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El largo y doloroso proceso tras sufrir de violencia intrafamiliar

El 90% de las víctimas logra mejorar su vida y reinsertase nuevamente a la sociedad a través de algún emprendimiento.
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Pamela Vallejos Riquelme

"Durante los 11 años de relación habíamos tenido discusiones con violencia, pero esta vez era distinto ya que tenía 8 meses de embarazo y una pequeña de 8 años, por eso decidí no aguantar más y denunciar, no estaba dispuesta a seguir viendo a mis hijos sufrir", son las palabras con las que Patricia, una joven de 31 años y que vive en Alto Hospicio, recuerda el momento en que decidió dar un giro a su vida, luego de sufrir en varias oportunidades Violencia Intrafamiliar (VIF) de parte de su pareja.

Patricia es una de las tantas mujeres de la región de Tarapacá que han sufrido VIF, luego de años de violencia psicológica, física o de dependencia económica, pero a la vez es una de las pocas que se atreve a denunciar.

Si bien con el paso de los años son cada vez más mujeres las que toman la decisión de terminar con una relación tortuosa, solo el 50% de ellas, que sufre algún tipo de VIF, denuncia.

Entre enero y septiembre del 2016 se registraron 1.791 denuncias por Violencia Intrafamiliar en Tarapacá, según estadísticas de la Subsecretaría de Prevención del Delito, del Ministerio del Interior. De todos estos casos, fueron 1.373 las denuncias por violencia contra la mujer.

Testimonio

Patricia llevaba 11 años conviviendo con el padre de su hija de 8 años y tenía 8 meses de embazo cuando sufrió la última agresión de parte de él.

Según comenta, decidió denunciar a su pareja porque no quería que su próximo bebé viera lo que su pequeña hija había visto y sufrido en varias oportunidades durante estos años.

Luego de la denuncia, ella y su hija debieron abandonar su hogar y reubicarse en una de las casas de acogidas del Serman en Alto Hospicio.

"Fueron días difíciles, estábamos solas y yo con un embarazo casi de término. Para mi pequeña este proceso fue aún más complicado ya que no entendía nada", recordó Patricia, quien agregó que en la casa de acogida conoció mujeres que habían sufrido mucho más violencia que ella y que poco a poco estaban saliendo adelante para dejar atrás esa etapa tan dolorosa.

Junto a su hija, esta mujer de 31 años comenzó su periodo de reparación en los centros de ayuda del Sernam. Mientras estaba en esta etapa el padre de sus hijos decidió realizar también un cambio en su vida y por esta razón, sumada a la de no querer perder a su familia, conversó con ella para que junto a la pequeña volvieran a su hogar, con la condición de que él abandonara el inmueble.

"Él me dijo que no podía permitir que nosotras viviéramos en la casa de acogida si teníamos nuestra casa. A esa altura yo ya le había explicado a mi hija el por qué estábamos ahí y ella lo había entendido, pero extrañaba a su padre", explicó Patricia, mientras recordaba que todo esto pasó hace más menos un año y medio atrás.

Pese a que Patricia dejó la casa de acogida, igualmente siguió recibiendo apoyo de parte del Sernam por lo que ingresó a uno de los cinco dispositivos de atención a víctimas de violencia contra la mujer que cuenta esta entidad en la región, donde recibió apoyo de una dupla psicosocial.

En este lugar Patricia recibió terapias, con la que, según relata, logró darse cuenta que ella era capaz de realizar muchas más cosas como mujer y no solo ser madre y esposa.

"Me reencontré conmigo misma, logré entender que soy capaz de salir adelante por mis propios medios. Pude tomar decisiones que me permiten ahora tener un emprendimiento, me di más tiempo para mí ya que por años me había dejado de lado. Los profesionales que me apoyaron me hicieron entender que sí se puede salir de esto y que todo problema se puede superar", contó la joven madre de 31 años, quien además agregó que su pareja también tuvo un cambio rotundo y entendió que ella podía ser independiente por lo que decidió reparar el daño causando haciendo un cambio de "chip".

Con los meses esta víctima de VIF supo perdonar a su pareja y aunque no vivían juntos, él se comprometió a ayudar a cuidar a sus hijos mientras ella tomaba cursos de peluquería y cortinaje de parte de la Municipalidad de Alto Hospicio.

"Fueron meses difíciles, pero quisimos dejar lo malo atrás. Yo abrí los ojos y comprendí que soy capaz de muchas cosas. Ahora estamos nuevamente juntos, no ha habido capítulos de violencia y tengo un emprendimiento vendiendo aceites de cannabis y de jojoba, además realizo masajes en mi domicilio", dice contenta Patricia.

