Niños, jóvenes, adultos e incluso ancianos, todos en familia acudieron esta Semana Santa al cerro Esmeralda para cumplir y mantener la tradición de peregrinaje como un acto de sacrificio.
"Yo subía con mis papás, con mis amigos, pero hace tiempo que no lo hacía, y ahora lo hice con mis sobrinas y cuñado, para volver a vivir la experiencia. En mi lugar, para reencontrarme con el Señor", contó Francisco García quien la mañana de ayer emprendió el ascenso al cerro sin dejarse vencer por el cansancio ni el sol.
La tradición
Muchos de los que realizan este peregrinaje recuerdan que sus primeras experiencias fueron junto a sus padres, por lo cual ahora llevan a sus hijos para poder mantener la tradición.
"Cuando era chica subíamos con mi papá todos los años. Mi mamá decía que desde que tenía un año, y después cuando nació mi hermana la llevaba enrollada en la espalda y a mi al otro lado", recordó Johanna Muñoz quien ahora repite la acción con sus hijas.
Según aseguró, subir al cerro Esmeralda la hace sentir más cerca de su padre. "Mi papá falleció y yo seguí subiendo. Es como sentir que él lo sube conmigo, por eso digo que yo voy a llevar a mis hijas hasta cuando pueda", expresó.
Nuevas generaciones
Si bien hay un buen número de adultos y adultos mayores que llegan hasta la cima del cerro donde se encuentra la cruz, son los niños, adolescentes y jóvenes quienes se motivan para seguir repitiendo esta tradición de Semana Santa.
"Desde chico empecé a subir el cerro, desde los 8 más o menos y ahora tengo 16 y vengo con mis amigos", dijo Joaquín Luza.
En tanto Sofía y Javiera, de 6 y 8 años, respectivamente, manifestaron que aunque es difícil llegar hasta la cima, ya lo han logrado dos veces. Es más, algunos lo hacen varias veces durante estas fechas como es el caso de Maximiliano Palma (16) quien dijo que "ayer (viernes) también vine, uno tiene que venir tempranito para subir por la sombrita. Es entretenido, se ve harta gente, y hace actividad física".
Mariela Cabello Venegas
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