónica, ella volvió feliz al cementerio. Pasado un tiempo la gata desapareció por varias noches y al volver, sus nuevos dueños la notaron extraña.

"La llevamos de nuevo al veterinario y estaba embarazada. Tristemente todos los fetos estaban muertos y su vida corría peligro por lo que tuvo que ser operada de emergencia y felizmente se salvó", dijo Mónica.

Después de esto, la gata nunca más quiso que un gato se le acercara. Lo triste, según Mónica, es que apenas se recuperó los tomó por sorpresa un día, cuando los niños la trajeron a la marmolería llena de sangre y apenas respirando, luego que un perro la atacara.

La gata se recuperó nuevamente, fiel al dicho de que los felinos parecen tener siete vidas y en ella nació un amor por los claveles rojos. Todas las tardes las floristas le dejaban un clavel en su cama y ella jugaba con esta flor.

Finalmente y ya de edad, Marmolina se despidió del mundo, lo hizo en la tumba de su antiguo dueño cuando un paro cardíaco fulminante terminó con su vida. Su entierro fue el más triste pero los claveles rojos nunca dejan de acompañarla.