Día Internacional del Libro
Actualmente, por razones de mercado -más que culturales o patrimoniales- se establecen efemérides para conmemorar o celebrar los más variados temas, pero el Día internacional del libro, el 23 de abril, en homenaje a Shakespeare, Cervantes y Garcilaso de la Vega Inca, no puede ser más preciso y necesario. Preciso por la referencia a esos grandes escritores, y necesario porque nos permite reflexionar.
Posiblemente ciudades como Buenos Aires o, incluso, Montevideo, tienen tantas o más librerías que las existentes en todo Chile. Ello no sería un problema si tuviéramos más bibliotecas y todas ellas muy concurridas. Pero tenemos en Antofagasta una sorprendente biblioteca (que ocupa lo que fue el Correo de esa ciudad). Recorrer sus pasillos da la impresión de estar en esas bibliotecas europeas donde la arquitectura patrimonial dialoga con la lectura. No todo es libro físico, también están los computadores donde se puede tener acceso a libros virtuales y base de datos. Tengo entendido que la Dibam -con el apoyo de la Intendencia Regional y el Municipio de Iquique- transformará nuestra antigua Aduana en una biblioteca virtual. No considera libros físicos por estar en zona de inundación.
Desde hace años que se exhiben en Chile ferias de libros aprovechando las distintas fechas conmemorativas. La más reciente es la de Zicosur en Antofagasta, que cada año se consolida más. He tenido la oportunidad de participar invitado por RIL Editores. Felicitaciones a los organizadores.
Siempre se repite ese lugar común de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, pero lo único plenamente creativo y esencialmente humano es escribir un libro. La reproducción de los seres vivos no es exclusividad de los hombres. Quizás la única relación entre un árbol, un hijo y un libro, es que el libro al igual que un hijo algún día se emancipa y ya no le pertenece más al autor. Y hay libros que -al igual que un árbol- dan frutos, porque motivan a otros autores a escribir.
Escribir un libro requiere mucha lectura previa y si son libros técnicos o científicos, largos años de investigación. También están los que se niegan a leer para no ser "influidos". Mario Vargas Llosa escribió "Historia de un deicidio", que le valió el doctorado en la universidad Complutense de Madrid, donde analiza las influencias literarias de Gabriel García Márquez y que explican esa novela extraordinaria que es "Cien años de soledad". Como decía Borges, al final todos estamos escribiendo las páginas de un único libro.
"Al igual que un hijo algún día se emancipa y ya no le pertenece más al autor".
Sergio González Miranda,, Premio Nacional de Historia 2014"