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"El pobre desconfía del rico y viceversa. Este Chile es insostenible"

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Ximena Torres Cautivo.

"Ayer di como 300 veces la mano", dice, sobándose la adolorida diestra. Ese es uno de los muchos bemoles de una candidatura presidencial que Alejandro Guillier (64 años), asegura, no buscó.

Conversamos una mañana fría, después de la lluvia, que ha acentuado los hoyos y el barrial en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, donde vive desde hace más de una década. Él viviría en otro lado, pero su mujer, María Cristina Farga, se enamoró de lo bucólico del lugar y aquí quiso vivir. El sociólogo y periodista le dio en el gusto, porque desde hace tiempo la antropóloga padece de una enfermedad metabólica que se conoce como "fatiga crónica". Aquí ella encuentra la paz que requiere para su mal y la casa, de adobe y mucha madera, es un reflejo de ella y sus gustos.

En ese ambiente casero, sometimos al candidato de la Nueva Mayoría, excluida la Democracia Cristiana, a nuestro cuestionario sobre pobreza.

- ¿Qué imagen mental te detona la palabra pobreza?

- Yo tengo mis años, así es que la asocio con la época en la que la gente pobre en Chile andaba con ojotas, con unas suelas de neumáticos amarradas con tiras a los pies. Los barrios pobres eran un barrial, no había agua potable ni alcantarillado. Era la más absoluta carencia, la lucha por la supervivencia de un grupo que subsistía de migajas. Hoy, la pobreza es distinta. Es encubierta. Antes había hambre, hoy obesidad.

- ¿Cómo la defines?

- Soy sociólogo, entonces contesto como tal. La pobreza es una medición del nivel de vida y/o consumo de una familia en relación a un estándar. Esa es la mirada estadística, pero existe una antropológica, que incluye múltiples dimensiones.

-¿Cuál es la herramienta más efectiva para salir de la pobreza?

- Sin lugar a dudas, tiene que ver con la educación. Con un cambio cultural que les permita a los pobres ser autónomos, no vivir de subsidios, de la ayuda social, lo que los vuelve dependientes de los caciques o caudillos locales. Existe hoy una pobreza clientelísitica. Debemos avanzar hacia un nuevo concepto. Pienso en los barrios, por ejemplo. En Chile hay mucha segregación. El pobre vive con el pobre, la clase media emergente con la clase media emergente, la clase media con la clase media, es una sociedad cada vez más estratificada. Y, por lo tanto, no genera vínculos. Los vínculos societales son muy importantes; en la convivencia, esa persona empieza a salir adelante, ayudada por sus vecinos.

-¿Quién debe ocuparse de los pobres?

- El pobre mismo, pero hay que darle oportunidades y para eso son las políticas públicas. Hoy, esas políticas son de emergencia, no cambian la pobreza. Necesitamos dar viviendas dignas en barrios integrados, con espacios públicos, consultorios y escuelas. La educación no puede ser igual para todos los colegios en Chile. La escuela de la población lo primero que tiene que hacer es darle acogida emocional a un niño que lo más probable es que sea vulnerado. Segundo, debe entregarle la capacidad de resolver conflictos, porque esos alumnos suelen venir de contextos violentos. No se trata sólo de bienes materiales, sino de valores y principios que le permitan desarrollarse en toda su plenitud.

- ¿Cuál es el rol del Estado?

- Es fundamental, lo mismo que el de las organizaciones sociales, que ofrecen redes a las personas. Eso le permite al pobre ser ciudadano activo. Empieza a participar de la solución de sus problemas en alianza con sus vecinos.

- ¿Qué vuelve pobre a un pobre?

- Nacer en un contexto de vulnerabilidad es la razón mayoritaria.

- ¿Consideras que la pobreza es una profunda vulneración a los derechos humanos?

- Absolutamente. Ser pobre es carecer de todo, pero eso no se refiere sólo a no tener cosas, a estar bajo cierto nivel de ingresos, sino a no tener redes, a estar excluido. Cómo enseñamos a pescar sin paternalismo, de eso se trata.

- ¿Qué siente la mayoría de la gente cuando se les aproxima alguien visiblemente pobre?

- Temor, desconfianza. ¿Cómo es posible que en los años 60 un liceo fuera un centro de integración y ese mismo liceo hoy sea un establecimiento víctima de la segregación? Hemos retrocedido desde el punto de vista de la solidaridad. El país se ha segmentado. El Chile de los 60, con toda su pobreza, era más integrado en lo social. En los colegios públicos convivíamos adolescentes de distintas clases sociales y eso nos daba una identidad común. Yo lo viví así en el Liceo 14, hoy comuna de El Bosque, en mis tiempos (en) La Cisterna. Hoy campea la desconfianza. El pobre desconfía del rico y viceversa. Ese Chile es insostenible a largo plazo. Necesitamos reconstruir la red de convivencia en la diversidad.

- ¿Cómo ayudas tú, ciudadano, no candidato, no senador, a combatir la pobreza?

- Cuando era periodista, empecé a participar en World Vision. Me alegro de haber estado ahí, porque trabajábamos con niños vulnerables. Eso me permitió darme cuenta de que en Chile había situaciones de pobreza insólitas.

- ¿Cuál de los candidatos, excluyéndote, tiene la fuerza para hacer algo por el tema de la pobreza en Chile?

- Todas las personas que se dedican a la cosa pública tienen esa vocación. Los políticos son mejor de lo que la gente cree. No daría el nombre de ninguno en especial. Sólo diría que no se debe confundir el paternalismo con la superación de la pobreza. No se trata de regalar cosas materiales, sino de reconocer a los pobres en su dignidad, autonomía y capacidad de valerse por sí mismos. No hay que regalar, hay que reivindicar derechos.

"Los políticos son mejor de lo que la gente cree. No daría el nombre de ninguno en especial. Sólo diría que no se debe confundir el paternalismo con la superación de la pobreza".

Alejandro Guiller."