Aldea de Ramaditas: un encuentro con la historia
Abandonado en la inmensidad de la pampa, el poblado aún guarda memorias entre sus ruinas.
En plena pampa del Tamarugal, a la entrada de la quebrada de Huatacondo, se encuentra la aldea de Ramaditas.
Ubicada a 150 kilómetros al noreste de la ciudad de Iquique y a 1.350 metros sobre el nivel del mar, llegar a Ramaditas no es una tarea fácil, pero vale la pena hacer un viaje hacia la zona para conocer su valor histórico y encontrar la tranquilidad que solo se puede hallar en la pampa nortina.
Según explicó Pablo Cañarte, asesor de Museos y Patrimonios de la Municipalidad de Iquique, la historia conocida de Ramaditas data de 1999, año en que 83 estructuras entre habitaciones, plazas, fundiciones, sitios ceremoniales y extensos campos de cultivos fueron descubiertos en medio del desierto más árido del mundo. Pero el relato de esta aldea viene desde mucho antes.
2.500 años atrás, la población asentada en Ramaditas utilizó el escaso recurso hídrico de la pampa para mantener cerca de mil hectáreas regadas mediante un complejo sistema de canales. Algo que -según precisó Cañarte- ha despertado la curiosidad y el interés de científicos de la Universidad de Arizona y de la National Geographic Society, quienes aún consideran como un enigma el manejo que tenían los habitantes de este poblado con el agua.
Además de poder apreciar las estructuras habitacionales circulares, junto a enigmáticos dibujos de rostros de seres humanos y animales que a pesar del paso de los años aún permanecen impresos en el barro, en Ramaditas también se podrán observar las primeras fundiciones de cobre, las más antiguas del desierto de Atacama, y descubrir los inicios remotos de la minería en la zona.
Cañarte indicó que actualmente esta antiquísima aldea está en estado de destrucción ya -según dijo- las compañías mineras cercanas al lugar y el Estado no han implementado medidas destinadas a su conservación. Es por eso que remarcó que la visita de los turistas tiene que ser guiada por especialistas en el manejo de estas zonas con valor patrimonial histórico. Asimismo recalcó la importancia de crear conciencia entre las personas para que no alteren el medio contaminándolo o llevándose piedras que alguna vez fueron parte de un conjunto habitacional, restos de vasijas o de ritos ceremoniales.