Contar películas
Para contar películas había que tener talento. En la esquina del barrio esperábamos al que había ido al cine y le preguntamos qué tal la película. Y luego se explayaba. De ese relato dependía si íbamos o no el cine. Entre filmes de cowboy, de guerra y mexicanas no había por donde perderse.
Eran más bien lineales, fáciles de resumir, escenografías casi repetidas, finales previsibles. Hasta que el Chato Moraga, Guillermo su nombre, Memo su apodo, fue a ver My Fair Lady. ¿Y? Nos miró casi con disculpas y nos dijo que era toda cantada. Lo observamos casi con desconfianza. ¿Pero cómo? inquirió el Negro Núñez. Y el Memo empezó a cantar lo que él entendió como lo más fácil de explicar. Cuento corto. Nadie fue al teatro.
Hernán Rivera Letelier en su novela "La contadora de película" recrea ese oficio. Recae en una mujer el rol de traducir a los pampinos lo que ella vio en el cine. La invención conjugada con la realidad. La gente dejó de ir al cine y prefirió escuchar la versión pampina. El teatro Cinema la llevó al teatro/cine y la novela de nuestro Rivera Letelier alcanza dimensiones notables.
Se perdió ese talento de contar y adaptar según la ocasión. Así como nadie se baña en el mismo río, nadie cuenta de igual forma la misma película. Nuestros viejos cines, donde no había palomitas, pero si polulos y naranjas, proyectaban a Santos el enmascarado de plata, cuyas aventuras continuaban, regresando a casa. Se comentaba y se reinterpretaba. Las de mayores de 18 eran las más deseadas. Monopolio de los adultos del barrio y de nuestros padres. A pesar de afeitarnos y de tener copia de la llave de casa, la Anita Ekberg era inalcanzable.
Cuando escucho a Sabina "Una de romanos" la matiné regresa. En tiempos de Netflix al cine ya no se va de la mano con el abuelo. No hay ida y vuelta al Nacional, y no se espera que el cojo apague la luz para saltarnos a la platea en el Coliseo, o bien para estremecerse con el rugido del león de la Metro.
"Se perdió ese talento de contar y adaptar según la ocasión. Así como nadie se baña en el mismo río, nadie cuenta de igual forma la misma película".
Bernardo Guerrero Jiménez, sociólogo."