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¿Tiene sentido buscar vida más allá del Sistema Solar?

Científico chileno de la U. de Chile, doctor en astronomía de Harvard, explica por qué la comunidad internacional destina, montos astronómicos a la exploración espacial.
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Valeria Barahona

Inversiones de miles de millones de dólares conlleva la exploración espacial. Por ejemplo, el Telescopio Gigante de Magallanes (GMT), cuya inauguración está prevista para el 2020 en Atacama, solo para su construcción tuvo que juntar previamente US$ 500 millones. Uno de los principales objetivos de este espejo (lente) de 25 metros de diámetro es nada menos que encontrar los rastros del Big Bang.

Años de investigación y otros cientos de millones costó el análisis para encontrar a Trappist -1, un sistema solar que posee siete planetas, de los cuales tres son similares a la Tierra, y en cuyo descubrimiento fueron fundamentales los datos aportados por observatorios ubicados en suelo chileno.

Sin embargo, ¿tiene sentido que la humanidad ponga su esfuerzo en tareas como esta? "Nos interesa porque tiene que ver con nuestros orígenes", afirma a este medio César Fuentes, astrónomo de la Universidad de Chile.

"Por ejemplo, hay una posibilidad de que la vida no haya surgido en la Tierra, sino que en otro lugar del Sistema Solar y haya llegado a nuestro planeta, donde encontró las condiciones más favorables para desarrollarse", explica el investigador, quien se desempeña en el Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines. "Aunque también es posible que se haya desarrollado en la Tierra", agrega Fuentes.

Posibilidades

Todo es un asunto de probabilidades celestes para César Fuentes, PhD en astronomía de la Universidad de Harvard, "porque indican qué tan factible es que haya vida como nosotros, qué tanto tienen que ajustarse las condiciones para que haya vida".

Y sigue: "En una de esas es bastante fácil y las condiciones en la Tierra son bien poco especiales, con lo cual las probabilidades de que haya vida tan inteligente como la de nosotros en otros sistema crecen". Esto últino podría ser el caso del sistema solar recientemente descubierto. "O nuestras condiciones son tan, tan especiales, que hacen mucho menos probable que haya una estabilidad de (los) elementos presentes que nos han permitido desarrollarnos relativamente bien hasta ahora", reflexiona.

Las otras tierras

El conjunto de astros en torno a una estrella similar al sol, bautizado como Trappist - 1, fue visto por muchos como una suerte de salvación para la humanidad, dado que tres de sus planetas poseen condiciones habitables.

A su alrededor orbitan siete planetas, de los cuales tres poseen similitudes con la Tierra, gracias a "la zona habitable, que es la distancia en la que la temperatura de equilibrio, es decir, cuál sería la posibilidad de que un objeto quieto ahí esté entre 0°C, en el punto más lejano de la zona habitable, y 100°C, en el punto más cercano, donde podría haber agua líquida", grafica el astrónomo.

El problema es que "estas estrellas son tan poco brillantes y tan frías; se comportan y tienen emisiones, en rayos X y UV, bastante violentas, a través de tormentas". Esto dificulta el desarrollo de "cualquier vida que esté en la zona habitable, porque eso significa que la radiación llega en forma directa".

"Lo peligroso es que estas partículas tan cargadas pasan y entran a las células y cambian el material genético de la célula, lo cual produce cáncer, por ejemplo. Pero también indican que no se puede traspasar la información genética de una generación a otra, lo que es una zancadilla bastante grande a que aparezca vida", sostiene el docente.

Aunque esta "no es una condición que evite que haya vida, porque hay animales en la Tierra que han encontrado la forma de compensar esas zancadillas y desarrollarse y evolucionar, como las cucarachas", agrega Fuentes.

El viaje

Al igual que la expedición de Colón a las Indias Orientales, el viaje hasta Trappist - 1 se ve imposible a los ojos del ahora: "El viaje demoraría, a 50 kilómetros por segundo, como 200 mil años". Esto, pese a que el novísimo sistema solar está solo a 40 años luz, lo que, en distancias astronómicas, es cerca.

"Se podría, primero, enviar una sonda y hay planes para hacerlo. (Por la distancia) lo que teóricamente mejor funciona con la tecnología actual son velas de luz, donde se apunta con un láser algo bastante pequeño y se acelera rápidamente, llegando a una fracción importante de la velocidad de la luz", grafica el experto. En estas condiciones, la sonda "en 200 años llegaría a Trappist-1 y desde ahí mandaría una señal que demoraría 40 años en llegar".