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El Indio Huiro: 62 años mariscando en Bellavista

Daniel Miranda nació, creció y aún vive en El Morro. Su oficio le entregó múltiples satisfacciones. A los 12 años entró al mar como todo un campeón y ahora, varias lunas después, sigue disfrutando de la playa.
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Crismary Castilo Marengo

Daniel Miranda tiene 74 años de edad y desde los 12 el mar se convirtió en su fuente de trabajo. Allí, en las costas de Tarapacá encontró su oficio: buzo mariscador.

Caminando por playa Bellavista recuerda con alegría dónde quedaba su casa, porque nació en el conventillo El Barril, al igual que sus hermanos, quienes son los herederos de la familia de los huiros.

Su primera aventura fue de la mano de su "taita" y la recuerda porque fue él quien lo lanzó al mar sin saber nadar.

"Así era como nos enseñaban a nadar en la piscina Alcalde Godoy. Uno llegaba sin saber nada y lo lanzaban al agua y cuando ya veían que uno no podía más, ahí lo sacaban", cuenta Miranda, quien es conocido en su barrio, El Morro, como el "Indio Huiro", apodo que heredó de su padre, Óscar Miranda, quien también era conocido con ese nombre.

En la orilla

"Cuando nosotros comenzamos a entrar al mar no nos íbamos muy adentro. En la orilla sacábamos almejas, erizos, locos... olvídate... Había cualquier marisco y a veces hasta veías pulpos abajo", recuerda.

Su motivación principal para entrar al mar la aprendió de su familia y vecinos, con quienes comenzó a disfrutar el salir desde tempranas horas a mariscar.

"De repente, uno andaba mariscando y aparecía un pulpo por acá y otro por allá. Se le salían de la malla que uno se amarraba en la cintura para ir cargando los mariscos", comenta.

Al "Indio Huiro" el mar le enseñó a bucear a "puro resuello", usando solo máscara y snorkel. Según refirió, esa tecnología, junto a unas alpargatas, llegaron cuando ya había cumplido los 18 años.

"La primera vez tragué más agua de mar de la que había tomado a mis 18 años. Ya después que nos explicaron quedamos expeditos en eso porque entrábamos y salíamos sin tragar agua de mar", rememora.

Recordando

Sobre su juventud como buzo mariscador, Miranda recuerda que cuando se sumergía en el mar era posible ver con claridad dónde estaban los erizos y que, incluso, desde la superficie era posible ubicar las piedras en donde estaban guardándose los deliciosos locos.

"Con la máscara uno veía más claro. Antes era más complicado porque el agua era helada, pero luego llegaron los trajes de buceo y uno podía estar todo el día en la playa", explica Miranda, quien añade que cuando comenzó a trabajar formalmente como buzo mariscador su rutina comenzaba a las siete de la mañana.

"Tomábamos desayuno y a las ocho ya estábamos metidos en el agua. No salíamos hasta las 16 ó 17 horas, pero sacabas entre 100 y 150 docenas de mariscos. Había mucho marisco y en la semana mandábamos entre 600 y 800 docenas de locos", asegura.

El hombre comenta que una de principales anécdotas fue cuando rozó la muerte debido a que una de las botellas de aire comprimido se quedó sin oxígeno por la travesura de unos niños.

"Yo me metí al mar y cuando ya estaba abajo sentía que no había aire y entonces comencé a quitarme los estanques y la malla, pero esta no se soltaba. Por alguna razón se rompió y dejé todo abajo y salí a flote". De no ser por la suerte, otra historia se estaría contando.

Cambios

Sin embargo, los tiempos cambiaron y, a juicio del "Indio Huiro", alguna agua mala tuvo que haber entrado a la playa Bellavista porque ahora ya no queda mucho en el fondo marino.

"Antes el agua era tibia y ahora entran corrientes heladas. Yo me bañaba en la noche y estaba rica la mar, teníamos una playa grande y era pura arenita porque no estaba ni la Intendencia", cerró mirando hacia el océano, su eterno compañero.