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"Hay mucha competencia entre los conductores de microbuses"

Iván Guzmán es conductor de microbuses en Iquique hace casi 40 años. Hoy, analiza su oficio en esta ciudad que es ingrata y gratificante a la vez. Además, habla del principal problema de los choferes de las "liebres" como son conocidos.
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Carlos Luz Aguilera

Iván Guzmán Cáceres, de 62 años, dice que es uno de los seis conductores de microbús más antiguos de Iquique. Comenzó a los 22 en la Línea 2, que ya no existe, y desde entonces no ha parado. Hoy, con casi 40 años de trayectoria, analiza lo que significa trabajar en una ciudad que es ingrata en ciertos aspectos con este oficio y gratificante en otros.

El viernes 21 su turno comenzó a las 6:50, pero como es habitual llegó antes. Su cabellera blanca lo distingue de la mayoría de sus compañeros que a esa hora también comenzaban una nueva jornada de 14 horas, repartidas en 10 recorridos calcados.

Antes de subirse a su máquina, Guzmán debe caminar por las brisas de la pampa y la costa que se mezclan en el corazón de la dependencia donde están estacionados los microbuses de las Líneas 4 y 7. "Va a entrevistar al más caballero y educado", dice uno de sus compañeros antes de que el experimentado chofer comience su primer viaje de viernes.

-¿Como se cuida de los asaltos?

-Afortunadamente, nosotros no sufrimos por los asaltos como en Santiago. Pero sí han asaltado a los pasajeros. Cuando estos están con su celular un delincuente se lo arrebata y arranca. Se dan robos por sorpresa a los clientes, pero no a los conductores.

-¿Veo que su micro tiene cámaras?

-Cámara, cámara, cámara y cámara (apunta con su mano derecha los cuatro dispositivos instalados en su máquina) Muchas veces a personas que le han robado cosas, nosotros les decimos que lleven un pendrive a la central para que puedan retirar las imágenes del asalto. Hace un año más o menos que se instalaron y han dado buenos resultados porque les dan seguridad a los pasajeros y a nosotros.

-¿Se cuida más en ciertos sectores de su ruta?

-Este recorrido es tranquilo, pero si voy por una calle complicada y veo a una persona sospechosa no le paro. Por ejemplo, en la avenida Campo de Deportes (hoy, Elías Lafferte) me cuido más, pero no porque se te sube gente a asaltar, sino porque uno ve cosas afuera.

-¿Y cómo se comportan los pasajeros?

-La actitud de la gente ha cambiado mucho, y uno lo nota en las nuevas generaciones. Antes, incluyendo a los estudiantes, todos eran amables, se paraban de sus asientos para cederlo a un adulto mayor. Los de más de edad siguen siendo corteses, saludan, se despiden y uno les responde de la misma forma. Pero los más jóvenes de hoy no lo hacen, y a veces uno escucha que se expresan con un lenguaje agresivo, en especial las mujeres.

-Para ellos no es normal darle el asiento a una mujer embarazada o que viene con un niño (…) Yo me he tenido que parar para decirle a un joven que le de el asiento a una señora porque viene con su bebé.

-¿Ha sido agredido por los usuarios?

-De forma verbal sí. Te dicen de todo y se acuerdan de mi mamá cuando me insultan.

-¿Por parte de los conductores qué hay que mejorar?

-Para que nuestro servicio mejore deben haber paraderos. Sobre todo en calle Tarapacá por el caos que se produce (…) Hay mucha competencia entre los conductores de micros, se pelean mucho y hay líneas que mandan todas sus máquinas al centro. A veces se ven cuatro micros del mismo recorrido y eso reduce los espacios. (Justo un conductor de la línea 10 adelantó a Guzmán para colocar su máquina adelante) -Viste, somos muy desunidos. No hay solidaridad entre nosotros y es este sistema injusto que te hace actuar así.

Los paraderos son necesarios además porque tenemos que detenernos en doble fila ya que está lleno de vehículos estacionados. Entonces, los pasajeros se tienen que bajar entre medio de los autos. Hace falta, por ejemplo, uno en Obispo Labbé con Tarapacá, en el sector del Hospital, en salidas de los colegios por Orella, en la avenida La Tirana. Esto es nuestro principal reclamo (…) Somos los parientes pobres de la locomoción en Iquique.

-¿Algún secreto importante en su vida de micrero?

-(Hay una pausa de algunos segundos antes de responder). Tengo otro hijo fuera del matrimonio. En esta pega suceden cosas, infidelidades. Él también es profesional, es psicólogo y tiene 30 años. Hace cuatro años que él sabe que yo soy su padre (...) Son cosas que pasan en el trabajo. Ahora tengo buena relación con él (...) Es necesario que te cuente esto (se ríe).

Sacrificios

De San Antonio se vino a Iquique junto a un amigo cuando su primera hija tenía recién 10 días de nacida. "Había que arrancar para conseguir dinero", dice. Y cuando llega hubo un momento en que tenía solo 100 pesos y los usó para comprar porotos.

Desde que comenzó como conductor de microbuses, en 1978, que no ha dejado este oficio, lo que le ha generado tristezas como haberse separado de su mujer, ya que pasaba más arriba de la micro que en su casa, y alegrías como los títulos profesionales de sus hijos de 34 y 30 años. "Eso me hace feliz y me deja tranquilo", asegura.

"Somos el pariente pobre de la locomoción en Iquique

Iván Guzmán"