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Nortina centenaria cuenta su vida entre la pampa y el mar

Olga Tapia nació hace cien años, el 20 de marzo de 1917. Hoy bebe Cola-Cola a diario y tiene gran sentido del humor.
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Mijaíla Brkovic Leighton

Alos noventa años lo decidió: "Quiero llegar a los cien para salir en el diario". Hoy, la señora Olga Tapia Astudillo -nacida en Caleta Buena el 20 de marzo de 1917- ha alcanzado una más de sus metas. Y es que no cualquier persona logra ostentar tres dígitos en la edad. Si bien su salud no está completamente íntegra, la centenaria nortina se desplaza sola sin problemas, tiene un ánimo alegre y es muy conversadora. "Hay que estudiar mucho", responde, cuando se le pregunta cómo se llega a tan avanzada edad.

La familia, por su parte, atribuye su longevidad a la herencia genética (sus hermanas y madre fallecieron con nueve décadas), pero también a sus peculiares hábitos alimentarios: "Siempre comió muy sano: solo verduras y carnes, a excepción del pollo con papas fritas, que es su comida favorita", cuenta Carolina Orrego, esposa del sobrino nieto con quien vive doña Olga. "Y solamente bebe Coca-Cola. Nunca ha tomado agua ni leche", revela la familiar.

Norteña neta

De padre y madre sureños, trabajadores de la industria salitrera, Olga Tapia es una verdadera norteña que nació en un puerto salitrero, creció en la pampa y se casó en el clásico barrio El Morro de Iquique.

"Nací en Caleta Buena", dice la cumpleañera, recordando sólo algunas cosas de aquel lugar, donde vivió hasta los siete años. Esta localidad -ubicada a 70 kilómetros al norte de la capital de Tarapacá- hoy en día despoblada y desierta, fue a comienzos del siglo XX un importante puerto dedicado a la exportación del salitre y conectado por andariveles.

A causa de la muerte de su padre en un accidente, la familia -dos hombres y tres mujeres, incluyéndola- se trasladó a la exoficina Agua Santa, donde doña Olga guarda sus mejores remembranzas de estudiante. "Lo que más recuerdo de mi vida es cuando iba a la escuela. Las profesoras decían que yo era muy habilosa", cuenta con una sonrisa. Sin embargo, tuvo que dejar de dedicarse al estudio para desempeñarse de niñera del hijo de un destacado médico de la época, oficio al que destinó toda su adolescencia. Fue en ese tiempo en que conoció a Osvaldo Sixto Taberna, quien se convertiría en su esposo cuando ambos tenían 30 años.

El morro

En el corazón de este barrio vivió hasta el año 2007 -fecha en que falleció su marido- el matrimonio de Olga y Osvaldo, quien fue un destacado deportista de waterpolo. "Incluso había un campeonato que llevaba el nombre de su esposo", dice Carolina. La mujer, por su lado, fue una exitosa costurera de ropa para mujeres, que incluso tuvo autoridades femeninas como clientas.

A pesar de las ganas que ambos tenían, nunca pudieron concebir retoños. "Pero ella crió a mi hija Paula Oviedo, así que de todas maneras es como que haya tenido hijos y nietos", asegura Carolina. Tanto ella como su esposo, Víctor Oviedo, cuidan de la nortina centenaria desde hace diez años, época en que enviudó.

"Es un honor y además un gran desafío vivir con ella, ya que realmente es un compromiso enorme cuidar a alguien de esa edad sin enviarla a un asilo. Pero ha sido una bella experiencia que mis hijas se hayan criado con una abuelita en la casa, es muy bueno. Todos los días nos sorprende con algo nuevo, confunde las pantallas de los computadores con ventanas y entabla conversaciones con la gente que ve en los videos", cuenta Víctor, agregando que se celebrarán las diez décadas de doña Olga con una once, torta y globos de color dorado.

Olga Tapia Astudillo,, cumplió cien años de vida."

"Lo que más recuerdo de mi vida es cuando iba a la escuela. Las profesoras decían que yo era muy habilosa""