Carta

La mayoría de historias de violencia intrafamiliar terminan bien, es decir, las afectadas logran darse cuenta de que son mucho más que simples mujeres y por ende deciden estudiar o emprender en algún negocio. La mayoría de ellas tiene puestos en las ferias o se encuentra trabajando en algún oficio aprendido durante los meses de terapia.

También hay un porcentaje, no muy pequeño de parejas - como la de Patricia y el papá de sus hijos- que decide recomenzar en pro de su familia.

"Mi pareja cambió cuando mi hija escribió una carta dirigida a nosotros. En ella nos contaba todo lo que había sufrido con nuestras peleas y más aún cuando veía las agresiones físicas. En la carta nos pidió que dejáramos de insultarnos y que nos respetáramos. Cuando mi pareja leyó lo que mi hija escribió fue cuando se dio cuenta que esto no podía seguir así y decidió cambiar. Ahora estamos felices con nuestros tres niños, mi hija de 9 años, mi bebé de 13 meses y el hijo de él que tiene 16 años. La vida nos cambió para bien luego de las terapias. Dejamos atrás lo malo", concluyó Patricia, quien agradeció el apoyo los profesionales del Sernam, de la casa de acogida y de otras entidades que la ayudaron a ella y su familia durante este proceso.

Apoyo

El Sernam cuenta en la región con cinco dispositivos de atención a víctimas de violencia contra la mujer. Rosa Hernández, encargada de este tema en este servicio, explicó que en estos lugares se les entrega atención a las víctimas, además se les ayuda en la reparación del daño y se les entrega acompañamiento.

En total son 600 las mujeres que reciben reparación ambulatoria durante el año, distribuidas en 300 en Iquique, 200 en Alto Hospicio y 100 en Pozo Almonte. En estos lugares ellas ingresan luego de una denuncia. Cuando ya están en este sistema, en primera instancia se analiza el tipo de violencia que recibieron, la gravedad de este hecho y el riesgo que corren.

"Les brindamos apoyo a través de una dupla psicosocial y además entregamos asesoría jurídica, todo esto de manera gratuita y sin requisitos de ingreso, ya que la violencia intrafamiliar es transversal y sucede a cualquier edad, en cualquier rango socioeconómico y en cualquier lugar", explicó Rosa Hernández.

Luego de la evaluación del caso y la intervención individual donde se realiza un plan de protección y se entregan medidas cautelares, viene el proceso de reparación grupal que se divide en dos etapas.

"Esta el grupo de primera acogida, donde ellas conocen la realidad de otras mujeres y luego está el grupo de autoapoyo. La idea es que amplíen su ayuda, que se den cuenta que esto les pasa a muchas mujeres y de todas las clases sociales, con la finalidad que no se culpen por haber sido violentadas o haber callado por años. Acá logramos que ellas se empoderen y finalmente más del 80% logra mejorar sus vidas en el ámbito familiar y laboral", agregó Hernández.

También comentó que si las mujeres que han sufrido de VIF deciden volver o no con la pareja que ejerció la violencia, es una decisión personal y que este tipo de casos alcanza un porcentaje mínimo en relación a los casos que ingresan a los centros del Sernam, mientras que un 15% vuelve a reingresar porque su pareja que ya la había agredido lo vuelve a hacer.

Asimismo, se cuenta con un centro para hombres donde se les da atención y se les ayuda a estos agresores con el objetivo de que no vuelvan a caer en este tipo de violencia.

"La intervención en los hombres, que son derivados desde tribunales, dura entre 6 meses y un año. La primera etapa es lograr que se den cuenta que han cometido violencia, pero solo el 60% de ellos acepta que el haber empujado a su pareja o el haberle pegado una cachetada o insultarla es violencia. Solo los que aceptan pasan a la segunda etapa que es intervención grupal, donde ellos cuentan sus experiencias, toman conciencia y son los mismos hombres del grupo quienes se critican y comienzan a evaluar sus comportamientos", dijo Rosa Hernández.

La encargada de los dispositivos de ayuda en VIF comentó que las mujeres buscan terminar con la violencia, lo que no necesariamente significa terminar la relación con su pareja.

"Logré entender que soy capaz de salir adelante por mis propios medios"

1.791 denuncias de violencia intrafamiliar se recibieron entre enero y septiembre de este año.

600 mujeres reciben reparación ambulatoria y provienen de Iquique, Alto Hospicio y Pozo Almonte.