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Adolfo Oyola: vino a probar suerte y se quedó por más de diez años

Llegó a los 19 años desde Bolivia. Hoy, con 30, está próximo a tener un hijo chileno en una ciudad que ya es la suya.
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Mijaíla Brkovic Leighton.

En una acogedora casa ubicada en pleno centro histórico de Iquique vive Adolfo Oyola (30), boliviano que se trasladó a la capital de Tarapacá hace más de diez años en búsqueda de un mejor porvenir económico.

Garzón, vendedor, trabajador de la minería y taxista ha sido este inmigrante a lo largo de una década, en la cual no solo halló cierta estabilidad financiera, sino que también encontró el amor y la buena amistad.

"Si pudiera volver el tiempo atrás, tomaría otra vez la decisión de venir hasta acá. No me arrepiento. Aquí me he encontrado con personas muy buenas y, cuando llegué, cada día era un aprendizaje nuevo muy valioso", cuenta Adolfo, que llegó a Chile con apenas diecinueve años de edad.

Santa cruz

La ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, tiene un paisaje completamente opuesto al de Iquique: abundante vegetación y lluvias tropicales son factores cotidianos, a los que los cruceños ya están acostumbrados. "Por eso, una de las cosas que más me gusta de Iquique es el clima. Nunca llueve y el calor es soportable", señala Adolfo.

Pero la razón por la cual el cruceño dejó su terruño no fue climatológica. Todo comenzó cuando su hermana mayor decidió venir a Chile a probar suerte en el año 2009. "Yo era muy apegado a ella, así que al poco tiempo comencé a pensar en irme también", recuerda.

En aquella época, Adolfo estaba cursando ingeniería en la universidad. "Me vine a Iquique por dinero. Quería seguir estudiando y, aunque allá la educación es gratis, no me alcanzaba para gastos de materiales y cuadernos", precisa.

Por ese motivo, junto a su hermano menor decidieron viajar a Chile. Habían escuchado que aquí se ganaba bien y creía que era un buen lugar para comenzar a ahorrar y luego volver a su país.

Buena suerte

"Llegué solo con 200 dólares. Estuvimos varias semanas imprimiendo currículums y comprando el diario, pero no pasaba nada, nadie nos contrataba", rememora.

En ese momento, Adolfo sacó cuentas y notó que, si no conseguían un puesto laboral en pocos días, tendrían que volver derrotados. "Estábamos a punto de retornar a Santa Cruz cuando mi hermano se encontró en el suelo 5 mil pesos chilenos", recuerda sonriendo.

Aquel billete -que equivalía al pago diario en cualquier restaurante trabajando como garzón- les hizo sentir que iban a tener buena suerte. Y así fue. Esa misma noche, los aceptaron en La Carreta de Antonio, un local ubicado en el sector sur de la ciudad donde Adolfo y su hermano se desempeñaron durante más de tres años.

Amigos y amor

Después de su primer trabajo como garzón, Adolfo no paró más de trabajar. "Muchas veces no descansaba ni un solo día. Algunos piensan que los inmigrantes venimos a robar trabajo, pero en realidad pocos chilenos aguantan todas las horas laborales que los empleadores exigen", señala.

A pesar de sus ocupaciones, Adolfo se adaptó muy bien a la sociedad. "Me llevo muy bien con los chilenos. Tengo algunos amigos bolivianos, pero no sé por qué siempre termino llamando a mis amigos iquiqueños", cuenta riendo Adolfo.

Fueron ellos quienes le presentaron a Sandra, su esposa y madre de su futuro hijo. "La conocí en un asado. Es la cuñada de un excompañero de trabajo", dice.

Próximos a tener su primer retoño, Adolfo y Sandra quieren que su hijo sea chileno. "Hoy estoy cesante, pero tengo toda la fe de que voy a poder conseguir un trabajo para sacar adelante a mi familia", asegura. Y es que, después de diez años de sacrificios, el treintañero está seguro de que sus esfuerzos van a ser recompensados, tarde o temprano.

Adolfo Oyola,, inmigrante cruceño"

"Estábamos a punto de retornar a Santa Cruz cuando mi hermano se encontró $5.000 tirados en el suelo"."